jueves, 16 de diciembre de 2010

La razón de los hechos de Hacienda de San Blas del Pabellón

Lo escrito por el primero de los biógrafos de Ignacio Allende, originario también de San Miguel el Grande, Benito A. Arteaga, nos dará una visión más de las razones por las cuales don Miguel Hidalgo fue destituído del cargo que ostentaba desde hacía cuatro meses. "En efecto, deshecho en absoluta dispersión, aquél grande ejército de la Independencia, que seguramente alcanzaba a cien mil hombres: ocupadas las ciudades principales y demás recursos por las tropas realistas; ensoberbecidas éstas y sus jefes con sus repetidas victorias; cada día más pujante el gobierno virreinal con éstos antecedentes y el poderoso apoyo que le prestaban el clero alto que sojuzgaba las conciencias en contra de la insurrección y su crecido número de acaudalados, que en propio sentido prodigan su dinero; el desaliento que habían causado las horribles matanzas que habían tenido lugar en tan poco tiempo, pues en menos de tres meses habían muerto por la libertad cerca de treinta mil mexicanos, la pésima conducta que observaban varios guerrilleros insurgentes, como Villagrán en la sierra de Calpulalpan, Herrera en la provincia de Potosí, y otros, desacreditando los principios que proclamaban: las continuas prisiones, los repetidos fusilamientos y el choque abierto y casi irreconciliable en que estaban los primeros caudillos de la insurrección, todo presagiaba que si no era un imposible hacer la Independencia, era preciso, sí, emplazarla para otra época, y persuadía la necesidad de adoptar otra táctica y otros medios para proseguir en la demanda.

En estos términos lo comprendió Allende y por lo tanto juzgó que era llegado el caso de poner en ejecución el plan que desde un principio se había propuesto, esto es, de retirarse a los Estados Unidos, para recabar de aquella nación, si fuere dable, los recursos que necesitaba para el logro de sus fines, ya que en la suya la torpeza de unos, la traición de otros y la ingratitud de muchos se lo agotaban. En consecuencia de ésta resolución y de acuerdo siempre con sus inseparables amigos y paisanos de don Juan Aldama, don Luis Malo y en unión de otros jefes se dirigió a la ciudad de Zacatecas, teniendo presente que este punto, a la vez que se hallaba en el propio camino que intentaba seguir, podía proporcionarle el dinero y las tropas que necesitaba para su expedición, y además, la circunstancia de reunirse con don Mariano Jiménez quién, como hemos visto, había sido comisionado en Guadalajara para que fuese a proteger los movimientos que por aquellos rumbos había en favor de la Independencia, lo cual desempeñó perefectamente, debido a su actividad, a sus conocimientos militares y a la libertad de que disfrutaba en sus operaciones, pues en muy poco tiempo batió y venció a don Ambrosio Cordero, en el paraje nombrado Agua Nueva, cerca de Saltillo, y a don Manuel Ochoa, en el Puerto del Carnero; pero Hidalgo, con una multitud de oficiales de alta graduación y alguna tropa, había tomado la misma dirección, reuniéndose poco después en la ciudad de Aguas Muertas con Iriarte, que podía disponer aun de mil y quinientos hombres, con los que ambos marcharon también para Zacatecas, y por esta causa pudo alcanzarlos antes Allende en la Hacienda del Pabellón.

Tal vez sin este incidente, Hidalgo y Allende no hubieran vuelto a verse jamás, y al cabo de algún tiempo habría sido en situación muy diferente, porque por fin Allende había tomado su partido sin contar con Hidalgo; pero éste, según lo oímos decir a algunas personas de ésta ciudad que pudieron tener noticia de semejantes sucesos, cuales fueron don José María Núñez de la Torre, don Hermenegildo Franco y otros que por desgracia han muerto ya; propuso en una junta de generales que se hizo en dicha hacienda, promovida por el propio Hidalgo, reunir de nuevo el ejército y ocupar a Querétaro, donde, en su concepto, se le podría resistir a Calleja o a cualquiera otro jefe realista, en tanto que se generalizaba la insurrección y de este modo se facilitase su triunfo sin perjuicio de mandar nueva comisión, por haber sido hecho prisionero Letona y dádose la muerte asimismo en el pueblo de Molango en la Huasteca; y esto no solo no fuera conforme las ideas de Allende, sino que antes bien lo indignara hasta el extremo, recordando que las batallas de Aculco, de Guanajuato y de Calderón, la más importante de todas, por sus resultados, se habían perdido por el capricho, por la omisión y por la vanidad de Hidalgo, se originó entre ambos una disputa tal, que dio por resultado su rompimiento absoluto y la notificación formal que le hizo Allende a Hidalgo, que desde aquel propio instante quedaba depuesto del mando supremo que había ejercido así en lo militar como en lo político, por sólo un acto deferencia suya y falsamente entendido de que por su talento, por sus luces y por su experiencia había de haber sabido dirigir mejor que él aquel vasto y complicado plan de insurrección que se le confiara, y, por último, que volviendo a ocupar su antigua posición de primer caudillo de la Indpendencia no deberían ser ya obedecidas otras órdenes que las suyas.

Los que estaban presentes, reconociendo la justicia y necesidad de aquél procedimiento, protestaron a Allende su entera subordinación, y en consecuencia se le reconoció igualmente por Generalísimo de las Tropas Independientes, con cuyo carácter invitó aun a Hidalgo para que siguiera acompañándolo, no sólo porque separado quedaba en inminente peligro de caer en manos de los enemigos, sino porque a la naturaleza de la empresa convenía la presencia de su persona en el ejército; en lo que convino Hidalgo, sin haber hecho observaciones de ninguna clase. De este modo terminó el choque de los primeros héroes de la patria, necesario a lo que parece en aquellas aciagas circunstancias (y cuyo peso no se conoce hoy suficientemente porque ya pasaron); pero por desgracia crió, digámoslo así, entre los espíritus de partido de los gobernantes que les sucedieron, éste germen de división, que aun lograda la Independencia ha mantenido a la nación en perpetuas convulciones. ¡Quiera el cielo, puesto que todavía es tiempo, que los mexicanos aleccionados por una larga y dolorosa experiencia, hagan olvidar con su conducta los desaciertos de sus caudillos, y sólo aspiren a disfrutar de la libertad y de la paz que conquistaron ellos con las armas y con su sangre sellaron!

Fuente:
.
Arteaga A. Benito. Rasgos biográficos de don Ignacio Allende. San Miguel de Allende, año de 1852. (Edición Conmemorativa por el Gobierno del Estado de Guanajuato, 2003.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario