viernes, 7 de mayo de 2010

Hacienda de la Erré, Municipio de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Cabeza número 2

Así lucía la hacienda de La Erre en 1909 cuando el historiador Luis Castillo Ledón realizó un recorrido por la Ruta de Hidalgo.

Dar con la Cabeza de Águila en la Hacienda de la Erré, es la cosa más sencilla, se ubica en una planicie, entre las ruinas de la hacienda y el templo que sigue en función y solo abre en domingos y festividades, poco más adelante está el rancho de la Erré. Impresionante llegar allí, luego de caminar varios kilómetros en ese altiplano que se forma en la Sierra, lleno de vegetación propia de las zonas semiáridas.


En el lugar no hay otra cosa, estás tú y la presencia del águila y su letrero que nos dice LIBERTAD. Palabra sencilla, conocida, aparentemente entendida y ejecutada. Y es entonces que pensamos en lo que allí hubo hace más de doscientos años, casi cuatrocientos; uno de los negocios más ricos de la Nueva España, era cuando, efectivamente, se “amarraban los perros con longaniza”, pues los territorios eran vastos, la población escasa y el acaparamiento de riqueza quizá, tan solo quizá, un poco más notorio que en la actualidad.


¿Qué habrá sentido, pensado el cura Hidalgo en ese lugar? Creo que estaba en un estado de tensión elevado. Cuando llamó a misa, que creo no fue el quien lo hizo propiamente pues la presencia del campanero era imprescindible, si nos ubicamos en la época, una Parroquia, con un cura como lo era don Miguel, seguramente habrá tenido personal a su servicio, así pues, se llamó a misa a las 5:30 para comenzar el oficio a las 6, según marcaba la tradición, pero algo había en el pueblo y eso era que el día anterior se había celebrado el festejo de Nuestra Señora de los Dolores, instituido ya para recordar los siete dolores de la Virgen María, así que, quizá no hubo kermés, pero de que el día anterior hubo celebración distinta, sí que la hubo.


Aldama llegó a las dos de la mañana, fueron a las cuatro o cinco a abrir las puertas de la cárcel, a las seis se arengó a la población y a las diez salieron rumbo a la hacienda de La Erré. Dos horas de cabalgata y unas cuantas de espera; la noticia ya se había dado, gente de la población de San Felipe Torresmochas ya venía en camino para unírsele. Era menester esperar, así que, descansando bajo este mezquite, reflexionando a profundidad, seguramente, respirando el aire fresco de un día de mitad de septiembre, siendo domingo, era necesario encomendarse al Altísimo.


Si desde el día anterior no había habido descanso, no había habido tiempo para el Santo oficio, don Miguel Hidalgo se dispuso a hacerlo aquí precisamente. Curioso es, seguir sus pasos y ver que hay árboles que se han vuelto emblemáticos hacia la figura del Padre de la Patria. En Dolores hay, aunque ese no lo vio Hidalgo, hay un ahuehuete, que es el hijo del “árbol de la noche triste”, y aquí tenemos un mezquite. Será bueno sentarnos y reflexionar, así como él, hace ya doscientos años lo hizo.


“Este mezquite centenario creció a la vera del camino de herradura conocido desde 1560 como El Camino de la Plata, entre México y Zacatecas, donde muy cerca de él los Mariscales de Castilla, dueños de la hacienda, habían construido trojes y corrales. Imponente de los templos, la comba del cielo azul de esta comarca. Quitó de su pecho el viejo crucifijo que recibió cuando obtuvo las órdenes de su presbiteriano y colocándolo en el tronco del mezquite, a la vista del ejército ya congregado, comenzó la misa.


Este mezquite ha sobrevivido inundaciones, incendios, talas, hasta un rayo que lo resquebrajó, razón del raro tendido de sus ramas que al ras del suelo han hecho raíces.


Aquí está como testimonio del Padre de la Patria y de su jornada libertaria. Septiembre de 2006”.


De la Hacienda de la Erré no queda mucho, mejor dicho, no queda nada, toda está en ruinas, algunos muros sobreviven, se intuye el lugar que fuera el patio central, los abrevaderos, se ven algunas mojoneras, hay una troje con los techos derrumbados. La maleza ha invadido toda la zona. Se alcanzan a distinguir los arcos que fueron en su momento el acueducto. La hacienda produjo mucho, era uno de los latifundios más grandes del siglo XIV en la Nueva España, ahora es solo un bello recuerdo.


Concluida la misa, reunido el naciente Ejército Insurgente, adheridos ya los vecinos de las haciendas cercanas, don Miguel Hidalgo comió, no se si esta habitación que vemos, la única que se puede considerar en pie con sus cuatro muros y al filo de las 2 de la tarde se dio la orden.


“El 16 de septiembre de 1810, llegó a medio día el Sr. Cura D. Miguel Hidalgo y Costilla, a esta Hacienda de la Erré y comió en la sala de la casa. Terminada la comida y después de haber formado el primer Estado Mayor del Ejército Insurgente, dio la orden de marchar rumbo a Atotonilco y al hacerlo dijo:


Adelante Señores, vámonos, ya se le ha puesto el cascabel al gato, falta ver quienes son los que sobramos.


Septiembre 17 de 1964. Placa donada por el Sr. Felipe Vásquez, siendo presidente Municipal José Azanza Jiménez”.


Para ver algo de la historia de la Hacienda de la Erré, entra aquí:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/02/senores-ya-le-hemos-puesto-el-cascabel.html


Si quieres saber como llegar a la Hacienda de la Erré, entra aquí:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/02/y-como-llegamos-la-erre.html



2 comentarios:

  1. Sólo para aclarar que el dato de que para mediados del siglo XIV la hacienda de la Erre ya era un latifundio es erróneo ("era uno de los latifundios más grandes del siglo XIV en la Nueva España"). Creo que más bien debió referirse al siglo XVI. Recordemos que para 1609 Hernán Carrillo Altamirano se convirtió en el sexto comprador de la hacienda pero el inicio de la construcción del casco se remonta a principios de 1500, 1530, creo.

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    1. Thank you! I am filled with heartfelt joy to connect my present with the past. Hernan Carrillo Altamirano is my 9th generation grandfather, I am the descendant of from his son Agustin.

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