miércoles, 7 de julio de 2010

Ixtlahuaca, Estado de México. Cabeza número 52

Estamos frente a la estela de Cabeza de Águila que, según nuestro conteo es la número 46 pero que, en el listado que el Profesor Felipe Jiménez de la Rosa le corresponde el número 59 y que es, verdaderamente una vergüenza verlo. De eso no hay duda.


Se que a lo largo y ancho del territorio nacional hay cientos de monumentos, cientos de placas que recuerdan algún hecho importante. Se de sobra que son pocos a los que se le da mantenimiento y que cumplen cabalmente su función: recordar al héroe, recordar un acontecimiento. Y se también que en nuestro país, desde hace ya varios años algo que no existe es el respeto. Si no hay ya respeto de una a otra persona, menos tenemos respeto a los espacios públicos, mucho menos a los monumentos. Señores estamos errados.


Fue la Secretaría de Educación Pública, encabezada por don Jaime Torres Bodet, uno de los mexicanos más brillantes del siglo XX, tanto así que llegó a dirigir a la UNESCO, quien avaló la construcción y ubicación de las estelas de Cabeza de Águila. Llegar frente a una, la ubicada en Ixtlahuaca y ver que poco falta para que eso sea un muladar, es en verdad, ofensivo.


Entiendo todo lo que haya que entender, que es propiedad privada, que las zonas centro de las poblaciones se han convertido en las más conflictivas, que... cuanta razón pueda haber, solo que, recuerdo que hace pocas semanas se gastó en instalar en muchas ciudades del país, una televisión gigante para ver un partido de futbol. Y la ruta de la Libertad no fue un partido, fue una etapa decisiva en la cual no se metieron goles, se mataron personas que buscaban un ideal: ser libres.


Autoridades de éste municipio: se que hay cientos de problemas allí, sé que el asunto social es fuerte, es pesado, es inagotable. Solo que, también sé que estamos en el Bicentenario, que los recursos que se gastan en los llamados “spots” televisivos son meramente paliativos… no pido mucho, solo recuerdo una cosa: la limpieza no va ligada a la pobreza. Hay que barrer, al menos, los entornos de los monumentos que son patrimonio de todos los que somos orgullosamente mexicanos.


“Una de las fechas más notable y recordadas de la lucha independiente, es para los habitantes de Ixtlahuaca, la del paso de don Miguel Hidalgo y Costilla, con su ejército insurgente, el 27 de octubre de 1810, cuando marchaba hacia el Monte de las Cruces. Por ser Ixtlahuaca paso obligado hacia la capital del virreinato, tuvo la suerte de ver en su territorio al iniciador de la Independencia, acompañado de sus principales colaboradores: Allende, Aldama y Abasolo. Algunos hisotiradores exponen parte de la ruta de la Independencia que refiere a Ixtlahuaca, como Carlos María Bustamante que dice: “partió Hidalgo de Valladolid el 19 de octubre de 1810 con investidura de generalísimo, que se dio por una fórmula de guerra en las inmediaciones de Acámbaro, a su tránsito. El ejército tomó camino de Maravatío, Tepetongo, Hacienda de la Jordana e Ixtlahuaca”. Un suceso desagradable para él, fue el que el cura de Jocotitlán, José Ignacio Muñiz, le hiciera entrega de los edictos de ex-comunión en esta población”.


“Pedro José Balverde, natural de Villa del Carbón y vecino de Jocotitlán refiere que “llegando Hidalgo ala puerta del cementerio (atrio de la iglesia), fue recibido por el cura de Ixtlahuaca bajo palio, ministros revestidos, que entraron a la iglesia en donde estuvieron cantando lo que no entendió de los cantores; que también vio que en el juzgado de Ixtlahuaca varios soldados del ejército de Hidalgo estaban leyendo el edicto del Santo Oficio; que sintió miedo al ver la multitud de la tropa y salió lo más pronto hasta la loma del calvario” (1)


Hay un testimonio más de un testigo presencial, el del médico Mariano López, natural de Querétaro, y que compareció ante el Santo Oficio de la Inquisición el 20 de noviembre de 1810, dando el siguiente testimonio:


“… dijo que luego que llegó el cura Hidalgo a Ixtlahuaca, se recibió a vuelta de esquila y entrando a la puerta del cementerio se le presentó el palio bajo del que entró con ministros revestidos y capa pluvial. Diciendo que le parecía extraño que el cura de Ixtlahuaca lo hubiese recibido así, le dijeron que así había mandado Hidalgo le saliesen a recibir (…dijo también) que oyó al mismo Hidalgo mandar a su capellán que al otro día a las cuatro de la mañana le diera misa y, que los otros capellanes dijesen en las puertas del cementerio misa de ejército, y que en la misma plaza se pusiese un altar para que también allí celebrasen: que el propio cura de Ixtlahuaca también lo determinó, haciendo que esa misma noche se dispusiesen los altares…” (2)


Fuentes:


1.- Estudio histórico de la zona mazahua. Joaquín Sánchez Blas. Instituto Mexiquense de Cultura. Toluca, 2007.


2.- Victoria Moreno, Dionisio. La guerra de Independencia en el Estado de México. Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Toluca, 2007.




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