domingo, 26 de noviembre de 2017

Una visión de Miguel Hidalgo de la pluma de Riva Palacio

  Una de las cosas que creo es la gran aportación del Bicentenario, en los montones de publicaciones que hubo en ese 2010, fue la desentronización de los héroes de la Independencia, el que hayan sido bajados de los pedestales de mármol y transformadas sus estatuas de bronce en personas de grandes méritos, sí, pero de carne y hueso, personas con sentimientos “normales”, regulares; personas que trascendieron su momento y su espacio y que los mantenemos en el colectivo nacional. Personas, insisto, de carne y hueso. Todo esto lo digo porque hace poco encontré justo aquella idea más que dorada, propia del romanticismo decimonónico que describe justo un Miguel Hidalgo de bronce, entronizado en su peana de mármol:

 ¿Quién era Hidalgo? ¿de dónde venía? ¿en dónde había nacido? ¿qué hizo hasta el año de 1810? ¿Qué nos importa? Quédese el estéril trabajo de averiguar todos esos pormenores al historiador ó al biógrafo que pretendan enlazar la vida de un héroe con ese vulgar tejido de las cosas comunes. Hidalgo es una ráfaga de luz en nuestra historia, y la luz no tiene más origen que Dios. El rayo, antes de estallar, es nada; pero de esa nada brotó también el mundo. Hidalgo no tiene más que esta descripción: Hidalgo era HIDALGO.

  Nació para el mundo y para la historia la noche del 15 de Septiembre de 1810. Pero en esa noche nació también un pueblo: El hombre y el pueblo fueron gemelos: no más que el hombre debía dar su sangre para conservar la vida del pueblo. Y entonces el pueblo no preguntó al anciano sacerdote: ¿Quién eres? ¿de dónde vienes? ¿cuál es tu raza?

—«Sigúeme»—gritó Hidalgo.
—«Guía»—contestó el pueblo.

  El porvenir era negro como las sombras de la noche en un abismo. Encendióse la antorcha, y su rojiza luz reflejó sobre un mar de bayonetas, y sobre ese mar de bayonetas flotaban el pendón de España y el estandarte del Santo Oficio. Del otro lado estaba la libertad. El hombre anciano y el pueblo niño no vacilaron. Para atravesar aquel océano de peligros, al pueblo le bastaba tener fe y constancia; tarde ó temprano su triunfo era seguro. El hombre necesitaba ser un héroe, casi un dios, su sacrificio era inevitable. Sólo podía iniciar el pensamiento. En aquella empresa, la esperanza sólo era una temeridad. Acometerla era el sublime suicidio del patriota.

  El hombre que tal hizo merece tener altares —los griegos le hubieran colocado entre las constelaciones-. Por eso entre nosotros Hidalgo simboliza la gloria y la virtud. La virtud ciñó su frente con la corona de plata de la vejez. La gloria le rodeó con su aureola de oro. Entonces la eternidad le recibió en sus brazos.

  Hay proyectos inmensos, que por más que el hombre los madure al fuego de la meditación, siempre brotan informes. Porque una inteligencia, una voluntad, un sólo corazón, no pueden desarrollar ese pensamiento. Porque el iniciador arroja nada más el germen que debe fecundarse y brotar y florecer en el cerebro y en el corazón de un pueblo entero. Porque aquel germen debe convertirse en un árbol gigantesco que necesita para vivir de la savia que sólo una nación entera puede darle. Estas son las revoluciones. Germen que se desprende, con la palabra, de la inteligencia del escogido.

  Árbol que cubre con sus ramas á cien generaciones, cuyas raíces están en el pasado, cuya fronda crece siempre con el porvenir. México había olvidado ya, que en un tiempo había sido nación independiente; los hijos oían á sus padres hablar del rey de España, como rey de los padres de sus padres. El hábito de la obediencia era perfecto. Dios había ungido á los reyes; ellos representaban al Altísimo sobre la tierra; el derecho divino era la base de diamante del trono; para llegar á las puertas del cielo era preciso llevar el título de lealtad en el vasallaje; los reyes no eran hombres, eran el eslabón entre Dios y los pueblos; atentar contra los reyes, era atentar contra Dios, por eso la. Majestad era sagrada La obediencia era, pues, una parte de la religión.

  Pero la religión no se circunscribía entonces al consejo y á la amenaza; no eran las penas de la vida futura ni los goces del cielo el premio ó el castigo del pecador, no; entonces la Iglesia dejaba que Dios juzgase y castigase más allá de la tumba, pero ella tenía sobre la tierra sus tribunales. El Santo Oficio velaba por la religión, y la obediencia al rey era parte de la religión. Leyes, costumbres, religión, todo estaba en favor de los reyes. ¿Cómo romper de un sólo golpe aquella muralla de acero?

  La historia de la Independencia de México puede representarse con tres grandes figuras. Hidalgo, el héroe del arrojo y del Valor. Morelos, el genio militar y político. Guerrero, el modelo de la constancia y la abnegación. Quizá ningún hombre haya acometido una empresa más grande con menos elementos que Hidalgo. ¡Ser el primero! ¡ser el primero y en una empresa de tanta magnitud y de tanto peligro! Cuando un hombre se reconcentra en sí mismo, y cuando medita en todo lo que quiere decir «ser el primero,» entonces es cuando comprende la suma de valor y de abnegación que han necesitado poseer los grandes «iniciadores» de las grandes ideas.

  Entonces, al sentir ese desconsolante calosfrío del pavor, que nace, no más, ante la idea del peligro, entonces puede calcularse cuál sería este peligro, entonces se mide la grandeza del espíritu de los héroes. Colón al pretender la unión de un nuevo mundo á la corona de España, tenía la fe de la ciencia y el apoyo de dos monarcas.

  Hidalgo al querer la libertad de México, no contaba más que con la fe del patriotismo. Colón buscó la gloria, Hidalgo el patíbulo; el uno fió su ventura á las encrespadas ondas de un mar desconocido; el otro se entregó á merced del proceloso mar, de un pueblo para él también desconocido. Hidalgo comprendió que la religión fulminaría los rayos del anatema contra su empresa; que el rey lanzaría sobre él sus batallones; que los ricos y los nobles se unirían en su contra; que los plebeyos, espantados, escandalizados, ignorantes, huirían de él; que el confesonario se tornaría en oficina de policía; que el clero y la inquisición no dormirían un solo instante; que la calumnia tronaría contra él en las tribunas, en los púlpitos y en las cátedras; todo lo comprendió, y sin embargo, en un rincón de Guanajuato, en el pueblo de Dolores proclamó la independencia.

  Dolores es, en la geografía, una pequeña ciudad del Estado de Guanajuato. Dolores, en la historia, es la cuna de un pueblo. El pedernal de donde brotó la chispa que debía encender la hoguera. La roca herida por la vara del justo, de donde nació el torrente que ahogó á la tiranía. Al pisar por la primera vez un mexicano aquella tierra de santos recuerdos para la patria, siente latir con más violencia su corazón. Al llegar frente á la modesta casa que ocupaba el patriarca de la independencia; al penetrar en aquellas habitaciones; al encontrarse en la estancia, que en solitarios paseos midió tantas veces el respetable anciano, se siente casi la, necesidad de arrodillarse. Instintivamente los hombres se descubren allí con veneración, y alzan el rostro como buscando el cielo, y las miradas se fijan en aquel techo, en cuyas humildes vigas tuvo mil veces clavados sus ojos el virtuoso sacerdote, mientras la idea de la esclavitud de su patria calcinaba su cerebro.

  ¡Cuántos días de congoja! ¡cuántas noches de insomnio! ¡cuántas horas de tribulación! Aquellos muros guardaron el secreto del héroe, ahogaron los suspiros del hombre, se estremecieron con el grito del caudillo. Aquella pobre casa, tan pequeña, podía con tener en su recinto todo el ejército de Hidalgo en la noche del 15 de Septiembre de 1810. Y sin embargo, con sólo eso se iba á derribar un trono, á libertar un pueblo, á fundar una nación.

  Hernán Cortés fue un gran capitán, porque con un puñado de valientes conquistó el imperio de Moctezuma. Hidalgo, con un puñado también de valientes, proclamó la libertad de ese mismo imperio, por eso fue un héroe. La superstición y la superioridad de las armas aseguraron el triunfo de Cortés. El fanatismo y la superioridad de las armas anunciaron la derrota de Hidalgo. Pero uno y otro triunfaron; Cortés plantó el pendón de Carlos V en el palacio de Moctezuma. Hidalgo murió en la lucha, pero sus soldados arrancaron ese pendón, y México fue libre.

  Hidalgo pasó como un meteoro, y se hundió en la tumba, pero el fulgor que esparció en su rápida carrera, no se extinguió.—Unas cuantas fechas bastan para recordar esa historia cuyos pormenores viven en la memoria de todos. Hidalgo proclamó la independencia el 15 de Septiembre, el '28 del mismo mes entró vencedor en Guanajuato. Triunfó en las Cruces el 29 de Octubre, y en Aculco el 7 de Noviembre. 

  El 30 de Julio ele 1811 moría en Chihuahua en un patíbulo. Para hablar de Hidalgo, para escribir su biografía, sería preciso escribir la historia de la independencia. Débiles para tamaña carga, apenas podemos dedicarle un pequeño homenaje de admiración y gratitud, y creeríamos ofender su memoria, si para honrarle quisiéramos recordar, si fue buen rector de un colegio ó si introdujo el cultivo de la morera. 

  Hidalgo es grande porque concibió un gran proyecto, porque acometió una empresa gigantesca, porque luchó contra el fanatismo religioso qué apoyaba el supuesto derecho del rey de España, contra los hábitos coloniales arraigados con el transcurso de tres siglos contra el poder de la metrópoli que podía poner millares de hombres sobre las armas. Hidalgo es héroe porque comprendió que su empresa se realizaría, pero que él no vería nunca la tierra de promisión.
  
  Hidalgo será siempre en nuestra historia una de las más hermosas figuras, y á medida que el tiempo nos vaya separando más y más de él, se irá destacando más luminosa sobre el cielo de nuestra patria, y para nosotros llegará un día en que su nombre sea una religión.

Vicente Riva Palacio.


Fuente:

Riva Palacio, Vicente. El libro rojo. Tomo II. A. Pola Editor. México, 1905. pp.52-60

sábado, 18 de noviembre de 2017

Garduño: Un sansón insurgente.

   Encuentro un personaje más, de esos no tan conocidos que, de algún modo o de otro, participaron en la Guerra de Independencia en el bando Insurgente, de él sólo aparece su apellido, Garduño, pero no su nombre de pila. El apellido es abundante por el rumbo de El Oro y Temascalcingo, razón por la que no es de extrañarse que su participación haya sido con uno de los Rayón en las inmediaciones de Tlalpuhajua, lugar de residencia de los mencionados personajes, veamos:

 “El muy erudito escritor limeño, don Manuel de Menidburo, en sus Apuntes Históricos publicados por el señor don Ricardo Palma en 1902, refiere que por “una cédula del emperador Carlos V, consta que el conquistador Alonso Díaz hacía escupir las entrañas al indio a quien estrechaba entre sus brazos, y que cuando se le cansaba el caballo lo echaba sobre sus hombros sin despojarlo de arneses. En esa cédula le prohibía el monarca dar abrazos”.

  Muy atrás dejó sus prodigiosas fuerzas al conquistador del Perú, un célebre insurgente, apellidado Garduño, que militó bajo las órdenes de los Rayón durante nuestra guerra de independencia. Amotinados los indios contra el recaudador de tributos en Cuitareo –cuenta un escritor- quiso aplacarlos Garduño, pero se fueron hacia él a pedradas y con una de éstas le tiraron el caballo que montaba. A pie y espada en mano continuó la brega, pero como con otra piedra le desarmaron; acosado por todas partes, no tuvo más recurso que agarrar indios por las piernas y azotarlos contra los otros, hasta matar a muchos y lograr que huyeran todos.

  Por el rumbo del Tlalpujahua, en un sitio llamado Rincón de Zenguio, propusieronse los realista del Regimiento de Tres Villas desmontar a los insurgentes un cañoncito de a cuatro que llevaban y al verlo caer, la infantería intentó apoderarse de la pieza. El general don Ignacio López Rayón, para evitar que tal cosa sucediese, ordenó una tremenda carga de caballería. En las filas de éstas venía Garduño, y cargada como estaba la pieza, hizo que se le echaran al hombro derecho; la alzó en el aire con las dos manos, y con entusiasmo bélico, ordenó: préndale el estopín. En el mismo instante del disparo, aventó la pieza, sacó el cuerpo y el metrallazo hizo huir a los realistas; valiendo a Garduño tan grande hazaña que lo hicieran Alférez, pero quedó medio sordo desde entonces, del oído derecho, como se verá adelante.

  En la hacienda de Tepetongo, a las mulas cerreras que cogía de las patas, las tendía en el suelo como si fueran mansos borreguitos, y las sacaba después jalándolas para fuera de los corrales en que estaban. En otra ocasión, hallábase en un barbecho “mirando reverar sus yuntas”, y como se le acercara un charro, que deseaba conocerle, y le preguntara por dónde quedaba el rancho del señor Garduño, pues le habían contado que tenía muchas fuerzas, le contestó que para que no fuera a perder el tiempo, se lo diría con precisión. Tomó, al efecto, “la punta del timón de un arado, lo apoyó en el antebrazo y codo y alzándolo hasta una altura considerable, le dijo con mucha calma: “en dónde está apuntando el cabo de la mancera, queda el rancho de Garduño, no tontee; y volvió a bajar el arado tranquilamente”.

  Otra vez, en el pueblo de Ixtlahuaca, se hallaba a caballo. A la sazón vino un sirviente que era un ranchero de gran estatura y muy fornido, a llevarle un recado de su amo. Como se ha dicho, Garduño era medio sordo, y no oyendo bien lo que le decía le tomó y alzó por los cabellos. El pobre hombre, adolorido, se agarró con las dos manos de la mano que lo levantaba; más Garduño impasible, se lo acercó al oído derecho y le hizo repetir el recado a gritos, 3 o 4 veces, fingiendo que no lo oía; y le dirigió éstas o parecidas palabras, por vía de contestación:

-“Le dices a tu amo que está muy bien, y no me vuelvas a hablar del lado sordo. ¡Bruto!”


“por el estilo de estos caso –concluye el testigo ocular de los maravillosos portentos de Garduño- hizo otros muchísimos…” como el detener un coche, tomándolo por el eje; subirse por un cable llevándose alzado al caballo que montaba con solo apretar las piernas, cargarse un macho en el pescuezo como si fuera borrego; “montar un toro y dejarlo sofocado; tomar un burro de las dos patas y después de dar con él 2 o 3 vueltas al aire, arrojarlo a 6 u 8 varas; quebrar un pestillo de un puñete, y, en fin, mil cosas asombrosas”.

 ¿No es verdad que el Sansón insurgente deja muy atrás al Hércules conquistador, el de la Cédula de Carlos V?

Fuente:

González Obregón, Luis. Croniquillas de la Nueva España. Botas & Alonso Editores. México. 2005, pp. 179-181

sábado, 14 de octubre de 2017

La independencia en la lejana Baja California

  Cuando volteamos a ver lo ocurrido tiempo atrás, nos damos cuenta de la enorme diferencia de lo que fue y lo que es. Me refiero al territorio nacional que ahora ya con la idea de una barda, un muro que divida una parte de la otra, en aquella parte, la del norte, ocurrió en 1822 que en lugares como California, Nuevo México y Texas, quizá en algunos otros estados, hubo una ceremonia de jura a la nación recién creada, México. El siguiente texto nos cuenta de lo ocurrido en la Alta y Baja California:

 “Ante la proximidad del Bicentenario de inicio de la independencia de México es pertinente referirnos en forma general a los acontecimientos que se dieron en la península de Baja California y en la Alta California, que en ese tiempo tenían una estrecha vinculación política y social. A causa de la lejanía de la región respecto al centro del país, el movimiento tuvo acá pocas repercusiones. Hay noticias aisladas de que se empezó a resentir, a partir de 1810, la falta de pagos a los soldados de la Compañía Residencial del Distrito Norte, ya que no llegaba con la regularidad  de antes el "habilitado" de Loreto, que era el que cubría los sueldos y además entregaba algunos efectos de ropa. En ocasiones hizo crisis al grado de que escasearon severamente los fondos pecuniarios y hasta la ropa más indispensable. De ello da cuenta en forma chusca el licenciado Manuel Clemente Rojo, que conoció a quienes vivieron tales circunstancias, por lo que en sus apuntes históricos, corográficos y estadísticos del Distrito Norte del Territorio de la Baja California, incluye un cuarteto en el que los mismos fronterizos se burlaban de sus desgracias:

El cerro de San Vicente 
Está que se cae de risa
De ver a las vicenteñas
En túnica y sin camisa.

  Salvo esas molestias, no se advertían levantamientos que respaldaran la lucha de independencia que se estaban dando en otras regiones de Nueva España. Así las autoridades subalternas invariablemente rendían a las superiores partes de “sin novedad”.  En ello se reflejó el fuerte influjo de los misioneros, que formaban parte del aparato colonial. Desde otro ángulo, dado el incipiente desarrollo social de la región, no surgieron las  inquietudes que presupone una lucha de insurgencia. Los pobladores eran en su mayoría, gente dedicada a las siembras o a la crianza de ganado, con una preparación muy elemental. Al no haber colegios, faltó el fermento intelectual característico de las rebeldías en esos ambientes.

  Habría que agregar que además de que no hubo un movimiento local de insurgencia, tampoco vino de fuera, por lo que definitivamente las californias quedaron fuera de la llamada “Ruta de la Independencia”, que se circunscribe a los sucesos considerados fundamentales del movimiento.

 Hubo una posibilidad de que llegaran a estas latitudes las fuerzas insurgentes del interior. Se dio cuando Miguel Hidalgo, en diciembre de 1810, estando en Guadalajara, le dio a José María González Hermosillo la encomienda, de que extendiera la rebelión en el noroeste del país. En acatamiento a  ellos, González Hermosillo fue reclutando gente en Tepic, en Magdalena y demás puntos existentes en su trayecto. En Rosario, Sinaloa, tuvo un encuentro con los realistas a los que derrotó, por lo que siguió avanzando hacia el norte. Pero en Santiago Tiaxtla, un poco al norte de Mazatlán, fue contenido por las fuerzas del intendente alejo García Conde, infringiéndole una clara derrota, que lo obligó a regresarse a Guadalajara, junto con sus maltrechas huestes. Eso dio por resultado que el noroeste, es decir, Sinaloa, Sonora, la península de Baja California y la Alta California, prácticamente, estuvieron en paz durante los once años de la lucha de independencia. De cualquier manera, hay documentos que indican que en la Baja California no faltó quien ofreciera lanzas a las autoridades, para defensa de la religión y la patria” o bien que el padre presidente de las misiones las mandó hacer, lo que rebela que no dejaba de haber cierta desazón, aunque de bajo perfil.

 Dentro de ese ambiente de calma general transcurrieron los años y ya avanzada la década en que algunas regiones del centro y sureste del país libraban batallas los insurgentes en las Californias se presentaron unos peculiares factores externos que vendrían a crear situaciones en pro de la independencia. Para entender adecuadamente eso hay que recordar que Inglaterra tuvo bastante intervención –oculta en gran parte- en la preparación, inicio y consumación de la independencia de los pueblos latinoamericanos, con el fin de controlar el comercio y la minería de éstos, desplazando a España. Uno de los medios de que se valió fue la Masonería, que introdujo en todo el continente a través de sus marinos, al extremo de que muchos barcos eran verdaderas “logias flotantes”. Alentó la actividad en los mares de los dominios españoles de individuos que desarrollaban una mezcla difícil de discernir de contrabando, piratería y subversión, ya que a la vez que saqueaban e introducían mercancías ilegalmente en las colonias de España, propagaban en ellas ideas revolucionarias que incitaban a la independencia.

 En medio de esa atmósfera en 1818, el inglés Peter Corney y el francés Hipolito Bouchar en los barcos corsarios Argentina y Santa Rosa con banderas de la Provincia Unida del Río de la Plata, tripulados por marinos de diversas nacionalidades, llegaron a Monterey, alta California y lo saquearon e incendiaron. Poco después, en febrero de 1822, el célebre almirante Lord Cochran, que formó la llamada Escuadra Chilena, envió a la Baja California Independencia y el bergantín Araucano tripulado por ingleses y chilenos en su mayoría, desembarcaron en San José del Cabo y tanto allí como en Todos Santos y Loreto cometieron toda clase de tropelías: saqueos a casas de autoridades y vecinos, robos de las reliquias de las iglesias, destrucción de archivos parroquiales, etcétera.

  La supuesta causa de esas agresiones era de que Baja California se negaba a jurar la independencia de España, lo que curiosamente dio por resultado que se jurara, bajo esa “extraña presión”, como la califica el historiador Pablo Herrera Carrillo, venciendo así la resistencia de los misioneros, que eran , en el fondo los que más se oponían. 

  Para concluir es pertinente comentar que es muy revelador del abandono de la península, de su lejanía del centro del país y de la resistencia de los misioneros, el que habiéndose levantado el acta de independencia en la ciudad de México el 28 de septiembre de 1821, todavía el 17 de julio de 1822, casi diez meses después, un comisionado imperial estuviera promoviendo el juramente de ella en Baja California.

  También cabe reflexionar que en 1822 en que se juró la Independencia en Monterey y San Diego, California, esas poblaciones formaban parte del naciente México, esto es, nacieron a la Independencia siendo mexicanas, y lo que fueron por espacio de un cuarto de siglo, hasta que en 1848 pasaron a poder de Estados Unidos.

Fuente:

1.- Piñera Rmírez, David. El movimiento de independencia en la lejana Baja California. Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 2010.

jueves, 12 de octubre de 2017

Y si el conde Casa de Rul viviera, ¿qué pensaría?

   Existe un personaje que es conocido más bien por el morbo (quasi interés) que causan los títulos nobiliarios en la Nueva España, su nombre antes de entrar al distinguido y costoso (dado que el título lo tenía que comprar) círculo, se llamaba Diego Rul Calero, una vez casado con acaudalada dama, en 1794 (fecha por corroborar) tiene la posibilidad que, aunado el caudal que acumuló en el comercio y la agricultura al de la esposa, que era la heredera del Conde de Valenciana, por ende la mujer más rica del continente, tiene la posibilidad de adquirir el título de Casa de Rul y manda hacer una casa que más bien era un palacio bajo el diseño del afamado arquitecto Tresguerras.

   Cuando el palacio que erróneamente conocemos como casa del Conde de Rul, pues en algún momento ya en el México independiente con los títulos nobiliarios sin validez se olvidó que el palacio era del Conde de la Casa de Rul y la magnífica construcción que, por cierto, nunca habitó el conde dado que fue muerto en el episodio del Sitio de Cuautla de 1812, alteró la forma de referirse al inmueble y quedó como la casa del conde de Rul, siendo que era el palacio del conde de la Casa de Rul.

   El Diego Rul compró además del título nobiliario el título militar, llegó a ser coronel de Regimiento de Infantería de la Provincia de Valladolid, especial interés tenía en que sus soldados estuvieran siempre bien uniformados, uniformes que él mismo entregaba y que -se dice- eran producidos en su fábrica de Acámbaro. Nacido en Málaga, nuestro personaje en cuanto tuvo la posibilidad de servir a la Corona española lo hizo, por lo que me parece extraordinariamente curioso ver ondeando la bandera francesa justo arriba del escudo del Conde de la Casa de Rul, dado que él, como buen español, especial antipatía profesaba en contra de los franceses dado que España había sido invadida por Francia y derrocado su Rey, Fernando VII, y entronizado el hermano de Napoleón, José Bonaparte al que se le conocía por el mote de Pepe Botella.

   Entiendo muy bien lo que ocurre en nuestros días, a más de doscientos años de distancia de aquella invasión francesa a España, y aquel inicio de la Independencia de México, y las participaciones del Conde Casa de Rul a favor de España... pero, curiosidades de la vida, ahora en su palacio, ondea y ondeará por tres semanas la bandera tricolor que nos recuerda aquello de liberté, egalité, fraternité.

 Habrá que aclarar que en este año de 2017, Francia es el país invitado del Festival Internacional Cervantino y que la delegación francesa estableció para este evento La Casa de Francia en el palacio del Conde Casa de Rul. Para ver el programa del XLV Festival Cervantino, entra aquí.

  Para ver sobre el título del Conde de Casa Rul, entra en este enlace, en la página 209. La referencia del libro es: Ortega y Pérez Gallardo, Ricardo. Estudios genealógicos. Imprenta de E. Dublan, México. 1902.

miércoles, 4 de octubre de 2017

La Feria del Libro en el Año de la Patria, 1960

  A pesar de que en México no se lee, hay una buena cantidad de Ferias especializadas en estos instrumentos de cultura. La de Guadalajara es en la actualidad referente a nivel mundial. En la Ciudad de México año con año se organizan ferias de libro especializado, el que va dirigido al mercado infantil y juvenil, el que va a la antropología, hay una feria también muy importante, la del Palacio de Minería, la de la propia Ciudad de Mexico y en cada estado se organiza, al menos, una feria.

  Siendo 1960, año de los festejos del Sesquicentenario y declarado como Año de la Patria, la VIII Feria del Libro que tuvo lugar justo en ese tiempo, cobró importancia en la difusión de la Historia de México.









lunes, 25 de septiembre de 2017

Estela número 50, ex Hacienda de Alcíbar, municipio de Jocotitlán, Estado de México ¡Encontrada!

   En esta ocasión agradezco a José Luis Mendoza Cabrera el envío de unas fotografías que me ayuda a aclarar un punto de la Ruta de Hidalgo en el Estado de México, en la zona de los municipio de Atlacomulco y Jocotitlán. Se trata de la estela número 50 correspondiente a la Hacienda de Alcíbar.

   Si has seguido el desarrollo de este blog, quizá notas que no había considerado la estela que, de acuerdo al proyecto original de 1960 se había designado a la Hacienda de Alcíbar, pensaba que ya estaba desaparecida y no la consideré en el conteo pues comenzaron a aparecer otras localidades en el rumbo, las cuales fui incluyendo en la relación que durante el 2010 y 2011 fui haciendo de cada una de la Cabezas de Águila que conforman la ruta.

   Me comenta José Luis que la estela estaba dentro de la propiedad, es decir, en la "casa grande" de la hacienda y que el dueño decidió donarla, para ser colocada dentro del terreno, que también fue donado, para la escuela secundaria Leona Vicario en la comunidad de Santa María Citendejé, aledaña a la hacienda.

  La estela se encuentra en buenas condiciones y a buen resguardo dentro del terreno que ahora pertenece a la Escuela Secundaria Federal mencionada.

  Antes de pasar por la ex Hacienda de la Jordana, la ruta pasa por la Hacienda de Solis, actual escuela en el municipio de Temascalcingo, sigue por la ex Hacienda de Tultenango en el municipio de El Oro. Y luego de Coajomulco, la ruta sigue hacia San Felipe del Progreso.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Los monumentos a Miguel Hidalgo y Costilla -22-

   Como ya lo he comentado, cada vez se me complica más encontrar nuevas imágenes que retraten a don Miguel Hidalgo y Costilla, como quiera, buscando, buscando y buscando, encontramos algunas más que agregamos a este álbum.

501.- Esta procede del trazo de la Ruta de Hidalgo en el Estado de México hace algunos años.

502.- Una escultura de Miguel Hidalgo que no recuerdo en donde está.

503.- Miguel Hidalgo en un dibujo de los emblematicos libros de la SEP de los años 40s.

 504.- La efímera estatua de Miguel Hidalgo en la Alhóndiga de Granaditas.

505.- 2003, el poster del Bicentenario de Miguel Hidalgo.

 506.- Una silueta de Miguel Hidalgo

 507.- Una estatua de Hidalgo cuando era gobernador de Guanajuato Aguilar y Maya.

 508.- Creo corresponde al mismo evento.

509.- En Cuitzeo de los Naranjos.

510.- El busto de Hidalgo en Zamora, Michoacán.

511.- Durante el Sesquicentenario, en 1960, Hidalgo apareció en todo tipo de anuncios.

 512.- En la mítica revista.

513.- La inauguración del monumento a Hidalgo en Veracruz.

514.- Un pin obsequiado durante las Fiestas del Centenario.

515.- Azcapotzalco está asociado a las hormigas, razón de este anuncio.

 516.- Una pintura de los héroes, encabezada, claro es, por Hidalgo.

517.- Una ilustración de Fisgón.

518.- Hidalgo en espectáculo de títeres.

519.- Hidalgo caracterizado (creo ya la había incluido).

520.- La Villa Olímpica, que llevó el nombre de Hidalgo, el día de su inauguración.

 521.- Otra viñeta de Fisgón

522.- Una más.

523.- Quizá el más clásico de los retratos de Hidalgo.

524.- Vitral donde se representa a Miguel Hidalgo, en Dolores.

525.- Una ilustración en donde aparece un Miguel Hidalgo más acorde a su edad.