jueves, 29 de octubre de 2015

El árbol de Hidalgo en la Hacienda de Burras, Guanajuato

  Hace cinco años estábamos en el año del Bicentenario, y fue en ese año cuando hice un recorrido por buena parte de la Ruta de Hidalgo en busca de las estelas Cabeza de Águila que lo marcan. Fue andar del tingo al tango, fue pedir aventones y perderme en los caminos, fue caminar mucho y consultar en libros, revistas, periódicos y preguntar a mucha gente, prácticamente toda la que me encontraba en esos caminos, si sabían en dónde estaba una de esas estelas. La respuesta casi siempre que el tradicional "no sé", la mayoría, por no decir que todos mis entrevistados, no tenían la menor idea de lo que yo buscaba, les explicaba y alguno, ya con la idea más clara me decía si la había visto y así fue, digamos que "hilvanando" la ruta. Aclaro que no la hice religiosamente siguiendo la número 1, 2, 3, 4... etc., sino lo hice a como buenamente lo pude hacer, fue así como llegué hasta San Luis Potosí, luego el recorrido se volvió virtual.

  El ir recorriendo la Ruta y, sobre todo, consultando libros locales, historias regionales, fue que supe de los muchos monumentos "itinerantes" que se le han levantado al Padre de la Patria, digo que itinerantes porque, por alguna extraña razón, cuando el cura no lo era y era niño, anduvo por muchos sitios, creo que desde entonces andaba por los caminos, siendo niño, luego, como sacerdote, igual lo movían, regularmente por su mal comportamiento lo mandaban a lugares lejanos, vg, Colima, Apaseo, San Felipe. luego, montado en su caballo o en diligencia, recorrió la ruta que yo andaba recorriendo, al final, desde Monclova el recorrido se volvió una tortuosa caminata. Y allí es donde viene esa cosa extraña pues ya sea en estatua de bronce que de mármol o de fierro, las mueven, siguen de un lado al otro dentro de la población, eso lo he visto en una buena cantidad de poblaciones. Y ni que decir de sus restos...

  Y algo que era, más que sorprendente, curioso fue lo de topar con los árboles asociados a Miguel Hidalgo y el movimiento de insurrección por él iniciado. El primero está justo a una docena kilómetros de Dolores Hidalgo, en la hacienda de La Erre, en donde se dice que ofició una misa por haber sido el 16 de Septiembre un domingo y él, como presbítero que era, oficiaba religiosamente (en el más estricto sentido de la palabra) todos los domingos. Cosa que es mentira pues se sabe bien que él no oficiaba desde hacía algún tiempo, el administraba la parroquia, y tenía a su teniente de cura para el oficio de la misa, como quiera la imagen de Hidalgo está plagada de fantasías, exageraciones y mitos, este es otro más, lo de las misas y... más aun, misas que se oficiaban al aire libre debajo de un árbol.

  La segunda útopica y ya mítica misa y su respectivo árbol es el que vemos en las imágenes, se trata de un Huizache en la ex Hacienda de Burras, que ahora es la comunidad de San José de Llanos, y se dice que ocurrió la mañana del 28 de Septiembre, antes de la Toma de Granaditas. El siguiente árbol mítico hasta nombre tiene: Palo Bendito y hasta el que era Gobernador del Estado de México en el Bicentenario mandó trasplantar "hijos" de ese árbol en cada cabecera municipal de ese estado, el Palo Bendito se encuentra a un costado de la autopista Polotitlán-Atlacomulco, a la altura de Aculco. Y la razón es que la tradición y no la historia, dice que allí ofició misa antes de la derrota del 7 de Noviembre. Seguirá un árbol más luego de la otra derrota, la de Puente de Calderón y a ese árbol se le conoce con el nombre de El Guamuchil del Cura Hidalgo, ese está en Apozol, Zacatecas. Sigue uno más, en Monclova, es un mezquite y se dice que allí estuvo encadenado don Miguel, y el último está en La Cruz, Chihuahua, es otro mezquite.

  Curioso, me parece curioso que todos esos árboles que han sido emblemáticos y, peor aun, los árboles en general, no les demos el respeto debido... así de complicados somos en este país del que somos ciudadanos.

lunes, 26 de octubre de 2015

Cabeza de Águila 78 ¡Recuperada! en San Pedro de los Metates, Estado de México.

   Una vez más, gracias a un lector de este espacio, recibo estas fotografías que hoy comparto contigo y te cuento una historia, fue algo que a mi me sucedió en 2010, cuando andaba recorriendo los rumbos del Estado de México en busca de las estelas de Cabeza de Águila. La ruta la tenía ya establecida pues ya había dado con el libro -que encontré en oferta- del profesor de la Rosa, en donde hace un recuento de la Ruta de Hidalgo en base a esas postas que se establecieron a raíz de los festejos del Sesquicentenario de la Independencia en 1960. Él no formaba parte del comité de SEP ni del INBA, que era la Secretaría y el Departamento, respectivamente, que estaban a cargo del programa; lo suyo fue una colaboración propia en esos festejos del 150 Aniversario, como fue el caso mío y este blog, en el Bicentenario. Así pues, sabía bien los lugares que debería recorrer por el Estado de México, cosa que, por cierto, no fue nada fácil.

   Había hecho una visita anterior, no en busca de Cabezas de Águila, sino del Cristo negro de Xilotepec. Había estado en diversos sitios del Estado pero en la zona conurbada con la ciudad de México, había pasado por Malinalco y Tepotzotlán, pero no tenía idea de la complicada geografía dada su orografía de esa región de México así que, en una ocasión, tuve que recorrer tres veces el mismo día el camino entre Ixtlahuaca y San Felipe pues me confundí mucho en la orientación, como quiera, al final, recorrí, no en orden, pero si recorrí todo el trazo de la Ruta de Hidalgo.

  Cuando llegué a Acambay, como tenía anotado en mis apuntes tres o cuatro sitios distintos en el mismo municipio, decidí ir a preguntar a la Casa de la Cultura si sabían de la existencia de las estelas. No recuerdo con quién hablé, si fue el director o el subdirector, pero esa persona me aseguró que en el municipio de Acambay no había ni una sola estela. La respuesta fue contundente, así que, yo lo creí... y no, pues me subí a un suburbano y fui a un pueblo llamado San Pedro de los Metates que en mis apuntes traía anotado.

  Luego de haber visto una buena cantidad de estelas en distintos sitios, sabía que en aquel 1960, las escuelas rurales estaban muy esparcidas, o, en todo caso, los pueblos en donde se localizaban eran más bien de corta población comparando con los números del 2010 y que el programa de la Ruta de Hidalgo, siendo de la SEP, las estelas las habían colocado en el terreno de la escuela, así que en San Pedro no podía ser la excepción, comencé a revisar la zona frente a la escuela, y vi un monumento que no era el que buscaba, sino uno del programa de potabilización del agua y algo noté detrás de él y me aproximé. Era la Cabeza de Águila que estaba derribada o que, habían dejado allí cuando pusieron la toma de agua; medio cubierta por algo de maleza, solo despostillada de una parte. Fui entonces a la escuela, no estaba el director, hablé con una maestra, recuerdo que era muy joven, seguramente recién egresada de la normal, le dije de la importancia del monumento y lo representativo que sería rescatarlo, tomé algunas fotos y regresé a Acambay, busqué a la misma persona de la Casa de la Cultura y le dije que sí había una en San Pedro de los Metates.

  Pasaron dos o tres años y un día recibí un correo, de una persona que me preguntaba datos sobre la estela en San Pedro pero, ocurrió que al día siguiente mi cuenta fue hackeada y no la pude recuperar, perdí todo el contacto con la persona que me decía del rescate de la Estela. Ahora, en este fin de semana que acaba de pasar, me llegan fotos de la estela de San Pedro de los Metates que está, efectivamente colocada en un pedestal.... solo que, pequeño detalle, el pico lo colocaron al revés. Quizá sea lo de menos que no esté apuntando hacia Acambay, que según el trazo original, era a donde seguía el ejército Insurgente. Lo importante es que esta Estela de Cabeza de Aguila fue recuperada y eso me da gusto.

viernes, 23 de octubre de 2015

Una de las tantas curiosidades ocurridas en tiempos de la guerra de Independencia

  En este espacio hemos dado cuenta del traslado de osamentas, específicamente de las de Miguel Hidalgo y de otros de los caudillos que participaron en la guerra por la Independencia de México, pero esta vez lo haremos, si bien de osamentas, no enfocado a ningún héroe o caudillo, sino a los santos de la Iglesia Católica y su curiosa (por no decir otra cosa) tradición de venerar restos óseos y objetos que fueron propiedad de algún santo, beato, venerable o siervo de Dios; lo hago debido a que encuentro, por mera casualidad, una fecha en una de esas osamentas que de inmediato la asocio al tiempo en que creemos todos estaban inmersos en la problemática de la guerra que llevaba sus diez años, pero no fue así.

  Sabemos que una de las principales rupturas que hubo en la Iglesia fue aquella iniciada por Lutero pues él se dio cuenta del tráfico de reliquias y prebendas que había en Alemanía, ante su furioso grito vino el quiebre y se inició el Luteranismo, vendrían luego más dispersiones, sea por las liviandades del Rey de Inglaterra, que creó el Anglicanismo, que por lo dicho por Erasmo y demás personajes.

  Pero eso ocurría en Europa, acá en el Nuevo Mundo y específicamente en la Nueva España, la Iglesia seguía acumulando bienes, y comprando reliquias pues se pensaba que mientras más objetos de este tipo tuviera, más importancia representaría para los fieles seguidores orar ante huesos, calaveras, astillas, pedazos de trapo, bastones y cuanta cosa nos podamos imaginar.

  El tema me parece, como tantos otros, fascinante, y lo he desarrollado en los otros blogs que mantengo; ahora lo hago aquí precisamente por los restos que ahora vemos en la imagen, son los de San Vital, santo patrono de los estudiantes universitarios, restos a los cuales, se hizo tradición llevarle copia del título una vez obtenido en la Universidad.

  Son muchos, muchos los huesos, es decir, las reliquias que conserva la Catedral Metropolitana que  en sus varios siglos de existencia ha ido acumulando y específicamente los de San Vital (San Vito) me llaman la atención porque fueron exhumados de las catacumbas romanas el 13 de diciembre de 1819, lo cual quiere decir que en 1820 llegaron a México (al menos eso es lo que creo) con lo cual comprobamos que las preocupaciones por estos rumbos no eran precisamente la guerra por la Independencia.

  Si el tema te interesa te recomiendo leer este artículo del INAH. Y este otro del la propia Catedral Metropolitana. Y este de la Arquidiócesis de México.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Cabeza de Águila No. 40 ¡Encontrada!

  Esta vez, gracias al comentario que me deja un lector, veo que, efectivamente, hay una estela de Cabeza de Águila en la ex Hacienda de Tepetongo, en el municipio de Contepec, Michoacán. le corresponde el número 40 del conteo que hice en el año del Bicentenario.  Fue justo en estos días de octubre que el ejército insurgente pasaba por esa hacienda, ya había ocurrido en encuentro de Morelos con Hidalgo en Charo, ahora los insurgentes llevaban por destino la ciudad de México, llegaría a Ixtlahuaca, luego a Toluca y de allí a la célebre batalla del Monte de las Cruces, todo eso en octubre de 1810. 

lunes, 12 de octubre de 2015

El timbre conmemorativo del CCL aniversario del natalicio de Morelos

   Sabemos bien que estamos conmemorando en este 2015 dos aniversarios de tipo jubilar (por ser submúltiplos del 100) del Siervo de la Nación, José María Morelos y Pavón; uno, el de los 250 años del Natalicio, que acaba de ser el 30 de Septiembre, el otro será el 22 de Diciembre y serán los 200 años de su ejecución. Efectivamente, Morelos vivió 50 años. Con tal motivo hubo una ceremonia (habrá otra) para la cancelación del timbre conmemorativo, fue en el bosque de Chapultepec y esto fue lo que reportó Notimex:

 México, 30 Sep (Notimex).- A 250 años del natalicio de José María Morelos y Pavón, el presidente Enrique Peña Nieto encabeza la ceremonia conmemorativa. El Ejecutivo Federal montó una guardia de honor en el monumento a Morelos, ubicado a un costado de la calzada del Castillo de Chapultepec, y canceló un timbre postal conmemorativo, “250 Aniversario del Natalicio del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón”. A su vez, el titular de la secretaría de Desarrollo Social, José Antonio Meade Kuribreña, enfatizó que este es un día de remembranza, de celebración, donde se festeja el legado intelectual y político de Morelos centrado en las nociones de “igualdad y libertad que siguen siendo valores centrales de nuestra República”. Al respecto, subrayó, que la estrategia del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene como finalidad erradicar de manera progresiva las carencias y en consecuencia asegurar el acceso pleno a los derechos “que la Constitución y las leyes que nos rigen confieren a todas las mexicanas y a todos los mexicanos”.

  "Puntualizó que el objetivo de la política social es el de empoderar a los connacionales “para que ejerzan a plenitud sus derechos y puedan asumir las riendas de su propio destino con autonomía y dignidad”. En ese sentido, apuntó que la política social del presidente Peña Nieto recoge los principios forjados en la historia del país “en la Independencia, la Reforma y la Revolución, y les da vigencia en nuestro tiempo”. De manera que es una política que no está concebida como un conjunto de acciones del gobierno federal sino como una estrategia que involucra a los tres órdenes de gobierno, a la sociedad civil y al sector privado. Que el México que el presidente ha convocado a construir es un México incluyente, donde la igualdad no consiste solamente en que cada ciudadano tenga los mismos derechos ante la ley, sino sobre todo que cuente con los elementos necesarios para ejercerlos. (NTX/ARM/VGV/GZP)

  Estaremos pendientes para ver la emisión conmemorativa del CC Aniversario Luctuoso del Generalísimo Morelos.

viernes, 9 de octubre de 2015

Don Francisco Hidalgo Vendabal, bisabuelo de don Miguel Hidalgo y Costilla

  Fue durante las Fiestas del Centenario que a la imagen del Cura de Dolores, del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla se le dio una patina de oro en su imagen de bronce, a ella se le agregaron ciertos estudios en los que inicia buena parte de la ahora leyenda de las Paternidades del Cura, mismas que fueron desmentidas luego de varios estudios genealógicos y de profunda averiguación en los Archivos Parroquiales de distintos lugares de México. Correspondió a los festejos del Bicentenario bajar la imagen de Hidalgo de ese pedestal de mármol a la estatua de bronce y ver al personaje como tal: en carne y hueso. Ahora y a distancia de un festejo y del otro, hago un breve resumen de un largo resumen que de una de las obras más comentadas en las Fiestas del Centenario en las que se estudia al personaje pero no veremos propiamente al Pater Patris, sino a su abuelo al que, luego de mucho tiempo, logra localizar De la Fuente en un pueblo del Estado de México. La historia, aunque llena de episodios épicos, en el que no puede faltar el blanquísimo pañuelo, la tierna viejecita y el tranquilo pueblecito, entre otros elementos propios de la narrativa romántica del XIX (aunque fue escrito después); como quiera nos da una buena cantidad de información:

  La historia comienza en Tejupilco, al comenzar en el último cuarto del siglo XIX. “Una tarde calurosa de febrero, ya casi “pardeando”, se apeó un viajero de su caballo en la plaza del rústico pueblito, junto a un copudo trueno. La vestimenta de este personaje evidenciaba el hombre citadino, acostumbrado al traje de fino paño, el chaleco formal, la camisa almidonada y la ancha corbata luciendo el infaltable fistol; todo ello a pesar del bochorno de la región, que es considerada la puerta de la Tierra Caliente. El único indicio de que el viajero sabía los terrenos que pisaba, era un sombrero de amplias alas, para defenderse de la resolana” (1). El personaje al que se refiere es José María de la Fuente, autor de uno de los libros “clásicos” del Centenario: Hidalgo íntimo. Andaba en busca de los ancestros de Miguel Hidalgo y Costilla.

  “Si se calcula el nacimiento del Br. De la Fuente hacia el año 1843 (como él mismo lo deja entrever en la nota de la pg. 342 de su “Hidalgo íntimo”), concluimos que su labor investigadora abarcó casi 40 años hasta el día de su muerte, acaecida en el año de 1916. Efectivamente, en la pg. 46 del mencionado libro declara que llegó a Tejupilco el 8 de febrero de 1879; pero ya antes había hurgado mucho en los archivos de la ciudad de México y seguramente en los de Guanajuato, Michoacán, Querétaro, Chihuahua y otros, tratando de redondear el verdadero perfil del caudillo insurgente muy incompleto en aquel entonces, sobre todo en lo que se refería a sus antepasados inmediatos. Algunos años antes del 1879, don José María de la Fuente había conocido en la ciudad de Toluca a un curioso personaje, don Román Santín, jefe político de Tejupilco, un pequeño poblado de 2 mil habitantes, situado en una hoya de la Sierra Madre del Sur distante unos cien kilómetros de la capital del estado, Toluca”.

   Se dice que otro personaje, que era el Jefe Político de Tejupilco, sería la persona que le pudiera proporcionar la información que buscaba, “Tío Román, como familiarmente se le llamaba, aunque no era un hombre de gran instrucción apreciaba profundamente las tradiciones de su pueblo. Tenía en su poder cinco valiosos documentos que había adquirido de los descendientes de doña María Costilla, hermana de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, padre del iniciador de la independencia”. (2)

   El bachiller De la Fuente tenía la idea de que allí encontraría el origen de la familia Hidalgo “y comenzó la esperada investigación, y comenzaron las desilusiones. Por principio de cuentas no existía archivo municipal, pues 6 años antes lo habían quemado unos indios revoltosos en protesta por la imposición de leyes que limitaban sus tradiciones religiosas. Y el archivo parroquial inexplicablemente se hallaba incompleto; no iba más allá del 24 de diciembre de 1644. Y en ninguna de las innumerables fojas que cuidadosamente revisó el doctor De la Fuente aparecía el apellido Hidalgo. Costillas había muchos en los libros de bautismos, matrimonios y defunciones; pero Hidalgos… ni siquiera uno”. (3) 

   Todo indica que las cosas se complicaran en la pesquisa pues, nuestro personaje, en busca del personaje, “nuevamente, como lo hacía cada vez que se le presentaba una dificultad acudió a tío Román pidiéndole alguna otra pista sobre el inasequible Hidalgo, que en ninguna parte aparecía. Los libros parroquiales a nadie asignaban ese apellido en fechas anteriores al padre del cura Hidalgo, o sea a don Cristóbal, pues ni siquiera de los hermanos de éste fueron registrados con el apellido Hidalgo sino con el de Costilla, o peor aún, con el de Ramírez de Arellano”. (4) 

  Ocurre entonces que aparece la viejecita y, en efecto, ella es la clave para encontrar el hilo de la madeja que conducirá a esclarecer el enigma sobre el origen del Padre de la Patria: “Y me llevó hasta las orillas del pueblo adonde, en un jacal muy aseado, nos encontramos a una viejecita muy afable, que nos recibió cariñosamente y con marcadas muestras de respeto, tal vez porque don Román era el Jefe Político; y luego que le dijimos el objeto de nuestra visita, nos contestó sin vacilar: oí contar a mi abuelita y a mi señora madre que el amo don Juan había sido hijo de una señora de apellido Costilla y de un padre jesuita que se apellidaba Hidalgo, y que, por haber sido éste sacerdote, no había usado el apelativo de Hidalgo, sino solo el de Costilla que era el de la madre; pero aunque oí mentar los nombre de la señora Costilla y del Padre Hidalgo, no los recuerdo”. (5)

  La historia llega a su punto más interesante cuando aparece la carta que Cristóbal Hidalgo, el padre de Miguel Hidalgo, envía a su hermana en Tejupilco el 12 de marzo de 1767 en la que le pide rectificar los nombres de los documentos que requiere para poder ingresar a sus hijos en el Colegio de Valladolid, pues la documentación que él entregó es con los apellidos Ramírez de Arellano y no los de Hidalgo y Costilla. Don Cristóbal le recuerda a su hermana que en una ocasión, siendo niños, encontraron un “fierro viejo” (para herrar) que perteneció a su abuelo Juan Hidalgo. La mencionada carta la transcribe De la Fuente en su Hidalgo íntimo, y, como una cosa lleva a la otra, escarbando más en los documentos que sobrevivieron, da con un de mayor antigüedad, fechado en 1620, referente a la venta de un terreno que era propiedad de doña Jerónima Costilla. Allí da con la punta de la madeja y la liga familiar se puede entender y, más aun, documentar. Pues en aquellos años del siglo XVII un sacerdote tiene un hijo. Se trata del presbítero Francisco Hidalgo Vendaval y Cabeza de Vaca, y de Jerónima Costilla; el hijo llevó por nombre el de Juan Hidalgo y Costilla que resultaría ser el bisabuelo de don Miguel Hidalgo, y sí, en efecto, el que fue un sacerdote que tuvo hijos no fue el Padre de la Patria como se ha comprobado luego de un concienzudo estudio genealógico. El sacerdote que tuvo hijos fue su tatarabuelo, don Francisco Hidalgo Vendaval.

  De algo estoy convencido: los estudios sobre la vida de Miguel Hidalgo y Costilla seguirán por muchos años, al menos de aquí a 2021, cuando se conmemore el Bicentenario de la Consumación, seguirán apareciendo más y más cosas, y el mito seguirá creciendo aun más, si hubo o no hubo hijos y si fueron o no tales o cuales personas los tatarabuelos, los penta-abuelos, los hepta-abuelos y así, ad infinitum.

Fuentes:

1.- León López, Gabriel. Nido de águila, Tejupilco, cuna de la familia Hidalgo y Costilla. Editorial Garabato. México, 2010. p.21

2.- pp.22-23

3.- pp.24-25

4.- pp.31

5.- pp.33

Nota: el libro me parece interesante, si estás interesado en adquirirlo, entra en contacto con la editorial.

viernes, 2 de octubre de 2015

Algunos personajes que encabezaron distintas insurrecciones: 1550-1590

   Hablar de un movimiento de insurrección en los primeros años del Virreinato suena raro. Raro pero lo hubo, a la historia pasa con el título de Guerra Chichimeca, de la cual poco se estudió y fue hasta la aparición de la obra de Philip Powell que se entiende con ese nombre y se conocen mejor los hechos. Como en este espacio hemos dado cuenta de distintos movimientos de Insurrección, más allá del de 1810-1821, esta vez, apoyándonos con lo escrito por el autor mencionado veremos los nombres de los principales caudillos que comandaban a esos insurrectos:

 “Para la década de 1570, los españoles conocían bien a un buen número de las tribus y los caudillos principales de los guachichiles. Uno de tales caudillos, Xale, que tenía muchos seguidores, dominaba el Tunal Grande. Fue sucedido por un jefe llamado Bartolomillo, que fue ahorcado tal vez en 1570 por el doctor Sande, administrador fronterizo del gobierno virreinal. Entonces Bartolomillo fue sucedido por Antón Rallado (probablemente así llamado por pinturas o incisiones que llevaba en el cuerpo). Macolia, otro jefe famoso entre los españoles, encabezó un gran número de guachichiles que vivían con Bartolomillo en el valle de San Francisco, Macolia, también ahorcado por el doctor Sande, fue sucedido por un hijo suyo del mismo nombre, para 1570 el más célebre de los grupos guachichiles era el que estaba localizado cerca de las Bocas de Maticoya, encabezado por Martinillo; debía su notoriedad a ser el grupo que más daños había causado a los españoles. Otros jefes guachichiles cuyos nombres llegaron a conocer los españoles fueron: Machicab, Guazcalo, Moquimahal, Gualiname, Nacolame, Acuaname, Juan Tensso y Juan Vaquero: otros tantos ejemplos de sus tipos de nombres". (1)

  “Pero entre la nueva villa y la capital de la colonia se interponían, entorpeciendo el tráfico y causando terribles estragos en las caravanas que por allí cruzaban, las indomables tribus de los chichimecas; y al ocupar el virreinato don Luis de Velasco, las depredaciones de aquellos hombres eran más terribles, porque a la cabeza de esos pueblos estaba un jefe, a quien los historiadores dicen que llamaban los indios Maxorro, hombre audaz, inteligente, astuto y que gozaba de inmenso prestigio entre los suyos. Maxorro, para probar a sus tropas que solo por las armas de fuego podían sobreponerse los españoles y no por su valor y fuerza personal, dispuso una emboscada en el punto llamado Ojuelos y arregló con tal acierto su campo, que cayendo repentinamente sobre un gran convoy en que iban más de treinta carretas y muchas mulas cargadas de ricas mercancías escoltadas por un destacamento de soldados españoles, se apoderó de todo, mató a la mayor parte de los soldados y pasajeros, escapando solo aquellos cuyos caballos por su ligereza alcanzaron a sacarles del lugar del desastre. Este acontecimiento desgraciado alarmó al virrey y le hizo procurar un medio para dar seguridad al camino de Zacatecas; pero no encontrando otro mejor que el de poner en él fuertes destacamentos, hizo fundar dos villas de españoles que sirvieron de colonias militares: la de San Felipe y la de San Miguel, que se conoció después en la Nueva España por San Miguel el Grande.” (2)

   "La Rebelión de los guamares fue un movimiento indígena de la región de Guanajuato iniciada entre los años 1563 y 1568 contra las autoridades virreinales de Nueva España y que conocemos principalmente por los relatos de don Pedro Ahumada de Sámano, quien se encargó de sofocar el levantamiento. Las incursiones de los guamares contra los españoles se originaron en 1563 cuando destruyeron el asentamiento de Pénjamo. Posteriormente los rebeldes atacaron Comanja y asesinaron a los españoles allí asentados, dejando tan solo dos supervivientes. En 1569 los insurrectos tomaron el puerto del Robledal, cerca de Guanajuato, y llegaron hasta Xilotepec. Se cree que en algunas ocasiones los rebeldes fueron ayudados por los indios catequizados de San Miguel y Pénjamo. Para detener la rebelión, las autoridades virreinales dispusieron la fundación de varios presidios en la frontera de los chichimecas". (Wikipedia.)

Fuentes:

1.- Powell, Philp. La guerra Chichimeca. Lecturas Mexicanas 52. Fondo de Cultura Económica, México, 1984. pp. 50-52

2.- Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. Editorial Cumbre. Tomo V. México, 1987. p.140