Son homónimos pero su obra es muy distinta, ambos participaron en la lucha por la Independencia, José Antonio Torres "el Amo Torres", fue quien tomó Guadalajara pacíficamente, luego sería sacrificado, en cambio, años más tarde apareció otro José Antonio Torres cuya reputación e ideales dejaron muchas dudas sobre la autenticidad de su incorporación al movimiento Insurgente, veamos pues, la vida de José Antonio Torres, "el Padre Torres".
"Nació en el pueblo de Cocupano, en la antigua provincia de Michoacán, alrededor de 1770. Estudió en Valladolid la carrera eclesiástica con muy poco provecho y, sin duda, con menos vocación, aunque en su disculpa hay el hecho de que fueron sus padres quienes lo impusaron al sacerdocio. En 1810, al producirse la revolución, estaba como vicario en el pueblo de Cuitzeo del Porvenir y se adhirió a ella sin destacar mucho ni manifestarse en ningún aspecto, de los múltiples que tendrá como Insurgente en el trascurso de la guerra. Más bien aparece entonces en segundo término entre los hombres de Albino García con quien lucha en este período. Unido a él, sus campañas iniciales casi no existen; son, más bien, acciones de García a las cuales está subordinado, como ejemplo en el asalto a la antigua ciudad de Valladolid en junio de 1811. En algunos partes realistas también es citado en actuaciones desarrolladas, principalmente, en la antigua provincia de Guanajuato en la cual habrá de destacar en lo futuro.
Después de la captura y muerte de Albino García va cobrando el Padre Torres personalidad y audacia; en 1814, a raíz del regreso de Fernando VII a España, los realistas le mandan una comunicación prometiéndole el cese de hostilidades ya que el motivo -se afirma en el documento- "ha cesado". La ingenuidad del texto implica además confusión, y el padre Torres contestó en un tono muy ponderado, cortés incluso, y manteniendo los puntos de vista de la insurgencia al margen del regreso o el cautiverio de Fernando VII. El texto nos evidencia, además, ya que de otro modo no se hubiera intentado hacerlo desistir de su actitud. Se ha afirmado que la respuestadel padre Torres fue debida al doctor José María Cos, quien se encontraba con él en aquella oportunidad.
Muy perseguido por Agustín de Itrubide, no realizó en aquel año acción notable y más bien hubo de retirarse de diversos sitios ante el acoso realista, como el que hubo de efectuar, asociado a Lucas Flores, a las puertas de Acámbaro, en febrero de 1815. Con anterioridad, simulando ir a reunirse con Morelos a Pátzcuaro, atacó el pueblo de La Piedad, pero fue dispersado por Pedro Celestino Negrete. Esto sucedía a últimos de octubre y la persecución de que en aquellos días se le hacía objeto, se acentuó todavía por parte de Agustín de Iturbide y de Pedro Celestino Negrete, quienes tuvieron una reunión en el pueblo de La Piedad a fin de acabar -según comunicado realista- "con el mal presbítero Torres..."
En diciembre fue atacado en la hacienda de Cuerámaro por las fuerzas de Itrubide, las cuales desbarataron completamente a las diversas partidas insurgentes allí reunidas, haciendo prisionero, entre otros, al padre Sáenz, quien tenía el grado de brigadier, y se le fusiló allí mismo con otros nueve prisioneros. El padre Torres con varios jefes, consiguió huir. En marzo de 1815 atacó Irapuato y, más tarde, La Piedad, en cuya acción los realistas perdieron algunos oficiales. En aquellas fechas Iturbide comunicaba al virrey la necesidad de acabar con el padre Torres que constituía peligro constante para muchos pueblos de la antigua provincia de Guanajuato. A pesar de sus acciones diversas y de la preocupación que éstas producían a los realistas, el padre Torres no tenía mucha aptitud para el ataque y quizá, debido a esto, fortificose en el cerro de Los Remedios, cerca de Pénjamo, refugio, admás de Insurgentes destacados que habían constituído una unidad de combate bajo la autoridad de la Junta de Jaujilla, de la cual el padre Torres era vocal. A la llegada a la Nueva España de Martín Francisco Xavier Mina, éste conferenció en el fuerte de Los Remedios con el padre Torres acerca de los planes futuros; el hecho de haberse dado el mando a Mina disgustó mucho al padre Torres, orgulloso de su grado de Teniente General, otorgado por la Junta de Jaujilla.
A este pequeña vanidad se debió, probablemente, su malquerencia por Mina, quien hubo de soportar el odio de los españoles y el recelos de algunos mexicanos, influenciados por el padre Torres. A raíz del asalto del Fuerte del Sombrero cuando las fuerzas insurgentes que allí había se refugiaron en el de Los Remedios, el padre Torres aumentó sus precauciones y no pudo llegar a una inteligencia con el jefe español, quien deseaba aligerar el cerco realista a la fortaleza de Los Remedios, a base de obligar a las fuerzas sitiadoras a alejarse del lugar ante el peligro de una operación importante sobre otro punto, en este caso, Guanajuato, cuya población era el objeto de Mina. Esta táctica resultaba, a todas luces, mucho más beneficiosa que la de aguardar, en Los Remedios, como así sucedió, el asalto trágico y cruel ya conocido por los insurgentes en la fortaleza de El Sombrero. La Junta de Jaujilla, ante estas dos tácticas, se inclinó por la del padre Torres y Mina se encontró sin hombres para realizar sus operaciones que, de llevarse a cabo, hubieran obligado a Pascual Liñán a abandonar el cerco. En este aspecto hubo una tendencia a no variar el sistema de lucha, que consistía principalmente en escaramuzas en lugar de batallas y en protegerse en reductos inexpugnables que nunca tuvieron esta virtud: Cóporo, El Sombrero, Jaujilla, Los Remedios.
Desde la fortaleza y como resultado de esta táctica fatal, el padre Torres pudo ver el día 11 de noviembre de 1817 el fusilamiento en el cerro del Bellaco, de Javier Mina. No había, pues, esperanza de ayuda y, los sitiados decidieron, después de acciones diversas, el día 1 de enero de 1818 con resultados fatales, repitiéndose las escenas de horror que habían ya tenido lugar en el Sombrero, ya que los fugitivos, a los cuales no dieron cuartel, ni al día siguiente persiguiendo a los que habían andado de noche por caminos extraviados. Pocos se salvaron y, entre ellos, el padre Torres con muy poca gente, y algún oficial distinguido de las fuerzas expedicionarias de Mina, como Erdozain. Fuera de su fortaleza, acosado por los realistas, tuvo muy pocas acciones brillantes y, al cabo de poco, debido a su crueldad, mal visto por los mismos Insurgentes, más que recelosos de su proceder, ya que abusando de su autoridad y por motivos ignorados, hizo fusilar a Lucas Flores y a Remigio Yarza, compañeros que habían resistido las tentadoras ofertas del indulto en aquel momento en que la causa Insurgente especialmente en la antigua provincia de Guanajuato, estaba casi totalmente perdida.
Esto creó una reacción desfavorable para el padre Torres, quien vio desconocida su autoridad por casi todos los rebeldes que aun existían, los cuales, reunidos en Puruándiro, designaron como jefe a Aragó. Además la junta insurgente aprobó la designación de Aragó, cosa que desalentó a Torres, si bien no quizo someterse y se retiró con algunas partidas fieles, al Rincón de los Martínez. Poco tiempo después acababa, sufriendo la pérdida de muchos hombres y resultando derrotado, a Anastasio Bustamante, en el rancho de Los Frijoles.
Las desavenencias entre Aragó y el padre Torres llegaron a su punto álgido en una acción habida entre las fuerzas Insurgentes de los dos jefes y en la cual el padre Torres estuvo en peligro de caer prisionero. Retiróse entonces a la sierra, constantemente perseguido por los realistas que querían apoderarse de él, ya que, al poco tiempo de las rivalidades anotadas entre los jefes de la rebeldía, Aragó se acogió a indulto, Andrés Delgado había muerto, José María Liceaga también y el padre Torres era el único que mantenía tenazmente la prueba de fidelidad a la causa de la Independencia.
A últimos del año 1818, hallándose en una hacienda de Silao con un capitán llamado Juan Zamora, éste perdió más de mil pesos en un juego empeñado con el padre Torres; como no los traía consigo, dejó su caballo. Al día siguiente regresó Zamora con dicha cantidad, pero el padre Tores no quiso devolverle el caballo, del que quería apoderarse; esto motivó una agria discusión que terminó, mientras todos iban de camino, con un lanzazo de Zamora al padre Torres. Sus acompañantes respondieron a la agresión matando al capitán, pero el padre Torres, trasladado al rancho de Las Cabras de la hacienda de La Tlachiquera, falleció poco rato después y allí mismo se le sepultó.
La mayor parte de los historiadores han destacado el carácter cruel de este insurgente y la desconfiuanza, en él innata, que sin duad contribuyó mucho al fracaso de Javier Mina. Hay, en cambio, un mérito de constancia digno de señalarse, ya que constituye casi una excepción entre los jefes insurgentes que lucharon en el año de 1818". (1)
Será bueno anotar algo que el cronista de Yuriria, don José de Jesús Guzmán Cíntora escribio en su Monografía de Yuririapúndaro:
"Por el proceder tan brutal de Iturbide tanto en Yuriria como en Salvatierra, y por el hecho de que siempre que llegaba a Yuriria se hospedaba en el Convento; aunque siempre lo encontraba abandonado pues el cura Quintana se remontaba al cerro, temeroso de este troglodita, el jefe de una partida que se decía Insurgente, y que era el cura Cooperador de Huanímaro, don Antonio Torres, en el año de 1814 llegó a Yuriria y dando rienda suelta a sus instinto de pirómano, quemó el Templo y el Convento por ser el alojamiento ocasional de Iturbide, constituyendo este acto de vandalismo un descalabro irreparable para la ciudad..." (2)
Fuentes:
1.- Miquel i Verguís, José María. Diccionario de Insurgentes. Editorial Porrúa, México. 1980
2.- Guzmán Cíntora, J. Jesús. Yuririapúndaro. B. Costa-Amic Editor. México, 1978
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