Como en todas las guerras, las mujeres y los niños desempeñaron un papel importante. Criollas, mestizas, indias, negras, ricas, pobres, esposas, madres, novias, amantes, monjas, y prostitutas, en mayor o menor grado arriesgaron vida, libertad y bienestar por una causa que consideraban legítima. Los niños siguieron también las andanzas de sus padres y corrieron los mismos peligros.
La "Capitana", Manuela Medina o Molina, india de Taxco, gran guerrillera, orgullosa portaba el grado recibido de la Suprema Junta Nacional. Otra Manuela, Manuela Herrera, se ganó el cariño y respeto de su gente y prefirió quemar su hacienda El Venadito antes de permitir que los realistas utilizaran sus recursos. Uno de los princiaples apoyos económicos del español Francisco Javier Mina, fue detenida junto con su hermano en 1817 y logró escapar. María Andrea Martínez alias "la Campanera", esposa del cabecilla insurgente Domingo Martínez, se ganó el respeto por su intrepidez y valentía. Estuvo a punto de ser fusilada junto a su esposo, pero la ejecución se postergó debido a su embarazo. También acompañó a su marido Priscila Marquina de Ocampo, de Taxco, quien aparecía en público "con sus charreteras y sables, llena de tanta vanidad y orgullo". En Guanajuato, Juana Bautista Márquez y su hijo, José María, acompañaron a Hidalgo hasta su aprehensión en Acatita de Baján y fueron ejecutados en la plaza pública de Guanajuato.
En Nueva Galicia, la hermana y la madre de Saturnino Oretga, Ana María y Trinidad, fueron detenidas con las armas en la mano por la patrulla de Pedro Celestino Negrete y permanecieron en prisión hasta 1818, ente ellas Romana Jarquín, Rosa Patiño y Cecilia, Micaela, Pioquinta y Ramona Bustamante.
Hubo acusadas de pretender "seducir" a las topas realistas, como Gertrudis Bocanegra, quien hizo que su marido se pasara al bando insurgente, junto con su hijo de diez años de edad. Muertos en campaña, Gertrudis tomó las armas al lado de su yerno, quien en 1817 la envió a Pátzcuaro a espiar la situación y atraer partidarios; al ser descubierta, fue pasada por las armas. Ana Villegas, de Chicontepec, madre de los cabecillas Lorenzo y José Espinosa, también fue detenida por seducir a los indios de su pueblo y fusilada en Tuxpan. Otras fusiladas fueron Manuela Paz y Luisa Martínez de Engorícuaro, pero algunas lograron que se postergara la ejecución por embarazo y se les conmutara la sentencia por prisión, como Mariana Anaya, esposa de Manuel Villalongín.
Sin embargo en el Bajío, Agustín de Itrubide puso en prisión algunas mujeres por el simple hecho de ser familiares o mantener relaciones estrechas con algún cabecilla, y cuando los rebeldes se negaban a acoger al indulto, mandó fusilar a una mujer por cada población destruída, aunque desistió de esta medida por las protestas de los habitantes. En Puruándiro también fueron a prisión la madre, la hermana y los sobrinos (una niña de 11 años y un niño de 4) del cabecilla José María Sixtos. Rita Pérez, esposa de Pedro Moreno, también estuvo encarcelada hasta que su marido solicitara "la piedad del indulto". Con la detención de mujeres, el gobierno presionó a los rebeldes a pedir el indulto. En la ciudad de México terminaron en prisión las mujeres de la familia Villagrán de Huichapan.
Las amantes también sufrieron penalidades. Tal fue el caso de mujeres como María Josefa Paul "amasia del rebelde Padre Torres", María Gertrudis Guadalupe Bernal, amante de Atilano García; María Trinidad Uribe, remitida a la cárcel de México por sus "tratos amorosos" con José María Villagrán, y María Juana Gutiérrez, detenida por "amancebamiento" con el cabecilla Mariano Osorio. Hubo ocasiones en que la esposa y la amante compartieron la misma prisión, como ocurrió con la esposa y las dos amantes de Vicente Vargas.
Hubo detenidos por mostrar simpatías por los rebeldes, ofrecerles asilo o prestarse a transportar municiones. Tampoco faltaron mujeres de la "vida alegre", como "la Marquina", amante del intendente de Tecpan, "la Empreratriz", que apareció con Albino García cuando intentaba tomar Guanajuato, y terminó fusilada en Colima.
Mujeres de la aristocracia también apoyaron la causa insurgente arriesgando la vida, fortuna y tranquilidad. Junto a Josefa Ortíz de Dominguez destaca Leona Vicario Fernández, quién envió aramas, dinero, medicamentos, ropa y correspondencia a los rebeldes. Al ser descubierta huyó disfrazada de negra y se reunió con su novio Andrés Quintan Roo, y a su lado recorrió todas las sedes del Congreso Nacional Americano. Dspués de muchas penalidades, vagando con una hija en los brazos, se indultaron, pero doña Leona no recuperó sus bienes sino después de la independencia. Otra mujer distinguidoa fue Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, principal organizadorade la conspiración en Abril de 1811 para aprehender al virrey Venegas. La conspiración fue descubierta y la familia Lazarín fue puesta en prisión hasta diciembre de 1820. Francisca Michelena también sufrió prisión por simpatía a la insurgencia, al igual que Margarita Peimbert y Mercedes y María Piña. (1)
Fuentes:
1.- Ortíz Escamilla Juan. Mujeres y niños en la lucha. La Guerra de Independencia. Gran historia de México ilustrada. tomo III. Planeta DeAgostini. Josefina Zoraida Vázquez, coordinadora. México, 2006.
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