miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Cabo Leiton, más que un héroe, un villano de la Insurgencia


Si bien este no es el dibujo del Cabo Leiton, si nos da una cuenta de como luciría, pues este era el insituido a los Capitanes a finales del siglo XVIII.


Don Rafael Iriarte se hallaba en el mineral de Marfil, en Guanajuato, antes de que estallara la insurrección y había sido soldado veterano cuando don Félix Calleja mandaba la 10a brigada del ejército realista en San Luis Potosí, en cuyo tiempo sirvió de amanuense a dicho jefe y desde entonces se le conocía ya con el sobrenombre de Cabo Leiton.

Refiere don Agustín R. González en su Historia del Estado de Aguascalientes, que Iriarte se encontraba en aquella ciudad cuando estalló en Dolores la insurrección, cuya causa abrazó luego, formando un numeroso ejército.

No me ha sido posible encontrar noticias fehacientes acerca del lugar que Iriarte comenzó la organización de éste ejército, pero sí se refiere en algunas historias que a los pocos días de que Hidalgo proclamó la Indpendencia, contaba ya con una numerosa fuerza, aunque compuesta con gente sin disciplina, sin orden, turbulentas y armadas en su mayor número con lanzas, machetes y flechas, pues en aquella imprevista chusma, andaban más de cinco mil indios que por Huejúcar y Colotlán había reunido el padre José Pablo Calvillo, con los cuales se reunió una parte del regimiento de la Nueva Galicia.

Entre tanto, Zacatecas había secundado el movimiento revolucionario, nombrado el conde de la Laguna, don Miguel Rivero, intendente interino de la provincia como ni él ni las autoridades de la ciudad conocían los verdaderos fines o tendencias de dicho movimiento, resolvieron comisonar al doctor don José María Cos, cura del burgo de San Cosme (hoy Villa de Cos, Zacatecas) para que fuera a conferenciar sobre ese asunto con el Generalísimo del Ejército Grande Americano, don Miguel Hidalgo.

El doctor Cos partió sin pérdida de tiempo a cumplir su importante comisión, dirigiéndose a Guadalajara; pero en Aguascaliente se encontró con don Rafael Iriarte, a quién hizo saber el objeto de la citada comisión y las instrucciones que al efecto se le habían dado; y como el cura Hidalgo se encontrab entonces en Valladolid, el doctor Cos entró en explicaciones y arreglos con Iriarte, resultando de estos que la provincia de Zacatecas, sin escrúpulo alguno, estaba en actitud de adherirse a la causa de la insurrección, y que, por tanto, Iriarte podía ir a aquella ciudad, donde no encontraría ninguna resistencia.

Después de la conferencia que el doctor Cos había celebrado en Aguascalientes con Iriarte, este se dirigió con su ejército a Zacatecas, a cuya ciudad pudo entrar, el 3 de noviembre, sin que se le hubiera hecho ninguna resistencia y antes por el contrario, se le recibió con muestras de agrado y aun de simaptía, pues se hicieron en su honor varias demostraciones públicas y le fue ofrecido un banquete de cien cubiertos, al que concurrieron muchas personas prominentes y aun algunos sacerdortes.

Iriarte permaneció en Zacatecas pocos días, ocupándose de procurar recursos y de equipar y aumentar su tropa, aprovechando los buenos elementos que aquella ciudad pudo proporcionarle. Súpose entonces que en San Luis Potosí había secundado el movimiento de insurrección y que el caudillo don Ignacio Allende andaba a punto de ser atacado por el brigadier Calleja. Estas noticias obligaron a Iriarte a abandonar Zacatecas con intención de unirse a Allende; pero en la hacienda de Muleros varió de pensamiento, pues lejos de apresurar su marcha rumbo a Guanajuato, se encaminó a San Luis Potosí, después de haber preguntado a los caudillos insurgentes de aquella ciudad si podía dirigirse a ella, donde llegó el 16 de noviembre.

Iriarte tomó el rumbo de Ojuelos y allí expidió a fray Juan Salazar un nombramiento de comandante para que levantara gente voluntaria y con ella se le uniera.

El caudillo don Ignacio Allende había comenzado a desconfiar de Iriarte, pues éste recibía mal que se le viera como a un inferior, y manifestándose descortés con aquel jefe a quién daba muestras de cierta superioridad, hizo que saliera de sus propias manos la paga de los soldados de Allende, quién temiendo una tropelía de parte del insubordinado Cabo Leiton, marchó a Guadalajara a unirse con el Generalísimo Hidalgo.

A los pocos días el ejército de Hidalgo era derrotado en Puente de Calderón, y con el resto de la tropa que le quedaba se dirigió a Aguascalientes, donde, según parece, permenecía aun Iriarte, quién siguiendo una conducta voluntariosa y egoista, no se había preocpuado de ayudar con sus tropas a los jefes principales de la insurrección.

De Aguascalientes marcharon Hidalgo y Allende a Zacatecas acompañándolos Iriarte, quién quedó acantonado con su tropa en la inmediata Villa de Guadalupe.

Los caudillos de la revolución, después de permanecer en Zacatecas algunos días, acordaron marchar rumbo norte, dejando a Iriarte en dicha ciudad como para cubrir la retaguardia y con orden de que fuera a incorporárseles en la ruta que seguían; pero el insubordinado cabecilla permaneció en Zacatecas todavía algunos días, y en el interín destacó sobre Fresnillo una fuerza de mando de don Mariano Muciño; la que tuvo un encuentro en el rancho de Tapiar con otro realista que venía de Sombrerete, al mando de don Pedro Ruíz Larramendi, habiendo sido rechazados los insurgentes que tuvieron que replegarse a Zacatecas.

Entre tanto el realista José Manuel Ochoa avanzó sobre dicha ciudad por orden del brigadier don Bernardo Bonavía que se hallaba en Durango. No se puede asegurar acertadamete si Iriarte mismo esperó a Ochoa en Zacatecas, o si aquel se dirigió a Saltillo, dejando a Sotomayor o a Muciño en dicha ciudad, pero lo cierto es que Ochoa atacó a la fuerza insurgente que allí había quedado derrotándola el 17 de febrero de 1811, después de una tenaz resistencia.

Los jefes insurgentes derrotados en Zacatecas se dirigieron a Saltillo y en cuanto a Iriarte, se sabe que Allende, al ir a tomar parte en un combate que se esperaba cerca de aquel lugar, dejó encargado el mando del ejéricto a don Mariano Arias y al mismo Iriarte en Matehuala.

Como no había ido a incorporarse al Saltillo con Allende, este al salir de allí rumbo al norte, y poseído de disgusto y de serias sospechas de infidencia contra Iriarte, dio orden a don Ignacio López Rayón para que lo fusilara en caso de que se le presentase; y como esto aconteció después de la captura de los caudillos Hidalgo, Allende y compañeros en Acatita de Baján, el referido Rayón lo hizo pasar por las armas en Saltillo en cumplimiento de la orden mencionada.

Lástima es, en verdad, que uno de los primeros que se apresuraron a secundar el glorioso Grito de Dolores, logrando reunir en pocos días, bajo las libertadoras banderas un numeroso grupo de defensores de la patria, no hubiera sido guiar a éstos por la senda del orden y del verdadero patriotismo, dándoles personalmente un ejemplo digno y honroso.

Tales son las únicas noticias que he podido adquirir acera del desgraciado Cabo Leiton, de quién no se sabe de donde era originario, aunque algún autor supone que lo fue de Zacatecas. (1)


Fuentes:

1.- Amador, Elías. Noticias biográficas de insurgentes apodados. Zacatecas, 1910. reeditado por la SEP en 1946

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