Para quienes somos del Bajío el tema del inicio de la guerra de Independencia es cosa habitual, lo hemos visto desde niños, al igual que vimos las estelas de Cabeza de Águila por una buena cantidad de poblaciones del estado y, en la etapa de la educación primaria, la visita a Guanajuato a recorrer la Alhóndiga de Granaditas nos reafirma todas esas ideas que emanan de la figura de Hidalgo, Allende y demás iniciadores del movimiento pero no es así en otros lugares. En la península de Baja California es un tema prácticamente ajeno, en Sonora de no haber sido por el cambio de nombre de la capital de Pitic a Hermosillo, no se sabría mucho de la participación del insurgente en Sonora y Sinaloa, ni que decir de la otra península, la de Yucatán, o en Chiapas… es por eso que, encontrar documentos que nos digan lo que ocurrió en otros sitios más allá del centro de México adquieren una relevancia pues nos dice claramente cómo afecto en lugares distantes a donde se comenzaban a dar los enfrentamientos. Este que a continuación comparto da cuenta de la reacción del ayuntamiento de Veracruz a la insurrección de Hidalgo en octubre 6 de 1810.
“El excelentísimo señor virrey de esta Nueva España ha recibido del nobilísimo ayuntamiento de Veracruz el siguiente oficio:
Excelentísimo Señor: =en vista de los dos ejemplares del bando que vuestra excelencia se sirvió mandar publicar en 27 del pasado septiembre ofreciendo premios a los que entreguen vivos o muertos a los infames D. Miguel Hidalgo, D. Ignacio Allende y D. Juan Aldama, que nos acompañó vuestra excelencia en su superior orden del mismo día, y de la proclama que vuestra excelencia se sirvió dirigir a los habitantes de esta Nueva España en 23 del mismo septiembre que vino adjunta, acordó este ayuntamiento en cabildo celebrado ayer tributar a vuestra excelencia las más íntimas y expresivas gracias por su especial vigilancia, su infatigable celo y por el acierto de sus prontas enérgicas disposiciones. =Acordó también manifestar a vuestra excelencia que en esta ciudad y su provincia deben a Dios entre otros muchos singulares beneficios, el de no conocerse en ellos la preocupación, la división, la rivalidad, ni los partidos que tan loablemente desea extinguir vuestra excelencia como tan bochornosos a los que tienen la desgracia de seguirlos y fomentarlos, cuanto perjudiciales a la causa pública, a la fraternidad de unos y otros españoles, a la unidad de los hijos de una misma madre, a la conservación de los vasallos de un mismo monarca y a los derechos de los miembros de una sola sociedad. =Bajo este principio aseguramos a vuestra excelencia que no encontramos expresiones con que demostrar el intimo dolor con que hemos entendido el inesperado extravío y los abominables desórdenes en que han incurrido esos miserables faccionarios [sic], pues aunque estamos bien ciertos de que en la realidad, no son más que malhechores de los que por desgracia del género humano ha habido en todos los tiempos, sin que pueda garantizarse tan vergonzoso atentado de una subversión, capaz de infundir recelos sobre la infidencia de esta Nueva España, ni de una sola villa o ciudad, ni de cuerpo alguno público, es sin embargo en las circunstancias una mancha que jamás temimos cayera sobre ninguno de los habitantes de este fidelísimo reino. =¿cuál será el valor qu le darán nuestros alevosos enemigos a la noticia de un suceso tan religioso, tan inhumano, tan descabellado y tan torpe y facinerosamente emprendido, y qué concepto hará el mundo entero de un manejo tan escandaloso cuando los conflictos de la metrópoli exigen toda clase de sacrificios para conservar la unidad, que es la sola áncora de nuestras esperanzas y cuando y la distancia y la perversidad abultarán el crimen de tres hombres inicuos, y lo aumentarán pintándolo como un plan de los deseos de alguna parte de las gentes sensatas de estas provincias? =Este ayuntamiento, no obstante, ve con inexplicable complacencia detestada generalmente la brutalidad de estos malévolos contempla que por las oportunas resoluciones de vuestra excelencia habrán ya expiado su delito, y que estarán restablecidos el orden y la tranquilidad, y ganada la vindicación de los buenos americanos a que con tanta justicia como sabiduría ha conseguido la alta previsión de vuestra excelencia. =Vive en la inalterable confianza de que la Nueva España es inseparable de la justa causa que espontáneamente abrazó, y ha protestado innumerables ocasiones seguir a costa de la última gota de su sangre. =A pesar de tan firme y debida esperanza no excusa repetir que en todo evento y conforme a su acuerdo de 26 de mayo de 1809 inserto en el poder conferido al excelentísimo señor vocal de este reino en la junta central y referido en el otorgado al señor diputado en Cortes que si no lo son, fueran capaces los demás habitantes de este continente de faltar a sus deberes, la ciudad sola de Veracruz y su provincia, resistirían a los enemigos interiores y exteriores hasta dejar de existir antes de separarse de las sagradas obligaciones que le han impuesto la naturaleza como la religión, la lealtad, el patriotismo y su franca y espontanea voluntad. = Con ella y los más sinceros y muy reconocidos sentimientos, renovamos a vuestra excelencia los de nuestra imperturbable fidelidad, prontos a sacrificarnos en servicio de la patria y en cumplimiento de las órdenes del gobierno nacional de que es vuestra excelencia tan digno como benemérito representante: Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Sala capitular de Veracruz 6 de octubre de 1810: =Excelentísimo Señor. =Carlos de Urrutia. =José Mariano de Almanza. =Ángel González. =Pedro del Paso y Troncoso. =Juan Bautista y Lobo. =Pedro Antonio de Garay. =Manuel de Villa y Givaxa. =Martín María de Cos. =Mateo Lorenzo Murphy. =Francisco Antonio de la Sierra. =Alberto Herrero. =Francisco Luis Septién. =Valentín Revilla. =Francisco García Puertas.
Fuente:
Veracruz en armas. La guerra civil 1810-1821. Antología de documentos. Juan Ortiz Escamilla, compilador. Gobierno del Estado de Veracruz, 2010. pp. 25-26
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