La toma de Oaxaca marcó una época crítica para la dominación española en México. "Tenemos en Oaxaca, -escribía Morelos á Bayon- una provincia que vale por un reino, custodiada de mares por oriente y poniente, y por montañas por el sur en la raja de Guatemala, y por el norte en las "Mixtecas". Y cierto que no eran exageradas las apreciaciones del bravo campeón, pues que la provincia que acababan de conquistar sus armas vencedoras, era fecunda en recursos de toda especie. Pero más que en los resultados inmediatos que este triunfo produjo á la causa de la independencia, fijémonos en la posición ventajosa que hizo adquirir á los ejércitos independientes.
Situado Morelos en Oaxaca, podía considerarse como en el centro de un inmenso campo atrincherado por la naturaleza misma, y cuyos dos extremos se apoyaban en los países impenetrables por la aspereza del suelo y condición del clima; países que forman el declive de la cordillera Central inicia ambas costas, presentando un frente con pocas y difíciles entradas, por las cuales podía á su elección desembocar con todas sus fuerzas sobre el punto que más le conviniese. Amenazaba desde allí, como desde un centro formidable, á las villas de Orizaba y Córdova y á la carretera de Veracruz, situada hacia el norte, á la provincia de Puebla, y á los valles de Cuautla y Cuernavaca hacia el noroeste. El Sur, en toda su vasta y abrasada extensión desde Tehuantepec hasta los mortíferos pantanos de Colima, estaba en poder de los independientes, pues que las fuerzas realistas que al principiar el año de 1813 se hallaban cercanas á la Costa grande, fueron empujadas desde Jamiltepec hasta Acapulco por el valor, la bizarría y la pericia de los Bravos. Agreguemos que todo el norte de la provincia de Veracruz, reconocía á los jefes independientes que allí habían alzado su gloriosa bandera.
Tal fue el resultado de la toma de Oaxaca, y remontándonos al origen, tal el fruto de la determinación de Morelos al situarse en Tehuacán, pues que de ahí partió para posesionarse tan felizmente de la antigua Antequera.
Los enemigos de la independencia, al confesar estos grandiosos resultados, han pretendido en vano amenguar el mérito de Morelos, atribuyéndolos á mero efecto de la casualidad, y á los errores de los jefes realistas á quienes hubo de combatir. ¡La casualidad! pues qué ¿el acaso puede disponer solo una serie de operaciones militares eslabonadas y conexas entre sí de tal manera, que las unas parecen ser la consecuencia de las otras? La casualidad, sosteniendo por tanto tiempo lo que es obra del genio, acabaría por convencer á los detractores de Morelos, que la ciega influencia del acaso se ejercía en todo el orden moral! No: ceda la calumnia á la luminosa é incontrovertible verdad, que le queda á Morelos inmarcesible gloria, aun cuando se admitiera la intervención de la ciega fortuna en sus admirables combinaciones. Y ni siquiera puede amenguarse su mérito aduciendo los errores cometidos por los jefes encargados de combatirle, pues que para aprovecharse de los errores ajenos son precisos un tino y un acierto que no pueden proceder más que del juicio y de la reflexión.
El virrey entre tanto, dice el historiador Alamán, obligado a resguardar una larga línea sin poder cubrir todos los puntos amenazados, hubiera tenido que perder sucesivamente unos tras de los otros; y una vez ocupadas las villas, Tehuacán, Tepeaca, Cuautla y Cuernavaca, se habrían encontrad o en muy difícil posición Puebla y México; y si para su defensa hubiera tenido el gobierno que llamar las tropas que tenía empleadas en otros lugares, como lo hizo cuando Hidalgo se aproximaba á México, y cuando tuvo que reunir sus fuerzas para el sitio de Cuautla, la revolución hubiera hecho rápidos progresos en los puntos que hubieran quedando desguarnecidos, y el triunfo de ésta podía tenerse por seguro. Morelos conocía la importancia de su posición; y en su correspondencia con Rayón, se le ve indeciso sobre el plan que debía seguir para sacar de ello la mayor ventaja.
Presentaronsele por aquellos días (Enero de 1813) dos individuos del cabildo de Tlaxcala, con una exposición que "le decidió á mandar á Montaño á ocupar aquella ciudad, mientras podía marchar á ella él mismo, lo que por entonces le impedía el acabar do hacerse dueño de la costa del Sur, vencido el obstáculo de Jamiltepec. Ocupada Tlaxcala, creía seguro posesionarse de Puebla y aun de México, para cuyo fin invitaba á Rayón, para que unido con sus compañeros de la junta, llamase la atención por el lado de Toluca, para que no cayesen sobre él todas las fuerzas del gobierno, como había sucedido en el sitio de Cuautla; ó si esto no podía verificarse, se inclinaba á dirigirse á las villas de Orizaba y Córdova.
Indeciso entre estos diversos planes, acabó por adoptar otro enteramente diverso, y que no podía producirle ventaja alguna, abandonando el teatro de sus recientes triunfos para trasladarse al punto más remoto y por entonces, menos importante del vasto territorio que dominaba, con el fin de proseguir por sí mismo el sitio de Acapulco: empresa lenta, de dudoso éxito, y que aun obtenido el resultado que se proponía, en nada ó en muy poco contribuía al objeto importante de sus miras, no pudiendo de ningún modo compensar la adquisición de aquel puerto, el tiempo que era menester para lograrla, dando á su enemigo el que necesitaba para reunir fuerzas, y combinar mejor sus planes para la siguiente campaña.
Juzgada hoy la expedición de Morelos á Acapulco en 1813, debe considerarse indudablemente como un fatal error que acarreó en lo sucesivo grandes desastres al caudillo y á la causa do la independencia. Pero esta falta no autoriza á sus detractores, para atribuir á la casualidad la larga y brillante serie de sus anteriores victorias, en el curso de 1811 y 1812.
Además, coloquémonos por un momento en aquella época, hagamos un esfuerzo y pongámonos en lugar de los hombres de ese tiempo; revistamos por un momento sus preocupaciones, sus falsas ideas respecto de muchos hechos, sus apreciaciones erróneas—culpa, no de su escaso mérito, sino de la poca instrucción que concedía á los hijos del país una dominación suspicaz, brutal y estúpida—y entonces, y solo entonces podremos apreciar con estricta justicia muchos de los actos de nuestros héroes.
Morelos, al recibir su nombramiento de coronel en Charo, de manos de Hidalgo, recibió también del generalísimo el encargo especial de apoderarse del puerto y fortaleza de Acapulco, y ya hemos visto que su primera campaña, al terminar el año de 1810 y durante los primeros meses del siguiente, no tuvo otro objeto que cumplir las instrucciones del jefe de la revolución. Los escasos elementos de guerra no le concedieron entonces el triunfo; pero una vez fuerte y dueño de Oaxaca, creyó que era llegado el momento de ejecutar las ordenes de Hidalgo, cuya memoria fue siempre en nuestro héroe objeto de un culto constante. Pero hay más en abono de Morelos: entraba en sus planes poseer aquel punto como elemento muy necesario para sus miras; y si le daba la importancia que no tenía, era nacida su creencia de errores que no estaba en su mano evitar. En una carta que escribió desde Yanhuitlán al intendente Ayala, están expresadas sus ideas y revelados los cálculos que le indujeron á marchar sobre Acapulco por segunda vez.
Es indispensable, decía Morelos á Ayala, que tengamos cuanto antes un puerto, pues de su posesión obtendremos inmensas ventajas. El francés ya está en Cádiz, pero tan gastado, que no se repone en dos años que nos faltan, y entonces ya lo esperaremos en Veracruz. El inglés europeo me escribe como proponiéndome que ayudará, si nos obligamos á pagarles los millones que le deben los gachupines comerciantes de México, Veracruz y Cádiz. El anglo-americano me lía escrito á favor, pero me han interceptado los pliegos; y estoy al abrir comunicación con él y será puramente de comercio, á feria de grana y otros efectos por fusiles, pues no tenemos necesidad de obligar á la nación apagar dependencias viejas, ilegítimamente contraídas y á favor de nuestros enemigos. Ya estamos en predicamento firme: Oaxaca es el pie de la conquista del reino: Acapulco es una de las puertas que debemos adquirir y cuidar como segunda después de Veracruz; pues aunque la tercera es San Blas, adquiridas las dos primeras ríase V. S. de la tercera. De suerte que una apreciación errónea, pero de ningún modo el acaso ni la falta de un plan militar, le impulsó á la conquista de Acapulco.
Morelos salió de Oaxaca el 7 de Febrero de 1813, habiéndole precedido dos días los generales Galeana y Matamoros al frente de sus respectivas divisiones. En Yanhuitlán, punto de la provincia de Oaxaca sobre el camino de Huajuápan, quedó de observación el segundo de estos jefes por orden de Morelos, continuando éste su marcha con la división que estaba á sus inmediatas órdenes unida á la del intrépido Galeana.
Fuente:
Eduardo L. Gallo, Editor. Biografías de los personajes notables dese ante de la Conquista hasta nuestros días. Tomo IV. Imprenta de I. Cumplido, México. 1874. pp 99-105