domingo, 20 de febrero de 2011

Charcas, San Luis Potosí. Cabeza número 167

Llegamos a este oasis enclavado a la mitad del altiplano potosino, lugar que, como la mayoría de las antiguas fundaciones de la zona, fue debido a la existencia de algún mineral, luego vendrían los franciscanos y se formaría un Real o una Villa. Y es aquí en Charcas, donde recordamos ese enfrentamiento que desde siempre hubo entre los dos principales personajes de la insurgencia: Hidalgo y Allende. Sabemos que fueron varios los intentos por envenenar al "cura bribón" por parte de Allende.

Se dice que llegó el momento en que Allende dividió en tres porciones una dosis de veneno, quizá arsénico. Él, su hijo Indalecio y Arias buscarían la oportunidad de verter el veneno en algún alimento que el cura fuera a tomar, cosa que nunca sucedió... Todo esto nos lleva a compaginar un par de ideas, una de ellas, lo que Homero Adame recaba en su libro La Ruta Menos Conocida de Hidalgo en donde recabando el decir de la gente sobre el paso de Hidalgo en esa zona llega a un testimonio en el que le dicen haber oído que al cura lo iban a matar. Esto, si mal no lo recuerdo, lo recabó en Charcas.

La otra parte de la idea la encontré en un antiguo libro publicado originalmente en 1859 y reeditado en distintas ocasiones, actualmente se puede leer en línea. Es la obra de Juan Díaz Covarrubias, el veracruzano que fue el primero en escribir dentro del género romántico, las escenas de la historia entremezcladas con una novela de amor, esto dio por resultado Gil Gómez, el Insurgente, que lleva por sub título el curioso nombre de La hija del Médico. En ella se recrea en ese modo tan meloso propio del romanticismo decimonónico a un joven que, por asares del destino, llega a Dolores justo la madrugada del 16 de septiembre y es él quién llama a misa, sin saberlo estaba convocando al inicio por la Independencia. De ese modo comienza el relato y, cuando están ya en el altiplano la historia, la fantasía, las "oídas" y la leyenda se van entremezclando. Aquí unos extractos del capítulo XV:

El ángel tutelar de Hidalgo.
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"Gil Gómez no había perdido un sólo momento de vista al nuevo misterioso insurgente, según la orden de Hidalgo. Marchaba éste confundido entre la multitud; pero sin hablar con nadie, sin quejarse o alentarse a sí mismo como lo demás. Una mañana Hidalgo dijo en voz alta a Gil Gómez que se encargase en la primera venta por donde pasaren, de hacer que le preparasen un almuerzo, porque hacia algunas horas que no probaba alimento. Acababan de dejar atrás al pueblecillo de Charcas y era muy probable que antes de llegar a Venado se encontrasen una aldehuela o cuando menos alguna posada". Aquí cabrá mencionar que hubo una desubicación geográfica, ya que venían de Venado, llegaron a Charcas y continuarían hacia Matehuala.

"Al poco rato el joven descubrió a la falda de un montecillo, una casa que seguramente debía ser lo que buscaba; corrió a ordenar a Allende de parte de Hidalgo, guiase adelante al ejército, mientras éste se quedaba acompañado de él y de otros oficiales, en la casa para tomar reposo y alimento, después de lo cual le alcanzaría. El ejército siguió adelante; Gil Gómez se adelantó a la venta para hacer disponer lo necesario. Hidalgo acompañado de dos oficiales le seguía a paso lento. Cuando el joven detuvo su caballo delante de la venta, salía de ella lanzándose al golpe el pálido desconocido. Gil Gómez al verle dio un salto como si hubiese visto una serpiente. El caballero lanzó una insultante mirada de desprecio y de satisfacción hacia el camino por donde Hidalgo se acercaba".

El relato continúa cuando, llegados ya en la venta, son atendidos por el Señor huésped, termino que me parece curioso, ya que hoy día lo entendemos totalmente al contrario; Gil Gómez le dice, luego de sondear de parte de quién estaba el huésped, si realista o insurgente, que iban hacia el Saltillo y que por allí seguramente ya habían pasado algunos de la avanzada. Entonces el dialogo continúa:
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- ¡Ah!, ¿conque ha pagado adelantado el almuerzo de unos viajeros? ¡que franco es!
- Sí; pero ha hecho más, me ha dicho que uno de esos viajeros es un anciano muy desganado para comer y que sólo algunos platos que él sabía muy bien, prueba.
- Debe ser muy su amigo.
- Así me lo ha asegurado, de manera que después de haberme preguntado hacia qué parte se hallaba la cocina, ha corrido a ella dejándome como dicen, con la palabra en la boca, para probar él mismo la clase de alimentos que hay , que no son por cierto muy numerosos.
- ¿Pues cuántos platos hay para el almuerzo?
- Dos solamente, señor capitán, mole y frijoles".

Los alimentos fueron pagados por anticipado y el caballero salió rumbo norte. Gil Gómez para cerciorarse de quién habrá sido y con que intenciones lo hizo, preguntó:

- ¿Qué señas tenía?
- Era un señor de mediana edad.
- ¿Con el cabello rojo?
- Sí señor, con el cabello rojo.
- ¿Muy pálido?
- Muy pálido.
- ¿Montado en un caballo negro?
- Sí señor, negro como la noche".
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Mejor descripción de Ignacio Allende no se podría hacer.

- ¿Vamos, ¿qué hace usted, capitán, le disgustan acaso esos platos? -Preguntó sonriendo Hidalgo.
- Un poco señor.
- Pues de un gusto enteramente contrario, porque yo amo con delicia las comidas nacionales. ¡Ea!, no hay tiempo que perder, tomemos alguna cosa que tenemos que alcanzar al ejército antes de llegar al Venado.
- No señor, usted no tocará esos platos -exclamó Gil Gómez.
- ¿No tocaré ninguno de esos platos?, ¿y por qué, capitán?
- ¿Por qué?, porque esos platos están envenenados.
- ¿Envenenados?
- Envenenados, sí señor.
- ¿Pero por quién?
- Por el sospechoso desconocido que ha llegado a esta posada un cuarto de hora antes que yo y partía a todo escape cuando yo me acercaba".

Hidalgo y su "ángel tutelar", Gil Gómez, salieron de la Venta y se dirigieron a Matehuala, aunque en la novela está al revés pues dice que siguieron de Charcas a Venado, en fin, es lo de menos, lo interesante es ver como concluye la escena:
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"Luego tiempo después de que sus huéspedes hubieron partido, el posadero se quedó parado en medio del patio del mesón creyendo que era un sueño cuanto acababa de escuchar. De repente corrió al cuarto y examinó sus guisos; habían tomado éstos un color negruzco demasiado sospechoso que no estaba acostumbrado a observarles. Tomó en sus manos el plato y arrojó su contenido a unos de tantos de esos perros que pululan en todos los mesones. El animal hambriento le devoró en un instante. Pero no había transcurrido ni un cuarto de hora, cuando sus facciones se contrajeron espantosamente, sus ojos giraron horribles y desencajados en sus órbitas, lanzó aullidos lastimeros de dolor, una convulsión contrajo sus miembros, su boca se cubrió de un espumarajo sanguinolento y cayó tieso sobre el suelo... Hidalgo y Gil Gómez, habían alcanzado al ejército antes de llegar al Venado..."

Todo lo que aparece en cursivas ha sido tomado del libro: Gil Gómez, el Insurgente o La hija del Médico. Escrito por Juan Díaz Covarrubias. Editorial Prrúa. México, 1991.

2 comentarios:

  1. Muy buen articulo, felicidades. solo me gustaría hacer una observación respecto a los creditos de las fotos, ya algunas fueron modificadas del sitio web http://www.charcas.com.mx
    Ojala lo corrijan para darle el crédito al autor de nombre Hugo Silva. Gracias

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  2. Envio el enlace de UNA de las fotos https://picasaweb.google.com/117856740475920598851/CentroDeCharcas#5634416059953649266

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