sábado, 10 de agosto de 2019

La participación de Oaxaca en los primeros años de la Guerra de Independencia

   Quizá el pasaje del Sitio de Cuautla, especialmente su inicio, con la participación de Narciso Mendoza, el Niño Artillero, sea la página más conocida del movimiento de insurrección por la zona sur de México, esto aunado a la presencia del Generalísimo Morelos; es por eso que ahora, que camino por las calles de la ciudad de Oaxaca y veo las placas que recuerdan la participación de oaxaqueños en el movimiento libertario, me obliga a saber más del tema, razón por la cual comparto el siguiente texto:

   No debemos olvidar entre los héroes de aquel día al teniente-coronel Guadalupe Victoria, quien doce años más tarde fue el primer presidente de la República mexicana. En tanto que los demás jefes independientes, Matamoros, Galeana, Mier y Terán y Bravo, se cubrían de gloria asaltando y tomando las fuertes posiciones de los realistas, Victoria, que atacaba por el lado del Juego de pelota, defendido por profundo foso, se vio detenido por un horrible fuego, que le dirigía el enemigo desde las troneras de aquel edificio. Llegaban hasta Victoria los alegres repiques de Santo Domingo y el Carmen, anunciándole que sus compañeros de armas habían penetrado hasta el centro de Oaxaca; ardía de impaciencia y animaba á sus soldados que retrocedían ante aquel fuego espantoso á que servían de blanco de repente Victoria arroja su acero hasta donde se hallaban los españoles, y gritándoles: "Va mi espada en prenda; voy por ella”, se echa al foso, y pasándolo á nado llega á la opuesta orilla envuelto en el humo de las descargas. Momentos después era dueño de la fortificación enemiga.

   A la una de la tarde había concluido el combate, y Morelos, que durante todo el asalto se expuso con temerario valor á los tiros de los defensores, entró á la ciudad vencida al ruido marcial de las dianas, y de las entusiastas aclamaciones que lanzaban sus soldados. Cuatro horas de sangrienta lucha costó la toma de Oaxaca, cuyos defensores cayeron todos prisioneros en manos de los independientes. Régules, el cruel sitiador de Huajuápan, fue aprehendido por el general Matamoros en el interior del convento del Carmen; igual suerte corrieron á pocas leguas de la ciudad, el teniente-general González Saravia y el brigadier Bonavia, que fueron conducidos á la ciudad por el coronel Montano, y fusilados, lo mismo que Régules, en el mismo lugar en que fueron inmolados los patriotas López y Armenta, primeros mártires que tuvo en Oaxaca la causa de la independencia.

Después de estas crueles ejecuciones, sobre todo la de González Saravia, hombre valiente, honrado y de magnánimo corazón, después de esta orden de Morelos, que apenas bastan á disculpar la efervescencia y los odios de aquellos tiempos de sangre, siguió el saqueo á que se entregaron los soldados vencedores desnudos, hambrientos, agobiados por la miseria, aquellos hombres, después de haber regado con su sangre los parapetos de la ciudad, se hallaron de súbito en medio de la abundancia; y nadie, ni el mismo Morelos, que se esforzó en contener el desorden, pudo evitar el saqueo que se prolongó por varios días. No justificamos estos excesos; pero los comprendemos inevitables en aquella época, y los consideramos como una venganza cruel, pero necesaria, de los oprimidos que vieron entonces rendidos á sus pies á los inexorables opresores de la patria. La guerra de independencia fue la explosión de muchos dolores concentrados en el alma de un pueblo, y si no todos sus actos fueron conformes á los principios de la justicia, sí se dirigieron á alcanzar la libertad de la patria. Nosotros, descendientes de aquellos hombres, no tenemos el derecho de censurar los errores de los que nos dieron el suelo que hoy pisamos, y sobre el cual ruedan las cunas de nuestros hijos.

  Pero si los vencidos sufrieron entonces todo el rigor de la adversa fortuna, la victoria de los independientes enjugó también muchas lágrimas y dio término á crueles dolores. 

   Henchidas estaban las cárceles de Oaxaca, á la entrada de Morelos, de presos políticos, víctimas en su mayor parte de la suspicacia de los españoles; allí los había hacinado desde mucho tiempo atrás; allí sufrieron espantosos martirios. Momentos antes de la completa derrota de los realistas, sus carceleros hicieron fuego por las puertas de las celdillas, y algunos de los presos quedaron heridos. La victoriosa espada de Morelos rompió al fin sus cadenas; y no satisfecho con esto mandó demoler los calabozos en que habían gemido por tanto tiempo las víctimas de la tiranía española.

  Cumplido este acto de reparación y de justicia, se dedicó Morelos á organizar la administración del país que habían conquistado sus armas triunfantes. Convocó al pueblo á una junta, y en ella se eligió al Sr. José María Murguía para el cargo de intendente de toda la provincia de Oaxaca; estableció una gran maestranza en el convento de la Concepción, y puso al frente de ella al distinguido oficial Mier y Terán; acopió gran número de armas, é hizo componer todo el armamento de sus divisiones; vistió á sus soldados, que en su mayor parte estaban casi desnudos; levantó dos regimientos provinciales, uno de infantería y otro de caballería; fundó un periódico llamado el Correo del Sur, cuya redacción confió al Sr. Manuel de Herrera; arregló la acuñación de moneda, y dictó otras muchas disposiciones que indican su actividad infatigable, y revelan el genio de aquel hombre extraordinario.

   Quiso rendir un homenaje público de gratitud á la memoria de López, Armenta y Tinoco, primeras víctimas de la independencia en Oaxaca, y al efecto ordenó la exhumación de sus restos para darles honrosa sepultura en la catedral. Celebró con fiestas solemnes el juramento de obediencia á la Junta suprema nacional de Zítácuaro, de la cual era miembro, y que entonces debía considerarse como el centro de unión de todos los jefes que combatían por la independencia, asistiendo Morelos á las funciones que tuvieron lugar por ese motivo con el uniforme y distintivos de capitán general, grado que le había conferido por aquella época ese mismo gobierno de Zítácuaro.

  En los últimos días de Diciembre de 1812, año glorioso para Morelos y que éste cerró tan felizmente con la brillante toma de Oaxaca, salieron los Bravos de la ciudad con orden de batir á diversos jefes realistas, situados en la zona que se extiende al oriente de Acapulco. Esta expedición fue llevada á cabo con el mayor éxito, y limpió de enemigos todo aquel territorio, obligándoles á guarecerse en el puerto y fortaleza de San Diego.


Fuente:

Eduardo L. Gallo, Editor. Biografías de los personajes notables dese ante de la Conquista hasta nuestros días. Tomo IV. Imprenta de I. Cumplido, México. 1874. pp 95-99

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