Es entre 1823 y 1824 que llega el primer, digamos, turista al México independiente, el italiano Giacomo Constantino Beltrami. No viene en busca de fortuna, él trae una gran fortuna y su interés, más allá de las minas, es conocer la flora, fauna y costumbres que hay en la nueva nación. Al modo de la época mantiene una abundante comunicación epistolar con la condesa de Albany, (que luego se convertiría en princesa), Luisa de Stolberg-Gedern. De esa abundante correspondencia surgirá el libro Le Mexique.
Es en la carta séptima que encuentro el relato que Beltrami hace sobre la presencia de Francisco Javier Mina, la cual me parece muy interesante, dado que él la va recopilando en pláticas que tiene siete años después de los acontecimiento, lo cual me parece una fuente sumamente importante, razón por la cual lo comparto en esta primera de tres partes:
Estaba aún en el poder de estos cinco jefes revivir y hacer que triunfase la causa que defendían; pero el celo animaba también, con la discordia sus almas ambiciosas. Apodaca ve el momento favorable, no pierde tiempo, reúne sus fuerzas y hace atacar separadamente á estos jefes que formaban otras tantas potencias distintas. Terán y Rayón capitulan; Osornio traicionado por su segundo Vicente Gómez, cae en poder del enemigo, y Victoria y Guerrero se ocultan en las montañas, el primero hacia el Atlántico, y el segundo hacia el Pacífico.
Las regiones del Norte eran las únicas que se manifestaban en estado de hostilidad y de resistencia: el Bajío era el foco principal de la guerra, como el país cuya riqueza particularmente en géneros, ofrecía más recursos á los dos partidos beligerantes.
La administración civil y militar de los patriotas del Norte, no era más próspera que la de los del Sur. La pobre independencia estaba allí agonizando entre las manos de un sacerdote, y qué sacerdote!
Para pintaros á este padre Torres, seria necesario reunir en un solo cuadro los rasgos todos de los Callejas, de los Llanos, de los Iturbides, de los Bovillas, de los Velverdes y de los Pizarros; y aun así no se conseguiría sino un pequeño bosquejo de su retrato: tenia si no el valor de aquellos, toda su injusticia y su maldad. Habíase hecho fabricar una fortaleza como el tirano de Haití en la cima de una montaña, en donde se refugiaba cuando valerosamente huía del enemigo, y desde donde dictaba sus decretos de pillaje, de incendio, de proscripción, de muerte; sin exceptuar opinión, edad ni sexo: allí era donde mecido y arrullado por bellas en un lecho de rosas, exclamaba ensalzando su GLORIA y su GRANDEZA: Yo soy el jefe de todo el mundo.
Y como el padrino es por todas partes la misma cosa, en las tinieblas y en la ignorancia fundaba principalmente su reino: no quería para jefes subalternos sino á hombres de la hez del pueblo, los más bárbaros y más groseros; y á tal punto, que se veían obligados á que les leyesen otros las comunicaciones y les firmasen las respuestas que hacían señalar con algún sello ó signo de inteligencia. Todo hombre que hubiese manifestado conocimientos y repugnancia de ejecutar las órdenes crueles ó imbéciles dé este Sultán, se convertía para él en objeto de celo, y su pérdida era casi cierta. Todo, aun el asesinato, eran medios expeditivos empleados por este padre: no toleraba más qué pachas siempre obedientes, con los brazos cruzados sobre el pecho, á sus firmanes, y á su voz. Os he dado dos muestras de las atrocidades de los jefes realistas: he aquí dos también de las de este monfetruo que se llamaba a, sí mismo patriota.
Bajo el solo pretexto de que las poblaciones del Valle de Santiago, Pénjamo y Puruándiro podrían servir de refugio á los realistas, ordena que se destruyan desde sus cimientos: además, no concede más que seis horas de tiempo á sus habitantes para trasportar sus efectos: después de esto, ellos mismos pondrán fuego á sus casas, cada uno á la suya.
Los de Pénjamo piden que al menos se les conceda un término más largo y necesario para el trasporte total de sus efectos, y buscar un abrigo. Cuál será su respuesta? Envía una tropa dé sus verdugos que recorriendo la población como furias, y con antorchas encendidas en las manos, sepultasen en sus cenizas una de las más bellas y ricas poblaciones del Bajío. Notad, condesa, que estas poblaciones se habían manifestado siempre las más inclinadas á la causa patriótica, y que jamás el enemigo había podido entrar en ellas.
Ahora bien, el enemigo ya no encontró allí habitantes que se le opusiesen. Conoceréis bien que el fin de este monstruo no podía ser otro que gozar desde lo alto de su fortaleza del placer de la destrucción ó de alguna venganza personal, como Nerón desde la altura de su torre se deleitaba, mirando las llamas que devoraban á aquella Roma, que él aborrecía.
Otros pueblos y aldeas sufrieron la misma suerte. Segunda muestra de la inhumanidad del reverendo Padre. Se aproximaba con su tropa a una hacienda. Los habitantes del partido patriota lo creyeron realista y huyeron. Esto basta para que hiciese fusilar un gran número de ellos para castigarlos de una equivocación que merecería recompensa como prueba de su adhesión á la causa de la libertad. Nada fue capaz de hacerlo retroceder, ni las protestas de inocencia de estos infelices, ni las súplicas y lágrimas de sus esposas, de sus hijos, de sus padres y de sus madres.
Bajo los auspicios de esta anarquía, de estas atrocidades, preparaban los realistas un triunfo completo sobre la revolución. Tal era el estado que guardaba la causa de la independencia, cuando el desdichado Mina y su pequeña tropa de héroes vinieron á auxiliarla con sus generosos esfuerzos. Vamos ahora á reunírnosles en la hacienda de las Gallinas, para conducirlos al horroroso teatro de las humanas vicisitudes. Siento que mi pluma se resiste! que querría más bien dejarlos: presiente y predice sin duda la suerte funesta que les aguarda; pero su destino la llama á escribir sus decretos tales cuales han sido fulminados.
Los patriotas que Mina encontró cerca de las Gallinas, se dirigieron en seguida sobre uno de sus ranchos fortificados, después al fuerte del Sombrero, llamado así por la apariencia de la cima en la montaña, sobre que había sido fabricado por los patriotas. Los realistas le llamaban la montaña y fuerte de Comanja. Está á veinte millas al Norte de León, desde donde se distingue perfectamente la ciudad. Este fuerte, otras veces baluarte de la revolución, no es actualmente sino un montón de ruinas.
El ceremonial de poner á los pies del gobierno de la Independencia, sus servicios y los de sus compañeros de armas, fue el primer paso de Mina, cuando llegó al fuerte ante D. Pedro Moreno, que era el comandante, y digno subalterno del Padre Torres. Moreno los aceptó á nombre de su jefe. Un manifiesto anunció este feliz suceso que habría podido alentar el valor de los patriotas, y despertar los temores de los realistas, si Mina se hubiese dirigido á hombres menos celosos que los mexicanos, á jefes menos estúpidos y ambiciosos, más generosos y más patriotas. Dejó descansar por algunos días su tropa en el fuerte del Sombrero; pidió en seguida ir á buscar alguna ocasión de experimentar de nuevo su falange.
Cierto coronel, D. Felipe Castañón, terror de los patriotas de estas provincias, las recorría como un bandido con el hierro y el fuego en las manos, dando muerte á cuantos prisioneros hacía, á pesar de la expresa prohibición del Virrey Apodaca, asesinando aun á las mujeres y a los niños-, porque decía: estas mujeres y estos niños sentían ya el patriotismo.
Contra este monstruo comenzó Mina á manifestar su valor. Lo encuentra cerca de la hacienda de San Juan de los Llanos, lo combate, derrota sus fuerzas aunque superiores en número y en armamento, y libra á la tierra de esta furia infernal. Los trofeos de la victoria fueron cerca de quinientos hombres muertos y prisioneros, dos piezas de campaña, quinientos fusiles de manufactura inglesa, y una gran cantidad de municiones, de bagajes, y de equipajes militares. Su principal pérdida consistió en el mayor Maylefei-, Suizo, antiguo oficial de dragones, á las órdenes de Napoleón, que más tarde había servido á las cortes de España, y que á los talentos militares reunía, según se dice las más bellas cualidades del espíritu. Lo maravilloso de esta acción fue la metralla enemiga compuesta de pesos duros.
Hizo después una visita á D. Juan de Moncada, aquel conde del Jaral, de quien os hablé en la hacienda de las Gallinas, y en la misma hacienda del Jaral donde es su principal y soberana residencia. El conde no tuvo la política de aguardarlo: huyó con los tres ó cuatrocientos realistas que formaban su escolta regia. Mina no quemó nada, á nadie mató: no hizo más que echarse sobre el dinero que estaba guardado en las bodegas.
Si otro jefe que no hubiese sido Mina hubiese conquistado al Jaral, del Jaral no existieran quizá sino las ruinas: por otra parte, este dinero se empleaba por el conde (un criollo en ayudar á la tiranía de los españoles.
Multi multa dicunt sobre la suma de plata tomada; pero parece que además de los doblones que á manera de la harina en el molino, se pueden haber deslizado espontáneamente en alguna bolsa, puede evaluarse en doscientos cuarenta, ó doscientos cincuenta mil pesos.
Esto os dará una idea de la pequeña fortuna que los señores españoles hacían en México de una generación á otra; porque el señor conde es hijo de un español, que llegó á México poco más ó menos como una tortuga, llevando consigo toda su casa en su propia persona. Esta suma no era más que una muestra y pequeña de sus riquezas: de manera que recibió el suceso con la mayor indiferencia; quedó también muy satisfecho de Mina por no haber causado mal alguno á la hacienda.
Continuará...
Fuente:
Beltrami, Giacomo Constantino. México, obra escrita en francés. Tomo II. Imprenta de Francisco Frías, Querétaro, 1853, pp. 156-293
existe una historia en silao que dice que estuvo la cabeza de un insurgente pedro moreno en una picota en la plaza del municipio, ojala pueda hablar mas de la historia de silao y sus personajes como el papel de manuel siliceo en el imperio de maximiliano un personaje olvidado en el municipio, asi como los generales aparte de gonzalez ortega y zaragoza que participaron en la batalla de silao, saludos maestro.
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