Cuando volteamos a ver lo ocurrido tiempo atrás, nos damos cuenta de la enorme diferencia de lo que fue y lo que es. Me refiero al territorio nacional que ahora ya con la idea de una barda, un muro que divida una parte de la otra, en aquella parte, la del norte, ocurrió en 1822 que en lugares como California, Nuevo México y Texas, quizá en algunos otros estados, hubo una ceremonia de jura a la nación recién creada, México. El siguiente texto nos cuenta de lo ocurrido en la Alta y Baja California:
“Ante la proximidad del Bicentenario de inicio de la independencia de México es pertinente referirnos en forma general a los acontecimientos que se dieron en la península de Baja California y en la Alta California, que en ese tiempo tenían una estrecha vinculación política y social. A causa de la lejanía de la región respecto al centro del país, el movimiento tuvo acá pocas repercusiones. Hay noticias aisladas de que se empezó a resentir, a partir de 1810, la falta de pagos a los soldados de la Compañía Residencial del Distrito Norte, ya que no llegaba con la regularidad de antes el "habilitado" de Loreto, que era el que cubría los sueldos y además entregaba algunos efectos de ropa. En ocasiones hizo crisis al grado de que escasearon severamente los fondos pecuniarios y hasta la ropa más indispensable. De ello da cuenta en forma chusca el licenciado Manuel Clemente Rojo, que conoció a quienes vivieron tales circunstancias, por lo que en sus apuntes históricos, corográficos y estadísticos del Distrito Norte del Territorio de la Baja California, incluye un cuarteto en el que los mismos fronterizos se burlaban de sus desgracias:
El cerro de San Vicente
Está que se cae de risa
De ver a las vicenteñas
En túnica y sin camisa.
Salvo esas molestias, no se advertían levantamientos que respaldaran la lucha de independencia que se estaban dando en otras regiones de Nueva España. Así las autoridades subalternas invariablemente rendían a las superiores partes de “sin novedad”. En ello se reflejó el fuerte influjo de los misioneros, que formaban parte del aparato colonial. Desde otro ángulo, dado el incipiente desarrollo social de la región, no surgieron las inquietudes que presupone una lucha de insurgencia. Los pobladores eran en su mayoría, gente dedicada a las siembras o a la crianza de ganado, con una preparación muy elemental. Al no haber colegios, faltó el fermento intelectual característico de las rebeldías en esos ambientes.
Habría que agregar que además de que no hubo un movimiento local de insurgencia, tampoco vino de fuera, por lo que definitivamente las californias quedaron fuera de la llamada “Ruta de la Independencia”, que se circunscribe a los sucesos considerados fundamentales del movimiento.
Hubo una posibilidad de que llegaran a estas latitudes las fuerzas insurgentes del interior. Se dio cuando Miguel Hidalgo, en diciembre de 1810, estando en Guadalajara, le dio a José María González Hermosillo la encomienda, de que extendiera la rebelión en el noroeste del país. En acatamiento a ellos, González Hermosillo fue reclutando gente en Tepic, en Magdalena y demás puntos existentes en su trayecto. En Rosario, Sinaloa, tuvo un encuentro con los realistas a los que derrotó, por lo que siguió avanzando hacia el norte. Pero en Santiago Tiaxtla, un poco al norte de Mazatlán, fue contenido por las fuerzas del intendente alejo García Conde, infringiéndole una clara derrota, que lo obligó a regresarse a Guadalajara, junto con sus maltrechas huestes. Eso dio por resultado que el noroeste, es decir, Sinaloa, Sonora, la península de Baja California y la Alta California, prácticamente, estuvieron en paz durante los once años de la lucha de independencia. De cualquier manera, hay documentos que indican que en la Baja California no faltó quien ofreciera lanzas a las autoridades, para defensa de la religión y la patria” o bien que el padre presidente de las misiones las mandó hacer, lo que rebela que no dejaba de haber cierta desazón, aunque de bajo perfil.
Dentro de ese ambiente de calma general transcurrieron los años y ya avanzada la década en que algunas regiones del centro y sureste del país libraban batallas los insurgentes en las Californias se presentaron unos peculiares factores externos que vendrían a crear situaciones en pro de la independencia. Para entender adecuadamente eso hay que recordar que Inglaterra tuvo bastante intervención –oculta en gran parte- en la preparación, inicio y consumación de la independencia de los pueblos latinoamericanos, con el fin de controlar el comercio y la minería de éstos, desplazando a España. Uno de los medios de que se valió fue la Masonería, que introdujo en todo el continente a través de sus marinos, al extremo de que muchos barcos eran verdaderas “logias flotantes”. Alentó la actividad en los mares de los dominios españoles de individuos que desarrollaban una mezcla difícil de discernir de contrabando, piratería y subversión, ya que a la vez que saqueaban e introducían mercancías ilegalmente en las colonias de España, propagaban en ellas ideas revolucionarias que incitaban a la independencia.
En medio de esa atmósfera en 1818, el inglés Peter Corney y el francés Hipolito Bouchar en los barcos corsarios Argentina y Santa Rosa con banderas de la Provincia Unida del Río de la Plata, tripulados por marinos de diversas nacionalidades, llegaron a Monterey, alta California y lo saquearon e incendiaron. Poco después, en febrero de 1822, el célebre almirante Lord Cochran, que formó la llamada Escuadra Chilena, envió a la Baja California Independencia y el bergantín Araucano tripulado por ingleses y chilenos en su mayoría, desembarcaron en San José del Cabo y tanto allí como en Todos Santos y Loreto cometieron toda clase de tropelías: saqueos a casas de autoridades y vecinos, robos de las reliquias de las iglesias, destrucción de archivos parroquiales, etcétera.
La supuesta causa de esas agresiones era de que Baja California se negaba a jurar la independencia de España, lo que curiosamente dio por resultado que se jurara, bajo esa “extraña presión”, como la califica el historiador Pablo Herrera Carrillo, venciendo así la resistencia de los misioneros, que eran , en el fondo los que más se oponían.
Para concluir es pertinente comentar que es muy revelador del abandono de la península, de su lejanía del centro del país y de la resistencia de los misioneros, el que habiéndose levantado el acta de independencia en la ciudad de México el 28 de septiembre de 1821, todavía el 17 de julio de 1822, casi diez meses después, un comisionado imperial estuviera promoviendo el juramente de ella en Baja California.
También cabe reflexionar que en 1822 en que se juró la Independencia en Monterey y San Diego, California, esas poblaciones formaban parte del naciente México, esto es, nacieron a la Independencia siendo mexicanas, y lo que fueron por espacio de un cuarto de siglo, hasta que en 1848 pasaron a poder de Estados Unidos.
Fuente:
1.- Piñera Rmírez, David. El movimiento de independencia en la lejana Baja California. Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 2010.