319.- Marco este monumento con el número 319 porque aun no siendo dedicado a Hidalgo, él aparece al lado izquierdo; se trata de un curioso monumento al que fuera el primer presidente de México: Guadalupe Victoria. Se localiza a espaldas del templo de Santa María la Redonda, sitio en el que, hace tiempo, se localizaba el Panteón de Santa Paula. Ahora ese panteón es en parte banqueta, andador, parque y lateral del Paseo de la Reforma Norte. Allí fue sepultado originalmente José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, más conocido como Guadalupe Victoria; bueno, eso dicen, y que es la razón por la cual decidieron colocar allí el monumento, para recordar que allí, por breve tiempo, descansaron sus restos. Pero hay un detalle, las biografías de Victoria no dicen que estuviera sepultado allí, más aun, leyendo la descripción que sobre ese campo florido hizo Manuel Rivera Cambas, menciona solamente el dato, anecdótico, de que allí fue sepultada con honores la pierna de Antonio López de Santa Anna, no menciona nada del primer presidente de México. Creo que estamos ante un caso más de desconocimiento de la vida de los personajes de la Independencia y sus monumentos.
"Desde épocas lejanas fue mal recibida la práctica de sepultar cadáveres dentro de las poblaciones y de los templos, con perjuicio de la salubridad pública; pero solamente se consiguió que los cadáveres sacados de los hospitales y otros de pobres, fueran enterrados en sitios algo distantes del centro de la población; los gobiernos simularon la transgresión de las prescripciones higiénicas, hasta que en 1842, órdenes terminantes arreglaron el establecimiento de cementerios en la capital y en los Estados. El panteón de Santa Paula, en el verdadero sentido de la palabra, fue construido después de los de San Fernando y San Diego. Este panteón, situado en el mismo lugar donde antes estaba el campo santo de Santa María la Redonda, fue uno de los de más nombradía en esta capital.
Establecido el cementerio de Santa Paula por el Arzobispo D. Alonso Núñez de Haro y Peralta, fue propiedad del Hospital de San Andrés para que allí se enterrara a los infelices que fallecieron en el establecimiento. Entonces era simplemente un campo rodeado de muro, con una pequeña capilla para los sufragios que se quisieran hacer por los difuntos; la yerba crecía sobre los sepulcros abandonados y si algunas personas notables elegían aquel campo para morada, era para mostrar humildad. Hasta 1836 fue declarado cementerio general con el título de Santa Paula, poniéndose de acuerdo el Ayuntamiento y el vicario capitular; comenzó a servir al público el 19 de noviembre de aquel año y se ejecutaron algunas obras para hacer el lugar propio para su destino y digno de la capital, queriendo formar un panteón; las obras empezaron en marzo de 1837 y siendo vasto el proyecto no se terminaron.
"Ya desde el siglo pasado se había dedicado solemnemente el cementerio o campo santo del camposanto con la capilla situada en su centro para servir al hospital de San Andrés, el paraje escogido para ese campo santo se llamaba de Santa Paula y estaba fuera de la acequia madre y de poblado. La mañana del 25 de febrero de 1786 se dirigió a este sitio su Illma. acompañado de varios canónigo, y en la puerta lo esperaban con cruz, ciriales y acetre, el examinador del Arzobispado, D. Juan Rodríguez Gallardo, el rector de la Universidad y el cura de Santa María la Redonda, sus vicarios y otros muchos sacerdotes; el señor Arzobispo vestido de medio pontifical asistidos por varios eclesiásticos con capas pluviales, bendijo solemnemente la capilla y después el cementerio, con arreglo a lo dispuesto por el pontifical romano; después de la bendición cantó la misa solemne el capellán D. Isidoro J. Blanco. A esta función asistieron porción de personas distinguidas y gran número de individuos del pueblo.
La capilla fue titulada del Salvador, tuvo de largo diez y seis varas y ocho de ancho con igual número de alto; adornábala un retablo y mesa de altar para decir misa, se habían hecho treinta y cinco sepulturas por si algunas personas pudientes tenían la humildad de mandarse enterrar en ellas. El cementerio midió al principio doscientas setenta varas de largo y ciento cuarenta y una de ancho, dimensiones que después crecieron considerablemente; sus paredes eran de cal y canto, de cinco varas de altura y se construyeron dos habitaciones para los sepultureros. Con la campana que estaba en la capilla era llamado el vicario de la Parroquia de Santa María, cada vez que llevaba el carro cadáveres del hospital, siendo de notar que esos cadáveres eran conducidos solamente por la noche; a la luz de las linternas verificábanse las exequias en la forma debida y al oír el toque de la campana, todos hacían sufragios por aquellos a quienes se les tributaban las últimas ceremonias".
"El panteón de Santa Paula ocupaba una superficie de treinta y siete mil quinientas varas cuadradas, su forma era de un paralelogramo, cuyos dos lados mayores están de Oriente a Poniente; tenía dos entradas, la principal hacia el Oriente y la otra en el costado del Sur. La compra del terreno y la construcción de la capilla, costaron cerca de quince mil pesos, pagados por el señor Arzobispo. Ese panteón, llamado también campo de San Andrés, fue el más amplio de la capital durante muchos años, y no ha acabado de ser destruido sino hasta el año pasado de 1881, aunque no se enterraba allí hacia diez años, con motivo de la aplicación de las leyes de reforma.
La construcción de los nichos se extendía en gran parte del perímetro, pero quedaba un lado en que nada se había formado. Los nichos o sepulcros estaban colocados en tres órdenes horizontales debajo de un portal techado por vigas y sostenido por columnas de cantería, formando un tránsito para que el sitio pudiera visitarse con comodidad; el número de nichos llegó a mil seiscientos sesenta y cinco; en junio de 1858 quedó casi destruido el panteón, a consecuencia del temblor. En un grande osario eran encerrados los restos extraídos de los nichos arrendados.
"Una de las ocasiones en que sirvió mucho aquel panteón, fue en la invasión del Cólera en el año de 1850, cuya epidemia duró en la capital setenta y nueve días, desde el 17 de mayo al 2 de agosto, hubo treinta mil seiscientos treinta casos y fallecieron siete mil seiscientos de los atacados, siendo por término medio noventa y ocho los fallecimientos diarios en ciento setenta y nueve casos que acontecían poco más o menos. El cólera comenzó por cinco casos, ascendió hasta seiscientos treinta y uno en el trigésimo segundo día y en el último se dieron otros cuatro. A esa epidemia no se le puede señalar con exactitud el día que comenzara, pues desde el 28 de abril se enfermó de ella en la calle de Venero Josefa Huidobro y el día cuatro en la calle de la Buena Muerte Antonio Tovar; se siguieron otros muchos casos, siendo de notar que la epidemia comenzó a desarrollarse por el Oriente de la capital; del 10 al 30 de junio llegaron a morir diariamente doscientas personas, y el 24 de ese mes, día de mayor mortandad, fallecieron doscientos noventa y ocho.
Para enterrar tanto cadáver, se abrían anchas fosas que en la noche eran cerradas, dejando en el interior la multitud de cadáveres, además de los que eran depositados en las gavetas y sepulcros en el gran patio. Cuando fue destruido el panteón, se temió que aun quedaran miasmas y que la terrible fiebre del cólera volviera a aparecer, pero felizmente no ha sido así. Ese panteón estuvo de moda durante muchos años, allí eran enterrados los vecinos más notables, en su centro se elevaba una bonita capilla que aun se conserva en pie; los pilares situados frente a la puerta principal, tenían esculpidos los caracteres y signos de la muerte: canillas, calaveras, esqueletos y también signos de la iglesia, como tiaras, cruces, hisopos y otros, todo lo cual impresionaba mucho al penetrar en aquel recinto de la muerte.
"El panteón de Santa Paula estaba rodeado de altas tapias y de una ancha acequia, sobre la cual había un puente de madera que servía para la entrada; al penetrar seguía una calzada enlosada con balaustrados de mampostería a uno y otro lado, con hileras de naranjos, rosales, mirasoles, jazmines y violetas, y en el fondo aparecía la capilla mortuoria. Al rededor del cementerio había una extensa galería en cuyo fondo estaban los nichos de los muertos, cada uno cubierto con una lápida de mármol o metal, en que estaban escritos epitafios y poesías con letras de oro, plata y esmalte. Allí durmieron silenciosamente por largo tiempo varias generaciones reunidas, agrupadas, convertidas en polvo.
"Entre los sepulcros notables, se desprendía un catafalco gótico con sus ventanas ojivas, con agujetas delgadas y primorosas; otro monumento notable fue el que se levantó para guardar la pierna que el General Santa Anna perdió en las calles de Veracruz, combatiendo a los franceses, resto que fue extraído en el siguiente año cuando la revolución sopló en sentido contrario a la fortuna de aquel general; una columna blanca y esbelta se levantaba sobre el sepulcro.
"El panteón de Santa Paula, por su ubicación, constituía para los vecinos de la capital un amago y un peligro para la salubridad pública; las emanaciones constantes, principalmente del rumbo del Norte, envenenaban el aire que siendo reinante en México, sin duda causaba males de trascendencia. El terreno del cementerio de Santa Paula, con el transcurso del tiempo, con la inmensa cantidad de cadáveres allí sepultados y por la costumbre de poner cal y cisco en los ataúdes, se había transformado en un misto muy poroso y los miasmas se escapaban libremente a través de la tierra infecta y húmeda, volviendo corrupto el aire que bañaba a la capital; el panteón había sido clausurado varias veces, aunque de hecho continuó sirviendo durante muchos años; pero en 1871 se mandó que fuera definitiva la clausura, y que los panteones quedaran solamente al sur, cerrándose también entonces el de Los Ángeles.
"Desde esta época quedó para siempre abolido en el Distrito Federal el sistema de nichos en los cementerios y panteones, porque la ciencia demostró que los gases que se desprenden de los cadáveres en los nichos no sufren la alteración que los de los sepultados en la tierra, sino que, escapándose por los intersticios se mezclan con el aire o por la ley de capilaridad traspasa los líquidos en los materiales con que se construyen los nichos. Los existentes no fueron destruidos desde luego, sino que se resolvió esperar por lo menos cinco años tiempo que fue aun mayor para el de Santa Paula.
"Este panteón que se quiso fuese un adorno de la capital, llegó a ser una obra ruinosa, incompleta, no se notaba allí vigilancia ni cuidado, creciendo la yerba en el suelo como en inculto campo; tenía un aspecto de repugnante desolación, desconsolador y repulsivo; la fachada, aunque menos vulgar, daba a una calle sucia, atravesada con una zanja de aguas corrompidas y verdosas. Tal era nuestro panteón principal hasta hace pocos años, y hoy no queda ya más que escombros, ruinas sobre las cuales van a levantarse edificios y a pasar una calle que ya se está abriendo". (1)
Pero... ¿estuvieron los restos de Guadalupe Victoria en el Panteón de Santa Paula, según lo informó en una nota el periódico Excélsior? Al parecer no, pues en las biografías consultadas de este personaje, se indica que estuvo enterrado en Perote, Veracruz, lugar en donde murió, luego trasladados sus restos a Puebla para luego ser enviados a México, para la Rotonda de los Hombres Ilustres y de allí pasar a la Columna de la Independencia. Carmen Saucedo Zarco, en una síntesis sobre los restos de los héroes de la Independencia publicada en el portal del INEHRM, no menciona que hayan estado depositados en Santa Paula, en cambio dice que los de Leona Vicario sí estuvieron allí.
"Guadalupe Victoria, 57 años, criollo. Murió de apoplejía el 21 de marzo de 1843 en el Fuerte de San Carlos en Perote, Veracruz, donde fue enterrado en su capilla. El Diccionario Porrúa señala que en 1863 sus restos fueron trasladados a Puebla por el general Alejandro García, sin embargo, se trataba únicamente de los ojos y la lengua que estaban en la capilla, en 1923, sus restos fueron exhumados de la capilla del Fuerte de Perote y trasladados a la ciudad de México, donde recibieron homenaje tanto militar como en la Cámara de Diputados; se sepultó en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en donde fue exhumado en septiembre de 1925 para ser llevado al Monumento a la Independencia". (2)
Fuente:
1.- Rivera Cambas, Manuel. México pintoresco, artístico y monumental. Tomo II. Imprenta de la Reforma. México, 1882. p.67-70
2.- Saucedo Zarco, Carmen.Apuntes para una historia de los restos mortales de los héroes de la Independencia. Mayo, 2010.
Lo lamento, pero el que usted reseña no es ningún monumento a Guadalupe Victoria. Se trata por el contrario del monumento a Ignacio Allende realizado en 1990 por el escultor Salvador Andrade.
ResponderEliminarhttps://jorgalbrtotranseunte.wordpress.com/2015/11/27/monumento-a-ignacio-allende/
Muchas gracias por la aclaración.
Eliminargracias por el dato crack XDD
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