En 1864 Maximiliano, el que fuera efímero Emperador de México, dio el primer paso; reconoció que aquello que conocemos como El Grito fue el acto mediante el cual la guerra de Independencia dio inicio, tal fue así su interés, que para el 16 de septiembre de ese año llegó a la Villa de los Dolores, una placa recuerda el acontecimiento. Pasó otro medio siglo, el porfiriato estaba a punto de terminar y Luis Castillo Ledón, dentro del marco de las festividades del Centenario, realizó, a medida de las posibilidades de transporte existentes en 1910, un recorrido mediante el cual verificó muchos de los puntos, aunque no todos, por los cuales pasó el cura Hidalgo. Su trabajo quedó manifiesto en el libro publicado cuatro años después de su muerte, en 1918. Estamos viendo la Sierra Madre Occidental cuando se va desvaneciendo en los Altos de Jalisco.
Medio siglo más adelante, 1960, en ocasión, ahora a los festejos del Sesquicentenario, de manera oficial es Francisco de la Maza, académico, crítico, historiador de arte, que hace el recorrido de la Ruta de Hidalgo pero con la visión de engrandecer las joyas arquitectónicas que, a lo largo de la ruta, abundan. En cambio el profesor Federico Jiménez de la Rosa, pueblica en forma personal lo que es su aporte de lo que recabó de información de la Ruta de Hidalgo, la fue poniendo en el mapa; por así decirlo.
"Entre los veintirés individuos que lo acompañaban, apenas se reunian veintisiete pesos, suma miserable para el viaje que se iba a emprender. Se dirigió la marcha rumbo a la barranca de Cuquío. Pasamos por esta gran profundidad en que las cabalgaduras se fatigaron en extremo, y sin medio de reemplazarlas. Hidalgo nos dio el ejemplo, echando pie a tierra y estirando su caballo para proporcionarle algún descanso. Y decía: "Muchachos, éste es el modo de remudar en estos lances." Así, pie a tierra, llegó a un rancho miserable, nombrado San Agustín de las Calabazas, en el cual no se halló más recursos que unos cuantos aguacates. El señor Hidalgo quitó las armas de palo de su silla, las tendió, se sentó en ella a comer su aguacate, único que le tocó, porque quiso se repartiera aquel miserable auxilio de un modo proporcional, entre los que formaban su comitiva. Se siguió el camino hasta tocar el pueblecito de Cuquío.
La iglesia tiene la puerta principal muy inmediata al camino y por eso se advirtió gran movimiento, como de una solemne función. Se preguntó su objeto, y se supo que era una rogación a Dios por la vida de Hidalgo, porque ya sabían la pérdida de la guerra en Calderón, pero ignoraban la suerte del generalísimo, con cuyo nombre era conocido. A esto, Hidalgo, muy reconocido a semejante acto, dejó recado al cura del pueblo, diciendo que no le avisaran, porque hallándose en el altar y en un acto tan solemne y santo, no era prudente distraerlo; y, además, que iba de prisa y no podía perder momento". (1)
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La ruta continuó entre laderas, colinas, montañas, cañadas... fue agotador, agreguemos a eso la desmoralización luego del "desastre de Calderón", el poco descanso, las penalidades que se vivieron una vez salidos de Guadalajara y, esa noche, según reza la placa de la casa en una de las esquinas del Jardín Principal de Jalpa, Zacatecas, finalmente pudo descansar.
El recorrido siguió hacia la que fuera Villa de Huajúcar, hoy ciudad de Calvillo, lugar en el que vemos en su plaza principal, frente a la Presidencia y muy cerca de su muy hermosa Parroquia, la estela de Cabeza de Águila, la cual ha sido protegida y colocada en un lugar privilegiado, como privilegiados son todos los 260 sitios en donde, según la teoría, se colocaron los monumentos, cosa que, ahora que hacemos el recorrido punto por punto, nos damos cuenta de que, al modo burocrático (flagelo de México) eso quedó sólo en papel. Muchos de los monumentos son inexistentes.
A la salida de Calvillo, aunque con una noche de descanso, el panorama que se presentaba no era nada sencillo de transitar, entre los remanentes de la Sierra Madre, de la Sierra Fría, por allí sería el trazo que se determinó seguir, en una sola jornada desde Huejúcar (Calvillo) hasta San José de Gracia, lugar en donde, finalmente, el cura Hidalgo podría descansar. Desanso que era posible gracias a que el desalmado, pero fiel torero, mozo de cuadrilla, Agustín Marroquín vigilaba la puerta y el sueño del cura Hidalgo.
Se dice que un vencino del pueblo de San José de Gracia, Simón de Lara, el cual era conocido por Hidalgo desde Dolores, y que le acompañó durante todo el recorrido, fue quién facilitó las cosas para que llegaran a este pueblo y allí poder descansar, cosa que sucedió; luego de cruzar la abrupta geografía de lo que actualmente es la parte occidente del estado de Aguascalientes. Misma que estamos viendo en la fotografía.
25 de enero de 1811 se marca como el día de aquella junta en una de las salas de la otrora fastuosa Hacienda del Pabellón, propiedad de uno de los Iriarte, hermano de José Rafael Iriarte, el mejor conocido como Cabo Leiton, mismo que, se suponía, era el representante del movimiento Insurgente en esa zona de la Nueva España. Rafael Iriarte, personaje controvertido que a decir de Juan Antonio Martínez de la Serna era un traidor, inflitrado por el gobierno de los Estados Unidos (2). La escena que vemos fue tomada en la Hacienda del Pabellón, lugar donde se ubica una Cabeza de Águila, justo a la entrada de lo que ahora es el Museo de la Insurgencia. Gran casualidad fue captar a estos jinetes, 6, pasando frente a la misma. Nota, 6 eran los jinetes que se juntaron en ese sitio, donde fuera despojado del mando el cura Hidalgo.
Hidalgo ya no encabezando el contingente. El ya no dirgía el movimiento salió por uno de estos caminos en rededor de la Hacienda del Pabellón, ahora la dirección que se había determinado tomar era la de Zacatecas, la segunda ciudad más rica, luego de Guanajuato, que tenían las provincias de la Nueva España. Nadie imaginaba que esa riqueza, producto de las minas, estaba ya abandonada. Todos temían el enfrentamiento, sea del bando realista que del Insurgente, al final todo acababa en devastación, saqueo, robo y violación.
El siguiente punto que encontramos marcado con una estela de Cabeza de Águila en territorio hidrocálido fue en el otrota arroyo de Arámbulas. Aquí nos detendremos a leer que: "El obejto de Hidalgo era llegar a Zacatecas. Este punto era el destinado para la reunión en un caso desgraciado, que al fin se verificó. Se llegó, pues, a la ciudad, donde se permaneció algunos días, en los cuales se fueron reuniendo algunos jefes y soldados. Como en la expresada ciudad se había dado el grito de independencia, los europeos se habían salido, quedando varios almacenes, los cuales se mandaron realizar. Ya de esto, o de los giros de minas y otros recursos, se reunió una cantidad respetable para seguir adelante. En cosa de unos días se pudieron unir cosa de mil doscientos buenos soldados, y lo mismo jefes, oficiales, y generales, que en el camino se iban reuniendo.
Arreglada lo mejor posible aquella división, se emprendió la marcha para el Saltillo, no sin pensar en lo escaso de recursos de este tránsito estéril y dilatado. Se previnieron bastantes carretas de forraje, como rastrojo, que es lo único que se encuentra en esos terrenos. Se previno por fin todo lo que pareció necesario, no teniendo en cuenta lo ingrato del terreno que íbamos a atravesar ni la porción de carruajes y familias que nos seguían y que eran tantos enemigos de los recursos que se habían reunido con tanto afán. Los primeros días de nuestra marcha fueron contentos y divertidos.
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Cada posada era una población compuesta de familias conocidas, paisanos los más, unidos en sentimientos y en ideas, resuletos del todo a una larga y tal vez eterna emigración. Todos contentos, teniendo, sin embargo, algunos intervalos de pesadumbre por dejar la patria y su causa, no desconfiaban del todo de una oportunidad que les diera ocasión de volver pronto a defender de nuevo los derechos de la patria, ultrajados durante trescientos años por nuestros injustos dominadores. Con estos y otros razonamientos se alentaba de nuevo el entusiasmo, que hacía olvidar las penalidades y trabajos hasta allí sufridos con la mayor constancia. Hubo en estos días un acontecimiento inesperado que no dejó de causar serios temores en alguna parte de aquella división. Apareció un cometa por el norte. Estos cuerpos celestes, en aquella época, no eran verdaderamente conocidos de todos, y la generalidad de las parte poco ilustrada atribuía a estas apariciones presagios tremendos, indicados por el color de su cabellera. Las señoras que iban, bien educadas, de finos modales, rodeadas de hermosura y gracia, no tenían aun la libertad de llegar a esos conocimientos y participaban un tanto en la creencia del influjo que tenían tales fenómenos en la suerte o trastorno de las naciones.
El general Juan Aldama, hombre simpático, de un carácter festivo y amable, llevaba amistad con todos, y su genio, siempre alegre, así como otros compañeros de buen humor, sirvieron de mucho para desterrar el terror y desaliento que se iba introduciendo. Hidalgo, después de dejar arreglada la división que se había formado en San Luis Potosí, en donde lo llamaban algunos negocios de importacia. Dejó determinada la marcha y el rumbo que la tropa debía llevar, asegurando que en el camino nos alcanzaría, tomando diverso camino, pues el que tomó la división fue el de La Blanca. (3)
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En la fotografía estamos viendo la Cabeza de Águila que está instalada en el Jardín Principal de Rincón de Romos, Aguascalientes.
Y es así como, con los antecedentes ya marcados, nos estamos adentrando una vez más al estado de Zacatecas, esta vez, con rumbo a la capital de la Intendencia...
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Fuentes:
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1.- Gacía, Pedro. Con el cura Hidalgo en la guera de independencia. FCE. México, 1982.
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2.- Martínez de la Serna, Juan Antonio. Hidalgo el sefardita. Edición del autor. Aguascalientes, 2010.
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3.- García, Pedro.Con el cura Hidalgo...