Luego de las fastuosas celebraciones del Primer Centenario el país se vio inmerso en una guerra civil que se prolongó por diez años, tiempo en el cual los festejos a los héroes de la Independencia no eran tantos y mucho menos, con la fastuosidad que se vio en 1910. Los restos de Hidalgo permanecieron en el Altar de San José dentro de la Catedral. El Panteón Nacional nunca se construyó, la Columna de la Independencia se inauguró sin pensar que se convertiría 15 años después en Mausoleo; esto debido a que el Presidente de la República que asumió el mando el 1 de diciembre de 1924, Plutarco Elías Calles, debido a sus ideas anti clericales dispuso que se mantuviera la laicidad del estado mexicano y que los restos de los héroes salieran de la Catedral y se trasladaran a la Columna de la Independencia.
"La ceremonia solemne del traslado de los "beneméritos de la patria", como los designó el Congreso por medio de un decreto del 19 de abril de 1823, fue encabezada por el presidente y general Plutarco Elías Calles, acompañado por todo el cuerpo diplomático. Fuerzas de la Guardia Presidencial se formaron en batalla frente a la Catedral, desde la puerta izquierda hasta la puerta de la Capilla de San José...
"A diferencia del general Obregón, quien sí entró en la Catedral en 1921 para homenajear de manera cívica a los héroes, su sucesor, Calles arribó directamente a la Columna de la Independencia cuando los restos de los próceres habían abandonado el recinto sagrado y llegando escoltados por las más diversas asociaciones a su destino final...
Al centro de esta fotografía que procede del Archivo Casasola, al igual que todas las de éste artículo, vemos al Embajador de Brasil, Antonio de Feitosa, decano del cuerpo diplomático acreditado en México que fue, en buena medida, quien presidio la primera parte de la ceremonia, cuando los restos de Hidalgo salen de la Catedral, rumbo a la que aparentemente será su morada a perpetuidad. El pueblo acompaña a la procesión en la que se disponen tres armones, el primero con la urna que contiene los cuatro cráneos, los de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez. En el segundo irían los de Morelos, Mina y Guerrero (luego se sabría que nos de Morelos estaban ya desaparecidos) y en el tercero los de Matamoros, Bravo, Quintana Roo y Leona Vicario.
"Radioso 16 de septiembre. La ciudad trigarante y guadalupana, amaneció ungida por la luz de los próceres. habían estos pasado la última noche en la Capilla del Señor San José, listos para trasladarse a su nueva morada. Se abrieron las puertas de la Catedral y poco a poco fue llegando el gentío. Mujeres humildes, algunas de luto, se acercaron a la reja de la capilla propiciatoria. Curioseaban para ver por última vez los cuatro cráneos que van en la urna de bronce dorado. Sobre el pano negro de las cajas se destacaba en la luz incierta de la nave de oro fausto de los galones. En la pared las coronas inmarcesibles que año con año se les iba llevando allí. Llegaron más mujeres, luego algunos señores enfundados en levitas ceremoniosas, con sombreros de copa en la mano. Uno de ellos pidió al sacristán la llave de la reja y entramos...
"El presidente Calles llegó al acto hasta que el cortejo ya se encontraba en la columna, después de una hora de haber terminado la ceremonia de la Catedral. Recibió las urnas y al tener en sus manos la primera, la que resguardaba los restos de Hidalgo, levantó la tapa, depositó una tarjeta con su firma, la fecha y la hora del depósito de las reliquias. La puerta de acceso fue abierta al público para ingresar en turno, y multitud de personas en silencio, con profundo respeto, recorrieron el breve trayecto para visitar las tres criptas con placas de bronce. Al finalizar el acto, el basamento quedó cubierto por gran cantidad de ofrendas florales.
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