Mientras tanto en Arroyozarco, gracias a los prisioneros que tomó, Calleja tuvo conocimiento de la cantidad y calidad de efectivos, armamento y recursos con que contaba Hidalgo. El virrey le había ordenado continuar hacia la ciudad de México, pero el general realista confiaba en sus fuerzas (no en vano se había tomado un mes en prepararlas) y la tarde del 6 de noviembre ordenó la marcha hacia Aculco, haciendo dormir a su tropa a la mitad del trayecto. Enterados del avance, los jefes insurgentes determinaron salir del pueblo para enfrentarse con los realistas en sus afueras, e hicieron a sus hombres pasar la noche del 6 al 7 de noviembre sobre las armas.
Eligieron para desplegar su ejército la loma de Cofradía (llamada así por formar parte de la hacienda de igual nombre, propiedad de
La posición que ocupaban los independientes era una loma casi rectangular que domina al pueblo y toda la campiña, circundada por los dos costados de oriente y norte por un arroyo y barranca de difícil paso, aún para la infantería. El costado menor, que no excede de cuatrocientas varas de extensión, toca a un cerro alto y aislado [el Tixhiñú] que se une a la serranía de montes más elevados [Ñadó] y al otro costado, que puede tener mil y quinientas varas, forma el descenso suave de la misma sierra, que a media legua de distancia comienza a ser escabrosa. Sobre la eminencia de esta loma se formaron los insurgentes en dos líneas, y entre ellas una figura oblonga apiñada de gente.
En los bordes se colocó la artillería que constaba de doce piezas, quedando a la espalda una multitud de gente en desorden que no bajaba de cuarenta mil hombres, pues aunque había sido considerable la deserción en la retirada, todavía quedaba un número considerable. Del pueblo a la loma había una línea de batalla, que fue desapareciendo al aproximarse los realistas.
Ahí, con la oscura mole del cerro de Ñadó como fondo, el ejército insurgente se dispuso a presentar batalla a las huestes de Calleja a primera hora de la mañana del 7 de noviembre de 1810. Pronto las vieron aparecer por las lomas de Gunyó “con el aire imponente de una grande y vistosa parada”, escribe Carlos María de Bustamante, lo que deslumbró a los rebeldes, quienes no acertaron a disparar su artillería sino cuando era ya demasiado tarde pues sus enemigos se habían acercado tanto que las balas de cañón pasaban encima de ellos sin hacerles daño. La confusión comenzó a extenderse en el campo insurgente.
Repentinamente, un desafortunado suceso decidió la batalla: la bala de un cañón realista cercenó la cabeza de un soldado de la caballería insurgente y su caballo, despavorido, se lanzó en loca carrera entre los hombres de Hidalgo. Tal vez sólo fue que los insurgentes se percataron en ese momento de que estaban ya bajo el alcance de la artillería enemiga (como sugiere el testigo insurgente Pedro García) o quizá sea cierto que la vista del jinete sin cabeza galopando por el campo de batalla sobrecogió de terror a las tropas de Hidalgo, pero en unos cuantos minutos el gran ejército insurgente huyó en desbandada perseguido de cerca por los realistas. Dice la leyenda aculquense que el Jinete sin Cabeza continúa apareciéndose en el campo de batalla.
Allende, espada en mano, intentó detener la huida, sin lograrlo. Finalmente, en su desesperación, ordenó que los sacos de dinero fueran rotos y su contenido dispersado, pensando contener con ello a los realistas. Los insurgentes escaparon en todas direcciones. Alguno se internó en el pueblo y según la leyenda evadió la persecución de los realistas por intercesión milagrosa del Santo Cristo de Nenthé. Otros encontraron en su carrera el precipicio del río Ñadó, el llamado ahora Cañón de Aculco, y perecieron en él. Según una tradición existente desde por lo menos 1818, el dinero insurgente restante fue arrojado a lo profundo de la poza que forma el río en una de sus cascadas.
Hidalgo mismo, casi solo, escapó a través de la sierra de Ñadó, según relató su sirviente y acompañante Pedro Sotelo: “Yo iba muy inmediato al señor cura, pero al llegar a la sierra como no llevábamos camino alguno, tomamos cada uno el punto más cómodo que nos pareció para subir dicha sierra, y esto dio motivo para que nos perdiéramos de vista, y nos separáramos dispersos por distintos puntos”.
En el parte de la batalla que envió al virrey, Calleja exageró las pérdidas en el campo insurgente hasta situarlas en diez mil muertos, además de muchos otros heridos y prisioneros:
La pérdida de los enemigos excede ciertamente de 10 mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros: según las noticias más exactas que se me han comunicado posteriores a la acción, pasa de cinco mil el número de los tendidos en el campo: y si a éste se agrega el de los heridos que habrán perecido por las barrancas [del cañón de Aculco], y el de cerca de 600 prisioneros que se hicieron en la acción, asciende su pérdida a un número exorbitante, que habría sido mucho mayor, si las dos columnas de caballería, que destiné a cortarles la retirada, hubieran tenido facilidad de pasar, en cuyo caso habrían sido cogidos los cabecillas, cuya precipitada fuga favoreció la inmediación y aspereza de la sierra [de Ñadó]. Yo mandé a la infantería formar en batalla sobre la loma [de Cofradía], para sostener la persecución del enemigo, sobrecogido del terror con sola nuestra marcha serena [...]. La caballería siguió por todas partes el alcance de los enemigos en su precipitada fuga el espacio de dos leguas y media, hasta tropezar con barrancas y cerros impracticables, cogiéndoles en su retirada toda su artillería que eran 14 piezas, municiones y equipajes, dejando el campo lleno de cadáveres, y el espectáculo horrible que presentaba, y de que son responsables ante Dios y los hombres los traidores Hidalgo, Allende y sus secuaces, que han derramado tantas plagas en este hermoso suelo.
Todo el texto que acabas de leer fue escrito por el señor Javier Lara Bayón, a quién agradezco enormemente haber colaborado en el sitio Cabezas de Aguila.
Para saber más detalles de lo que fue
http://elaculcoautentico.blogspot.com/2010/01/el-campo-de-batalla-de-aculco.html
Fuentes:
Respuesta a un cuestionario sobre estadística, 1820. Secc. Estadística. Caja 1. Exp. 1. Archivo Histórico Municipal de Aculco (AHMA).
Suárez Argüello, Clara Elena. Camino Real y Carrera Larga: la arriería en
Respuesta a un cuestionario sobre estadística, 1820. Secc. Estadística. Caja 1. Exp. 1. AHMA.
Cavo, Andrés. Suplemento a la historia de los tres siglos de México, durante el gobierno español. México, 1836. Imprenta de
Guerra, José. Historia de
Lastra, Yolanda. Los otomíes: su lengua e Historia. México, 2006. IIA UNAM.
Bustamante, Carlos María de. Campañas del general D. Felix María Calleja. México, 1828. Imprenta del Águila. Pág. 19
Comunicación del Ayuntamiento de Aculco a su superioridad. Aculco, 25 de mayo de 1825. Actas de Cabildo. Exp. 1. AHMA
Hernández y Dávalos, Juan E. Colección de documentos para la historia de
Alamán, Lucas. Historia de Méjico, desde los primeros movimientos que prepararon so independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Tomo III. México, 1849-1850. Imprenta de J.M. Lara.
Bustamante, Carlos María de. Cuadro histórico de
AGN. Operaciones de Guerra. Vol. 141. Exp.
García, Pedro. Con el cura Hidalgo en
“Relación que hizo al virrey Venegas el coronel D. Diego García Conde, de todos los sucesos ocurridos en el ejército de Hidalgo desde el día 7 de octubre...” en Alamán Lucas. Historia de Méjico… Tomo I. Apéndice.
Sotelo, Pedro José. “Memoria del último de los primeros soldados de la independencia” (1874) en Hernández y Dávalos, Juan E. Colección de documentos para la historia de
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