Uno de los personajes de los que oímos mucho pero que conocemos poco es Alejandro de Humboldt, él nacido en privilegiada cuna a mediados del siglo XVIII (1769) llega a la Nueva España navegando desde sudamérica (Guayaquil) al puerto de Acapulco en donde desembarca el 22 de marzo de 1803, contaba con 33 años y cargaba, además de varias toneladas de equipaje y una abundante colección de objetos que luego estudiaría en Alemania, un conocimiento sorprendente, avanzado y una astucia singular para entender y adaptarse a varias circunstancias.
Humboldt hizo un largo recorrido por la Nueva España, no tan largo como él lo hubiera querido, solo estuvo un año, para ser precisos 11 meses con 13 días; tiempo suficiente para dejar una huella tan profunda en nuestro país que sigue siendo referencia obligada para todo biólogo, químico, geólogo, geógrafo, historiador y humanista en general. Es tal su huella que son muchas las poblaciones en México que hacen referencia de que "el barón de Humbold a su paso por nuestra ciudad..." como es el caso, por ejemplo, de mi natal Salamanca, sitio por donde pasó, solo se detuvo un par de horas a lo sumo y continuó su viaje... sin embargo ese día, el 5 o 6 (día por verificar) de agosto de 1803 está marcada en las efemérides del lugar.
Humboldt, poseedor de una envidiable educación, observó en México lo que más le apasionaba: los volcanes, la geología, la botánica y le fue imposible ver cual era la realidad social del virreino en el cual, las desigualdades eran tales que bien predijo una inminente guerra de Revolución. En sus apuntes, que luego se tradujeron en el Ensayo político sobre el reino de la Nueva España escribió:
"México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población. La capital y muchas otras ciudades tienen establecimientos científicos que se pueden comparar con los de Europa. La arquitectura de los edificios públicos y privados, la finura del ajuar de las mujeres, el aire de la sociedad; todo anuncia un extremo de esmero que se contrapone extraordinariamente a la desnudez, ignorancia y rusticidad del populacho. Esta inmensa desigualdad de fortunas no solo se observa en la casta de blancos (europeos o criollos) sino que igualmente se manifiesta entre los indígenas..."
Humboldt da un testimonio de primera mano, al ser invitado por los pudientes, "la gente bien de Querétaro", para visitar sus obrajes y los describe así: "Sorprende desagradablemente al viajero que visita aquellos talleres no solo la gran imperfección del proceso técnico en la preparación de la tintura, sino particularmente lo insalubre de la situación y el mal tratamiento al que están los trabajadores. Hombres libres, indios y gente de color se confunden con criminales que la justicia ha distribuido en las factorías para hacerlos trabajar. Todos están medio desnudos, cubiertos con harapos, flacos y deformados. Cada taller se parece a una prisión oscura. Las puertas permanecen constantemente cerradas y a los trabajadores no se les deja salir. A aquellos que están casados sólo se les permite ver a sus familiares el domingo. A todos sin misericordia se les azota si cometen la más mínima falta..."
De los contactos que habrá tenido seguramente el barón con los hacedores de la idea de la Independencia, sólo sabemos del encuentro que tuvo con la Güera Rodríguez. Pero si pensamos que Hidalgo se relacionaba con los pensadores del norte de la Intendencia de Guanajuato, quizá en su estancia por el Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato del 8 de agosto al 9 de septiembre de 1803, tuvo noticia de un Cura que, a pocas leguas de allí, tan solo catorce, vivía y hacía vivir la Francia Chiquita, no lo sé, es algo que se me ocurre que, quizá, sucedió...
Fuente:
Humboldt, Alejandro von. Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. Editorial Porrúa. México, 1973.
Felicidades Sr. Arredondo, Yp tengo 50 años radicando en Salamanca, Gto. Ya era tiempo de frenar al Sr. Leo con cnocimiento, por desgracia buen nùmero de personas nos oponemos, sobre todo al impulso de este Sr.
ResponderEliminarFelicidades a usted mi señor que ha logrado hacer de mis alumnos historiadores e investigadores. Han leído parte de sus trabajos que resultan amigables y fáciles de entender.
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