miércoles, 26 de mayo de 2010

Guanajuato, Guanajuato. Cabeza número 13.

Como parte de los festejos conmemorativos del Bicentenario, se colocó una nueva Cabeza de Águila (aunque un poco distinta de la original), en la explanada de la Alhóndiga de Grandaditas.

Juan Antonio de Riaño


En Guanajuato, dada la crucial importancia que tuvo, se instalaron cuatro Cabezas de Águila, una de ellas en la Alhóndiga de Granaditas, en la zona conocida como “las terrazas”. Debido a la remodelación del lugar, la Cabeza desapareció. Veamos lo que allí sucedió, razón de sobra para colocarla en ese lugar.


“El guanajuatense D. Lucas Alamán en su Historia de Méjico la describe de esta manera: “…es un cuadrilongo cuyo costado mayor mide ochenta varas de longitud. En el exterior no tiene más adorno que las ventanas practicadas en lo alto de cada troje, lo que le da un aire de castillo o casa fuerte, y lo corona un cornisamiento dórico en que se hayan mezclados, con buen efecto, los dos colores verdoso y rojizo de las dos clases de piedra de las hermosas canteras de Guanajuato. En el interior hay un pórtico de dos altos en el espacioso patio: el inferior, con columnas y ornato toscazo y el superior dórico con balaustres de piedra en los intercolumnios. Dos magníficas escaleras comunican el piso alto con el bajo, y en uno y otro dispuestas trojes independientes unas de otras, techadas con buenas y sólidas bóvedas de piedra. Tiene este edificio al oriente una puerta adornada con dos columnas y entablamento toscazo que le da entrada por la cuesta de Mendizábal; teniendo a la derecha al subir, el convento de Belén y a la izquierda la hacienda de beneficio de Dolores situada en la confluente de los dos ríos. Al sur y oriente de la alhóndiga corre una calle estrecha que la separa de la hacienda de Dolores…” con las últimas disposiciones de Riaño la defensa de Guanajuato quedaba pues reducida a la defensa de la alhóndiga. Don Carlos María de Bustamante describe aquel estado de cosas de la siguiente manera:


“El intendente hizo tapar por dentro con cal y canto una de las puertas del edificio y en cuanto a municiones de guerra se aprestó con cuantas pudo e inventó un género de bombas con los frascos de hierro en que viene envasado el azogue… se abasteció el fuerte de algunas cosas que faltaban y en él se recogieron los más de los caudales de los europeos quienes creyéndose seguros metieron cuanto pudieron de dinero, barras de plata, alhajas preciosas, mercaderías, las más finas de sus tiendas, baúles de ropa, alhajas de oro, plata, diamantes y cuanto tenían de más valor en sus casas. Más de treinta salas de bóveda que tiene en su interior aquel suntuoso edificio quedaron tan llenas que casi no se podían entrar en ellas por la multitud de cosas que allí se guardaban; no bajaría de cinco millones el valor de cuanto allí se depositó. Lo del rey sería como medio millón en plata y oro acuñado y sin acuñar y setecientos quintales de azogue en caldo. Otras piezas del fuerte se veían llenas de todo genero de víveres, los que con la provisión de aguas del aljibe, mucho maíz y veinticinco molenderas que también se introdujeron fincaban las más lisonjeras esperanzas de mantener por muchos días aquel fuerte, sin reflexionar que se hallaba circundado de alturas indefensas… ¡tal era la ignorancia de la fortificación de que estaban poseídos los que entonces nos dominaban!” “un sin fin de mulas subían al trote la calle y entraban al patio de granaditas. Jamás se habían visto más mulas o mulas más atareadas ni muleros más silenciosos… valía la pena ver aquellas mulas y aquel correr y trotar y cargar y descargar y llevar cosas al reciente saqueo de granaditas: talegas con plata y oro, talegas con centenares de miles de pesos; el dinero extraído por los impuestos y los monopolios, todos los tesoros acumulados por las iglesias en sus arcas; todas las redomas de mercurio; todas las joyas. ¡Qué espectáculo, todo aquello pulcramente acumulado en Granaditas”! (hasta aquí la escritora austriaca Vicki Baum).


¡El asalto y toma de granaditas fue algo terriblemente espantoso! A la una de la tarde se apoderaron los insurgentes de Guanajuato y tomando los presos de la cárcel y de las Recogidas, se encaminaron a la toma del famoso castillo, el Palacio del Maíz. Los curiosos, que desde hacía muchas horas estaban en las lomas que rodean la alhóndiga esperando tranquilamente como se espera en el tendido una corrida de toros, apenas llegaron los insurgentes uniéronse a ellos y descargaron sobre los defensores de granaditas tal lluvia de piedras como no se había visto igual. El fuego de los situados no era menos infernal y como era certero y dirigido sobre grandes masas de gente hizo tantos destrozos que las trincheras estaban llenas de muertos. Vio Riaño que un centinela de la puerta había abandonado su fusil y el fue personalmente a reemplazarlo saliendo para ello del castillo. Uno de los insurgentes, un cabo del regimiento de Celaya, se dio cuenta del brío de aquel soldado y disparó en contra de él con tal acierto que de aquel disparo falleció en intendente a los pocos momentos. Arrastrando metieron el cadáver al castillo y tras él cerraron la pesada puerta que chirrío lúgubremente.


“Cuando se dieron cuenta por fin que el comandante de Granaditas había muerto victima del primer disparo hecho en la lucha estallaron tan turbulentos ruidos, hubo gritos y carreras tan carentes de objeto, un desconcierto tan absoluto, una tan horrible confusión, un tal pandemonio, que todos los deberes y necesidades de las defensa fueron olvidados. Los sitiados reclamaron a gritos a un médico… pero entonces resultó que no se había pensado en traer a un médico., reclamaron a gritos a un sacerdote y cinco sacerdotes acudieron corriendo demasiado tarde para salvar el alma que se había ido. Reclamaron a gritos a alguien con autoridad, pidieron que las responsabilidades del difunto fueran asumidas por el que le siguiera en jerarquía pero tampoco se habían tomado disposición alguna para esta eventualidad. En el patio resonaban las pisadas de los soldados que corrían en todas direcciones, preguntas incrédulas, repuestas histéricas, el portón abierto de par en par, los oficiales abandonaron sus puestos…! (El ángel sin cabeza)


Dícese que el comandante Berrzábal llegase a donde estaba el cadáver y se arrodilló ante el en plegaria silenciosa; que llamado el hijo del muerto, el teniente Riaño, de las defensas exteriores, tomó el cadáver de su padre y llevándolo por todo el patio lo depositó al fondo de un sencillo altar bajo una tosca cruz. Cerró el único ojo de su padre, la bala le había destrozado el otro, y luego perplejo, no hallando que hacer, abrazose de él según cuenta Bustamante y despechado tomó una pistola para matarse. Impidieronlo al punto lo que lo acompañaban y le ofrecieron ponerlo en el lugar más peligroso para vengar la sangre de su padre.


Los muertos caían a granel en las filas de los insurgentes, muchas veces habían llegado en sus embestidas hasta la puerta de Granaditas y otras tantas veces habían sucumbido. La sangre corría sin exageración alguna por la empinada calle de Mendizábal a la manera en que corría el agua en los días de lluvia torrencial. En aquel instante aparece en escena Pípia, el humilde barretero de mellado, Juan José Martínez. Tomó en una de sus manos una gran loza para defenderse de la lluvia de balas y con la otra tomo unos ocotes encendidos. Llegó a la puerta de granaditas y en las secas astillas del portón colocó la llama. Entre tanto las granadas del joven Riaño seguían haciendo estragos y las balas españolas seguían matando. Centenares de cadáveres llenaban las calles…


Una gruesa nube de humo negro y espeso envolvió poco después la alhóndiga. Las vigas empezaron a crujir, la puerta quedó hecha cenizas y nadie pudo contener aquel río humano desbordado, que ebrio de sangre y con el odio reconcentrado de tres siglos, penetró en granaditas a las tres y media de la tarde. Tenía la fuerza avasalladora del mar en noche de tempestad que a su paso todo lo destroza y todo lo aniquila. Aquello era verdaderamente un fragmento del infierno y solo Dante podía describirlo…”vi arrebatar del altar el cadáver de Riaño y despedazar su bello uniforme bordado de oro vi que se disputaban con tesón sus jirones. Y vi que se arrojaban mutuamente el desnudo cuerpo y que escupían sobre el y lo pisoteaban y lo mutilaban con los cuchillos. Y vi que le ataban juntas las manos y los pies y lo colgaban de una estaca como un cerdo sacrificado y lo llevaban de allí a otro lado entonando una canción de triunfo… los vi forzar los depósitos puerta tras puerta y tomar de allí, en salvaje confusión, la riqueza de la provincia, de las iglesias, del gobierno, de los despreciados amos. Los vi enloquecer con el oro y la plata, los cálices enjoyados, las casullas, las custodias de las iglesias, los collares de la querida de alguien, las joyas y los brocados. Vi arrancar las ropas y uniformes a los muertos y matar a los heridos para robarlos. Los vi finalmente volverse en contra el otro y disputarse el botín”. Y matarse mutuamente los vencedores y con ello aumentar la cantidad asombrosamente salvaje de muertos. Nunca se había visto carnicería más espantosa. El castillo era un charco de sangre y vísceras humanas, asqueroso, hediondo, horripilante…


Fuentes:


Todo el texto ha sido tomado del libro: El Bajío de José Zavala Paz. Editorial Frumentum. México 1955


Las fotografías fueron tomadas del libro: Historia de la Alhóndiga de Granaditas de José Arenas Sánchez. Universidad de Guanajuato. 1969


El recién llegado a la Nueva España, virrey de Iturrigaray.


Nota:


La referencia que hace al libro El ángel sin cabeza de Viki Baum fue un clásico publicado en 1949 aproximadamente. No es un libro de historia, sino una novela recreada en un hecho histórico conocido por la austriaca cuando vino a residir a Guanajuato. Por la fuerza de su descripción está incluida en esta Cabeza de Águila.



martes, 25 de mayo de 2010

Silao, Guanajuato. Cabeza número 12.

Esta es la Cabeza de Águila que se colocó en Silao como parte de los festejos del Bicentenario, me parece lamentable que sea precisamente en Silao, lugar de nacimiento de Tomás Chávez Morado, que se haya instalado una escultura que dista mucho de la original diseñada por el maestro silaoense, por si esto no fuera suficiente, el pico, (por así decirlo) del águila está apuntando en dirección contraria.



En Silao la Cabeza de Águila está desaparecida, dicen que cuando vinieron las obras de ampliación del acceso a la ciudad el monumento fue movido y nunca más se volvió a colocar. Hay la versión de que alguien chocó contra él y por eso ya no existe, sea cualquiera de las versiones, lo que hay en Silao es algo que bien podríamos considerar el antecedente a la Cabeza de Águila esculpida por el maestro Chávez Morado. Aunque esa versión tal vez está errada.



Y es debido a que el monumento que si existe y es precisamente un águila y fue colocada en 1960 a la salida a Guanajuato (todo coincide) es la que vemos en la fotografía. “A un costado de la Escuela Primaria J. Natividad Macías en la salida a Guanajuato, se construyó una estatua en honor y memoria de la victoria de la Batalla del 10 de agosto de 1860. Fue un monumento muy importante porque aludía a Silao cuando adquirió el título de ciudad y el nombre de Silao de la Victoria; se construyó en 1960 para festejar el primer centenario de la batalla citada y el título de ciudad. Desgraciadamente, sin ninguna consideración histórica, estética y moral, el monumento fue destruido cuando se amplió la calle en donde se ubicaba. Para fortuna de los silaoenses, la escultura del monumento (un águila tallada en piedra por el escultor silaoense Tomás Chavez Morado) y la placa conmemorativa fueron rescatadas por un héroe anónimo y tirada en el interior de la mencionada escuela”. (1)



Lo que sucedió en Silao fue esto: “El 10 de agosto de 1860 tuvo lugar en Silao una batalla correspondiente a la Guerra de Reforma, en la que las fuerzas republicanas de J. Jesús González Ortega, Manuel Doblado e Ignacio Zaragoza derrotaron a Miguel Miramón. En memoria de este suceso, el 12 de junio de 1861 el licenciado Manuel Doblado, gobernador constitucional del estado libre y soberano de Guanajuato, anunció que el congreso Estatal había otorgado a Silao el título de ciudad y se le nombró Silao de la Victoria, cabecera municipal de Silao, nombre que conserva todavía”. (2)



El mural que se encuentra contiguo a la escultura de su hermano Tomás. “En la prolongación de la calle 5 de Mayo, a un costado del Campo Municipal de Futbol, se encuentra un hermoso mural del maestro José Chávez Morado, en alusión a Silao de la victoria, hecho con pequeños mosaicos multicolores. En él encontramos motivos característicos de la región del Bajío: mazorcas, flores, mariposas”. (3)



Me queda la duda si, en efecto, se habla de la Cabeza de Águila, o de este monumento en particular. Será bueno que algún sinaloense nos lo confirme. Mientras sucede eso, es bueno saber que varios autores mencionan a Silao como lugar de paso del ejército Insurgente, no así del paso de Hidalgo. El ejército, una avanzada del mismo enfiló días antes desde Irapuato, el cura Hidalgo se encontraba en la Hacienda de Burras, cuya ubicación es más próxima a Guanajuato que desde Silao.


Luis Castillo Ledón comenta que estando el cura Hidalgo en Irapuato, el 26 de septiembre, se dedica a asignar y despacharen distintos grupos, “destacar una columna que va a poner asedio y a someter a Silao, situado a corta distancia fuera de la ruta que seguiría el grueso del ejército. Allí se recibe a los insurgentes con repiques; se saquean las tiendas de los españoles y se les desposee de los caudales que habían ocultado en los templos”. (4)


Silao cuenta con una parroquia cuyo interior es impresionante, especialmente en las tardes que, al entrar el sol lateralmente produce unos juegos de luces de singular belleza.


Su kiosco rompe con el estándar establecido en el Bajío pues está hecho en cantera y cuenta con un domo que realza su estilo Decó, pocas veces visto.


Y mantiene la tradición de “los Toritos” festejos introducidos por la población negra que durante la colonia fue traída a trabajar los prósperos campos del norte de Michoacán y sur de Guanajuato.



Y es en Silao donde nació el creador de las Cabezas de Águila, Tomás Chávez Morado, la que fuera casa de sus padres está convertida ahora como museo, uno de los imperdibles en el Estado de Guanajuato.



Fuentes:

1.- Rizo, José. Un paseo por las historias de Silao. Ediciones la Rana. Guanajuato, 2004.

2.- Ibid

3.- Ibid

4.- Castillo Ledón, Luis. Hidalgo. La vida del héroe. Frente de Afirmación Humanista. México, 2003.

lunes, 24 de mayo de 2010

Hacienda de Burras, Guanajuato. (Sin Cabeza de Águila)

“Conocida también como San José de Llanos, propiedad de don José Sardaneta y Llorente, segundo Marqués de Rayas, partidario del movimiento de la Independencia. En este lugar la madrugada del 26 de septiembre de 1810 el Señor Cura don Miguel Hidalgo y Costilla, al frente del ejército libertador redactó y envió las cartas de intimación al Intendente Juan Antonio Riaño y Bárcena, pidiendo rendición de la plaza de Guanajuato sin derramamiento de sangre. Al no obtener respuesta afirmativa planeó el asedio de la ciudad siendo su principal objetivo el edificio conocido como Alhondiga de Granaditas donde se hallaban fortificados el ejército y los españoles fieles a la corona”. (1)


Esto que acabamos de leer es una de las tantas discrepancias que hemos ido encontrando a lo largo de la Ruta de Hidalgo. El texto fue copiado de la placa que en la plaza que aparece en la primera fotografía, firmado por INAH el 27 de septiembre de 1991, solo que, el cura Hidalgo aun se encontraba en Irapuato el día 26, el 27 llega a la Hacienda de Burras y es hasta el 28 que envía la carta de intimación, según se dice, las redactó debajo del árbol que ahora forma parte esencial del recién construido jardín de San José de Llanos.


Aquí Hidalgo pasó una noche, parte de su ejército se encontraba en Silao y enfilaría de allí a Guanajuato. Don Miguel fue atendido por el Marqués de Rayas, que al igual que a muchos de los nobles y ricos hacendados de la zona, le era conocido. Es desde aquí que manda la carta de Intimación.


“Un poco antes de las nueve de la mañana del día 28 de septiembre, se presentaron montados en briosos caballos en la trinchera que daba frente a la calle de Belén de la ciudad de Guanajuato, o sea la que estaba entre la Hacienda de Dolores y el templo de los Betlemitas, los Insurgentes coronel Mariano Abasolo y el teniente coronel Ignacio Camargo, acompañado de dos Dragones y dos criados con lanzas, quienes traían para el intendente de Guanajuato, don Juan Antonio Riaño y Barcena, una comunicación de don Miguel Hidalgo y Costilla, máximo caudillo de los insurrectos, quien se encontraba en la cercana Hacienda de Burras. En dicha misiva le decía a Riaño” (2):


Cuartel General de la Hacienda de Burras, 28 de Septiembre de 1810.


“El numeroso ejército que comando, me eligió por Capitán General de la Nación en los campos de Celaya. La misma ciudad a presencia de cincuenta mil hombres ratificó esta elección que han hecho todos los lugares por donde he pasado, lo que dará a conocer a V.S. que estoy legítimamente autorizado por mi nación para los proyectos benéficos que me han parecido necesarios a su favor. Estos son igualmente útiles y favorables a los americanos y a los europeos que se han hecho ánimo de residir en este reino, y se reducen a proclamar la independencia y libertad de la nación; por consiguiente yo no veo a los europeos como enemigos, sino solamente como a un obstáculo, que embaraza el buen éxito de nuestra empresa. V.S. se servirá manifestar estas ideas a los europeos que se han reunido en esa alhóndiga, para que resuelvan si se declaran por enemigos, o convienen en quedar en calidad de prisioneros recibiendo un trato humano y benigno, como lo están experimentando los que tenemos en nuestra compañía, hasta que se consiga la insinuada libertad e independencia, en cuyo caso entrarán en la clase de ciudadanos, quedando con derecho, a que se les restituyan los bienes de que por ahora, para las urgencias de la nación, nos serviremos. Si por el contrario no accedieran a esta solicitud, aplicaré todas las fuerzas, y ardides para destruirlos, sin que les quede esperanza de cuartel.


Dios guarde a V.S. muchos años como desea su atento servidor.


Miguel Hidalgo y Costilla, Capitán General de América.


Cabe recordar que Hidalgo y Calleja eran ya conocidos… “con el intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño, a quien trataba desde que fungía con igual rango en Valladolid, departía a la mesa con frecuencia. Entonces peroraban no solamente sobre las exquisiteces de los platillos, sino sobre los recientes acontecimientos del Viejo Continente a los pies de Napoleón Bonaparte.” (3) Y la respuesta a la Intimación se da de la siguiente manera:


Sr. Cura del Pueblo de los Dolores

D. Miguel Hidalgo:


No reconozco otra autoridad ni me consta que haya establecido ni otro capitán general en el reino de la Nueva España, que el exmo. Señor don Francisco Xavier de Venegas, virrey de ella, ni más legitimas reformas que aquella que acuerde la nación entera en las cortes generales, que van a verificarse. Mi deber es pelear, como soldado, cuyo noble sentimiento anima a cuantos me rodean.


Guanajuato, 28 de Septiembre de 1810


Juan Antonio de Riaño.


Hay algo que me ha llamado mucho la atención en la Ruta de Hidalgo, no son los monumentos ni las condiciones en que se encuentran las Cabezas de Águila, sino que es, en verdad sorprendente que hay árboles a lo largo de la ruta que van hilando algún suceso del paso del Padre de la Patria por ese lugar y el árbol. Vimos ya que en Dolores Hidalgo fue trasplantado en ocasión al Centenario de la Consumación de la Independencia, un “hijo” el Árbol de la Noche Triste, en la Hacienda de la Erré están esos añosos mezquites bajo cuya sombra fue celebrada la misa del domingo16 de septiembre de 1810, ahora tenemos a este capulín, desde el cual, se dice, fue enviada la última carta de intimación. ¿Cuántos árboles más nos esperan en la Ruta de Hidalgo?

(4)


Fuentes:


1.- 1.- Placa conmemorativa en la Plaza Cívica del poblado, firmada por INAH el 27 de septiembre de 1991.


2.- Rionda Arreguín, Isauro. Contraportada de la edición especial de El Sol del Bajío. Celaya, Octubre 2009.


3.- Martínez Álvarez, José Antonio. Miguel Hidalgo. Marcha de la Libertad. Consejo Consultivo Editorial del Bajío. Celaya, 2008.


4.- La fotografía blanco y negro tomada en 1950 del “Árbol de la Patria” viene del libro: El Bajío de José Zavala Paz, Editorial Frumentum, México, 1955.


Para ver algo más de la Hacienda de Burras, entra aquí:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/05/hacienda-de-san-jose-de-burras.html