Desconozco la razón por la cual cada vez que se habla de
Siendo Cuajimalpa parte de la enorme ciudad de México, tiene ese ritmo característico de las prisas, habituales en la gran ciudad, pero su aspecto es más bien de un pueblo, un pueblo congestionado de autos en donde no hay un monumento de Cabeza de Águila, pero si existe un pequeñísimo museo precisamente en el lugar en donde estuvieran alojados los principales del ejército Insurgente.
“Mientras los prisioneros españoles y entre ellos García Conde llegaron a la una de la noche a
Este 31 fue el descanso para las tropas rebeldes, abastecerse de alimentos, misas, intentar reparar sus armas y cañones, de revista militar; y a la espera de algún representante del virrey que fuera a dialogar con los caudillos del movimiento. Con el calor del sol, después de varios días de desvelos seguramente los indios y soldados insurgentes trataron de descansar durmiendo para estar listos a la hora de la inminente lucha que se avecinaba con el avance sobre la ciudad.
Las tropas estaban nerviosas y la gente corría a esconderse pero con la llegada de la noche nuevamente se veían desde la ciudad las numerosas luminarias de los insurgentes en la región de Cuajimalpa y con ello la calma de saber que no bajarían a la ciudad”. (1)
Fuentes:
1.- Contreras Esquivel, Otoniel. Miguel Hidalgo y los Insurgentes en Cuajimalpa 1810. Edición del Autor. México, 2009.
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