domingo, 9 de mayo de 2010

Atotonilco, municipio de San Miguel Allende, Guanajuato. Cabeza número 3.

El objetivo del día 16 de septiembre de 1810 era llegar antes de que oscureciera a la Villa de San Miguel el Grande, la escala se había hecho ya en la Erré y ahora llegaba el Ejército Insurgente con don Miguel Hidalgo al frente de algo que tal vez sería un millar de personas quienes lo formaban. Así pues, con esa idea, llegamos al impresionante rancho en donde la vida gira en torno al Santuario de Jesús Nazareno. Encontrar la Cabeza de Águila es cosa sencilla, está a la entrada de la Casa de Ejercicios.


“Atotonilco es un toponímico muy común en el país; casi todos los estados del altiplano tienen uno o varios lugres con ese nombre. Los más famosos son el de Jalisco, al que llaman “el Alto”; el de Hidalgo, que lleva como apellido “el Grande” y es notable por su convento del siglo XVI; y el de Guanajuato que se llama así nada más: Atotonilco”.


“La palabra preclara, como su significado, procede del vocabulario atotonilli, agua caliente, y el locativo co, en. Significa, pues, en las aguas calientes, o termales (Macazaga, 1979:35). Pero Luis Felipe Neri de Alfaro, quién fundó el Santuario, lo traducía simplemente por Aguascalientes”.


“No hace falta señalar que hubo allí manantiales y baños de placer. Nuestro Atotonilco no es villa, ni pueblo, mucho menos ciudad, si acaso ranchería; pero fundamentalmente es el lugar de un Santuario estrechamente vinculado a la historia y a la idiosincrasia de los mexicanos. Allí se casó don Ignacio Allende con doña Agustina de las Fuentes y allí el cura Hidalgo, según hilvana la leyenda, catalizó la voluntad y el fervor patrio de sus huestes al enarbolar como pendón primigenio de la causa libertaria el estandarte con la imagen de la guadalupana”.


“El caso del estandarte de Hidalgo, como muchos otros asuntos del anecdotario de la guerra de Independencia de México, ha sido objeto de manipulación y distorsiones que difícilmente pueden ser rectificados. Así tenemos que en el Museo Nacional de Historia se exhiben dos pinturas de las que se dice que son el estandarte que Hidalgo tomó como bandera a su paso por Atotonilco; una de ellas es un óleo firmado por Andrés López en 1805 y no tienen características que permitan su manipulación como lábaro. En realidad la pintura había sido incautada a las tropas insurgentes en Acatita de Baján y, después de un peregrinar novelesco, depositada en la Colegiata de Guadalupe desde 1853 ó 1854”.


“De acuerdo a una investigación acuciosa de Jacinto Barrera Bassols (1995) fue integrado al Museo de Artillería en 1896 como el “estandarte de Atotonilco” basándose en argumentaciones de claro signo demagógico”.


“La otra pintura corresponde a la forma, proporciones y estilo pictórico de un auténtico estandarte popular con cierto parecido a los que aún son utilizados por los grupos de peregrinos que acuden a las “tandas” de ejercicios espirituales que en el Santuario se realizan. Se encontraba ya en el antiguo Museo Nacional por lo menos desde 1864. En su oportunidad, José María Velasco –quién fuera fotógrafo y dibujante de la institución- se pronunció en ese sentido, y otro tanto hizo el eminente erudito y polígrafo Jesús Galindo y Villa. Yo agregaría no sin audacia, basado únicamente en la tipología pictórica, que la obra ostenta rasgos estilísticos muy cercanos a las representaciones de la decoración mural ejecutada por Pocasangre”.


“Pero lo que al fin de cuentas importa, al margen de precisiones de índole factográfica, es que tanto el caudillo como sus seguidores encontraron la expresión simbólica de sus aspiraciones y objetivos colectivos en el culto y la devoción marianos bajo la advocación de Guadalupe”.


Esta es una muestra del extraordinario trabajo realizado por Miguel Antonio Martínez de Pocasangre. La escena de “El beso de Judas” lo encontramos en la bóveda del primer tramo del sotocoro.


“El hecho simple de que en este templo se surgiera la primera insignia-bandera de los mexicanos en campaña por su emancipación –o si se quiere la leyenda o conseja tan difundida y apreciada- basta para tener al Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco como altar de la patria”.


Esta vez no hago más comentario personal, fuera de que, si por algo hace un par de años se le dio al Santuario de Atotonilco la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, es por una razón muy poderosa: difícilmente se encontrará algo similar en ninguna parte del mundo. Todo lo aquí escrito y entrecomillado lo he tomado de la pluma del maestro José de Santiago Silva. Él ha hecho profundos estudios en una serie de libros que el Gobierno del estado de Guanajuato ha tenido a bien publicar como Arquitectura de la Fe. Yuriria, Salamanca, Guanajuato y Atotonilco forman parte de esta colección la cual es altamente recomendable.


Fuente:


De Santiago Silva, José. Atotonilco. Ediciones La Rana. Guanajuato, 1996



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