viernes, 26 de noviembre de 2010

Participación de negros en la guerra de Independencia

Hace poco escribí en el blog de El Bable una nota que incluía al menos una veintena de nombres de personajes venidos de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, convocados por Xavier Mina, a participar en la guerra por la Independencia de México. Mina llegó también con varios haitianos seguramente de raza negra. Es entonces que lancé la pregunta: ¿Cuántas personas de color habrán participado en la lucha armada?. Recuerdo haber leído en alguna ocasión que Gabriel del Yermo tenía un ejército de negros, pero no he podido averiguar más, tal vez, siendo que Yermo era rubio cualquiera que estuviera a su lado se vería oscuro... no lo sé, el caso es qué, ahora que leo el documento que nos legó Amador Elías con el listado de los apodos usados por algunos Insurgentes encuentro varios negros, estos son:

El Negrito Clara.

Se ignora su nombre. El insigne caudillo don José María Morelos se dirigía a atacar a Acapulco, por orden del cura Hidalgo, y en su marcha hacia aquél puerto tocó el pueblo de Tecpan, donde se encontraban don Juan Galeana y sus hermanos, quienes se unieron luego a dicho caudillo para combatir a favor de la Independencia.

Don Juan Galeana había comprado a unos náufragos de la costa sur un pequeño cañón, que después servía para hacer salvas en las fiesas religiosas que se verificaban en la Hacienda del mismo don Juan. Al mencionado cañón le llamaban "El Niño" y este formó parte de la artillería de que hizo uso el cura Morelos contra los realistas de París en el cerro del Veladero.

En este combate encomendó don Juan Galeana la defensa de una batería, de la cual formaba pare El Niño, a un negrito de la costa, a quien llamaban "Clara" y de quién se dice era muy patriota, de mucho valor y de buenas aptitudes para el manejo de cañones.

Desde entonces el Negrito Clara y El Niño fueron inseparables compañeros, pues según se refiere en el Diccionario de Historia y Geografía de Orozco y Berra, el citado Negrito fue el único artillero que manejaba el pequeño cañón.

Después del sitio de Cuautla, El Niño quedó en poder de los realistas; pero en cuanto al artillero Clara, no se sabe otra cosa que lo que dice don Carlos María Bustamante, asegurando que, después de consumada la Independencia, el Negrito Clara vagaba por las calles de México llevando amputada la mano y hecho infeliz pordiosero, que vivía implorando la caridad pública para mantenerse.

Pedro Rojas, el Negro.

Residía en el pueblo de San Angel, cercano a la ciudad de México y era negro de raza pura africana. No se sabe a punto fijo cuándo o cómo comenzó su carrera de insurgente, pero hay datos para asegurar que Rojas prestaba sus servicios a la causa mexicana desde el principio de la revolución de Independencia.

Pedro Rojas era subalterno del cabecilla coronel Nicolás González (alias El Chino), quién le tenía encomendada la comisión de recorrer los pueblos indicados, tanto para obtener víveres y recursos, como para hostilizar frecuentemente al enemigo, comisión que Rojas desempeñaba con 20 o 25 hombres, a lo más, y a veces con unos cuantos; pero como él y los suyos eran muy conocedores del terreno en que se practicaban sus correrías, la tenaz y encarnizada persecución que se les hacía, resultaba estéril, porque, burlando a los soldados realistas, se dispersaban a su visita, para ir a reunirse a algun otro punto convenido, o bien ocultarse en las escabrosidades de los cerros o del monte del Ajusco, que era su más seguro y acostumbrado asilo.

Don Lucas Alamán refiere que Pedro El Negro tenía una cueva en el monte del Ajusco, en la cual hacía arrojar los cadáveres de las víctimas que sacrificaba. En resumen, fue preciso que se redoblara, con inusitado empeño y vigor, la persecución contra El Negro, no sin que durante más de un año lograra todavía burlar esa persecución, causando graves males y frecuentes temores a sus enemigos.

Por fin, y después de continuas y empeñosas expediciones contra el tan temido y sanguinario Pedro Rojas, se logró su captura cerca de la Hacienda del Arenal el 21 de enero de 1818, por una partida realista del comandante de la Villa de Guadalupe, don Rafael Casasola, quien comunicó al virrey Apodaca tan importante y plausible suceso para las aramas realistas, diciéndole que, después de más de 200 leguas de marcha y contramarcha, sin descanso alguno, se había logrado coger "al horrendo y desnaturalizado monstruo, que confesó haber asesinado más de seiscientas personas inermes de ambos sexos y edades, sin poder calcular las que ha cometido en las diferentes acciones de guerra en que se ha hallado desde el principio de la actual rebelión".

El comandante Casasola ordenó inmediatamente la ejecución de PedroRojas, sin otra fórmula que haberle tomado una declaración verbal y ministrándole los auxilios espirituales el cura de San Agustín de las Cuevas.

Francisco Valle, el Negro Habanero.

No fue este cabecilla de la talla de los famosos Albino García, Andrés Delgado y Matías y Encarnación Ortíz, que figuraron como los más intrépidos y sobresalientes guerrilleros en el Bajío; pero sí era Francisco Valle un valiente y decidido defensor de la Independencia, a la cual consagró importantes servicios en el campo de la insurrección, desde el año de 1810; pues en las Batallas de Aculco y de Calderón le tocó tomar parte como oficial de artillería.

En la historia de aquella época se habla de él algunas veces. El tercer encuentro en el que se le menciona, fue a principios de 1811 en Guanajuato, cuando, unido con el cabecilla Reinoso, atacaron ambos audazmente al realista don Domingo Chico, en cuyo combate mataron a Valle el caballo que montaba.

En octubre del mismo año, le tocó concurrir a los ataques de Celaya y San Miguel el Grande, unido a las tropas del padre Pedraza, de Huacal, de Botello y de Landaverde; y en el cerro de la Cruz, cerca de San Miguel el Grande fueron derrotados por el comandante don Idelfonso de la Torre.

No fueron éstos los únicos hechos de armas en que tomó parte el Negro Habanero; pero como comúnmente andaba unido a otros cabecillas y jefes superiores, muy poco se le menciona en las partes oficiales, aunque al fin llegó a pagar con su vida la firme adhesión que tenía a la causa de la Independencia, pues el mes de octubre de 1812, fue hecho prisionero en la toma de la "Isla de Liceaga", por el realista Agustín de Iturbide, quién lo hizo conducir a Irapuato, donde fue pasado por las armas, en unión de los sacerdotes José Mariano Ramírez y don Felipe Amador, capturados también en aquella fortaleza. El Habanero era teniente de artillería en la citada fortaleza. Por el apodo con que fue conocido Francisco Valle, puede suponerse que ese buen defensor de la libertad era originario de La Habana.

El Negro Lino

Platero de profesión y probablemente oriundo de Guanajuato. cuando el cura Hidalgo ocupó aquella ciudad, en septiembre de 1810, el Negro Lino se afilió luego a la causa de la insurrección, a la cual prestó algunos servicios, y es casi seguro que haya seguido al ejército Insurgente, porque, cuando el caudillo de Ignacio Allende tomó Guanajuato después de la Batalla de Aculco, el Negro Lino aparece como el principal o uno de los principales instigadores de los horribles asesinatos cometidos entonces en los europeos presos en la Alhóndiga de Granaditas, pues dice que fue él quien reunió alguna plebe para asaltar la guardia que los custodiaba, de cuyo feroz e inhumano atentado resultó la muerte de ciento cincuenta de aquellos infelices prisioneros.

Fuentes:

Amador, Elías. Noticias biográficas de Insurgentes apodados. Secretaría de Educación Pública. México, 1959

1 comentario:

  1. Los negros de Yermo eran los ex-esclavos de sus haciendas azucareras, a quienes Gabriel de Yermo y su esposa dieron su libertad en el año de 1789.

    Eran 600 aproximadamente y no sólo no abandonaron sus puestos en las haciendas, donde siguieron trabajando con un salario como hombres libres, sino que lucharon junto a él en la guerra de independencia, donde peleó con los realistas como español peninsular que era.

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