Llegué a Zamora sabedor de que allí hay una imponente Catedral, de estilo gótico, solo que, cuando estuve frente a ella me di cuenta de lo enorme que es, el impacto es fuerte, muy fuerte, el estilo no es nada común en la zona, o mejor dicho, en todo México, el estilo Gótico clásico. Solo que, a lo que fui a Zamora fue a encontrar la Cabeza de Águila, hubo quien me dijo que si había una, un taxista, solo que me cobraba demasiado por ir hasta allá, no quise arriesgar, pues por lo que me decía no era lo que andaba buscando, como quiera me dijo el rumbo a seguir, hasta allá caminé (mucho) y nada encontré. A casi veinte personas que pregunté, ninguna de ellas me dijo haber visto una, todos me daban la referencia de La Sauceda, comunidad a una docena de kilómetros de Zamora.
“El cura Hidalgo llega a Zamora, donde los vecinos y todas las corporaciones le brindan entusiasta recepción. Esta Villa ya había sido ocupada por los Insurgentes con fecha 10 de octubre, por lo que Hidalgo, tomando en consideración los antecedentes de la referida Villa la eleva a la categoría de Ciudad, mediante decreto expedido el 27 de noviembre de 1810. El párroco de Dolores, durante su estancia en ésta, recibe la suma de $ 7,000.00 pesos y después de ser objeto de grandes demostraciones de afecto y admiración por parte de todo el pueblo, de las autoridades, así como de oír misa de gracias y ostentando ya el título de Alteza Serenísima…”. (1)
¿Cómo es posible que en el lugar en que Hidalgo otorgó la elevación de villa a ciudad no exista la cabeza de águila que recuerde su paso? Con esa duda me quedo, misma que aúno a tantas que he ido teniendo en el recorrido de la ruta de Hidalgo. “Después de la entrada triunfal a Valladolid Hidalgo juzgó posible la toma de la ciudad de México y avanzó sobre la capital. Ya muy cerca de ella, en el cerro de Las Cruces, el ejército Insurgente enfrentó el primer ataque militar importante del ejército realista, que aun cuando en minoría, hizo retroceder a los Insurgentes en las Cruces, para luego inflingirle una costosa derrota en Aculco.
Camino de vuelta a Michoacán, rumbo a Guadalajara, el ejército libertador pasó por Zamora, el paso del ejército insurgente acabó con el hombre más rico dueño de la hacienda de Guaracha. Luis González y González cuenta que: desde los desastres de Urepetiro y de Calderón los Realistas sentaron sus reales en Zamora con don Pedro Celestino Negrete a la cabeza, con la satisfacción de más de algún vecino y la condescendencia de los demás. Don Ruperto Mier se pasó al enemigo. Don José Torres, quiso desalojar a Negrete de Zamora, pero no pudo. En cambio, otros grupos insurgentes acabaron con el opulento don Victorino de Jasso que andaba hecho uno con los realistas.
Tras incendiarles sus casas en Tangancícuaro, le cayeron a Guaracha, lo golpearon con enojo, mataron al hijo que pretendió quitárselos y a él lo dejaron por muerto. Moribundo fue conducido a Zamora y antes de llega a su morada se le cortó el resuello. Al otro Jasso, el presbítero don José Benito lo aprehendieron, lo soltaron y también murió en el camino. Como los rebeldes daban impresión de que querían acabar de raíz con los Jasso, el alférez Morales, yerno de don Victorino, mientras Ignacio López Rayón entraba por una punta de Zamora, él salía de la opuesta con rumbo a Valladolid. Hidalgo había avanzado cada vez más al occidente”. (2)
Fuentes:
1.- Jiménez de la Rosa, Felipe. Ruta de Hidalgo 1810-1811. Lápiz y Papel de México. México, 1960.
2.- Mendoza Briones, María Ofelia y Terán Martha –INAH- Enciclopedia de Michoacán. Instituto Michoacano de Cultura. Morelia, 1999.
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