sábado, 31 de julio de 2010

Hacienda de Amomoululco, municipio de Lerma, Estado de México. Cabeza número 73

Por fortuna, de la estela ubicada en Amomolulco leí un artículo en el diario Milenio en donde se hablaba del rescate del monumento hecho por la directora del Jardín de Niños “María Montoya Romero” ubicado en la calle Independencia número 15. Llevaba ese dato, como quiera, dado que las muchas poblaciones que conforman el Valle de Toluca están unas muy próximas a las otras y que nadie sabe nada de las demás, incluso de su propia población, tuve que ir y volver a Amomolulco pues, cuando llegué, todos aquellos a quienes pregunte me dijeron lo mismo: “aquí no hay ninguna Cabeza de Águila".


Caminé por varias calles, en el sitio de taxis que se ubica precisamente en la calle Independencia pregunté y me dijeron que no, que en Amomolulco no existe ninguna estela que marque el paso de la Ruta de la Independencia, llegué a un lugar en donde hay una planta de bombeo de aguas del río Lerma hacia la ciudad de México, eso lo supongo pues vi también referencias del DF, pero no lo comprobé pues como el lugar es paso rápido, no hay transeúntes a quienes preguntar.


Recordé lo que el artículo de Milenio decía en torno a lo que tuvo que hacer la maestra, directora del Jardín de Niños para dignificar el monumento, de cómo recibió cierta información por parte del INBA en el que le decían del uso de ácido muriático diluido para la limpieza del monumento… me fui a Lerma y di varias vueltas por la población. Pregunté a varias personas sobre el monumento y, alguien me dijo que mejor fuera a la delegación de la SEP, pues si yo tenía el dato de que la estela se ubicaba dentro de un Jardín de Niños, seguramente ellos sabrían la ubicación.


Llegué a un local añoso, muy cerca del Jardín Principal y de la Parroquia, entré, pregunté y nadie supo. Apareció un Supervisor, supongo que ese es su cargo pues me dijeron que él seguramente sabría la ubicación del monumento, pero no, ni siquiera sabía del tipo de monumento del que le estaba hablando y no logré información alguna.


Finalmente recordé que si el dato lo había obtenido del diario Milenio, pues seria allí en donde la ubicaría, así que, entré en un Internet, accedí a al información y apareció el dato exacto, volví a Amomolulco, pasé frente al mismo sitio de taxis, frente al mismo puesto de revistas y una cuadra más adelante estaba el Jardín de Niños, allí dentro el monumento, lo pude ver y fotografiar, solo que tu, si pasas por allí, seguramente no lo verás pues las bardas que estaban levantando lo cubrirán totalmente. Como quiera, queda la huella que dejó el paso del cura Hidalgo en esta Ruta de la Libertad.

"Pero también Miguel Hidalgo trata de hacerse de recursos, sobretodo "dinero" para pagar a sus huestes, siendo el encargado de la Tesorerìa insurgente su hermano, llamado Mariano Hidalgo y Costilla. Un pago se realizó en Acámbaro el día diez y ocho de octubre que fue en que empezaron a socorrer los insurgentes al regimiento. Que al sargento que vino en su compañía le hicieron teniente con sesenta pesos de sueldo, lo que sabe si él los sacaría, y el dragón a diceiseis pesos a quien en su compañía se socorría a cuatro reales diarios. O bien a los soldados de a caballo, a peso diario, a seis preales a los que se les daba caballo y a cuatro los de infantería . Y hasta un real por día a los indios; cuando en esos tiempos siempre ganaban en otro trabajo la mitad. Así fue un movimiento en que el dinero movió muchos intereses particulares y hasta un gancho para atraer más hombres a sus fuerzas" (1)


Fuentes:


1.- Contreras Esquivel, Otoniel. Miguel Hidalgo y los insurgentes en Cuajimalpa 1810. Edición del autor. México, 2009.


Si te interesa ver la nota de Milenio completa, la encontrarás aquí:


http://www.milenio.com/node/430088



lunes, 19 de julio de 2010

Hacienda de Jajalpa, municipio de Ocoyoacac, Estado de México. Cabeza número 72

Al hacer el recorrido de la Ruta de Hidalgo nos vamos adentrando a los lugares productivos que en la primera década del siglo XIX prosperaban, en este caso, en el espléndido Valle de Toluca. Llegamos a la Hacienda de Jajalpa para cerciorarnos de que no hay ningún monumento de Cabeza de Águila, según lo marca la “ruta oficial”.


Como quiera nos encontramos en un lugar que no es ajeno a la historia, aun queda en pie una parte de la hacienda, la capilla y restos del acueducto, todo eso dentro del área privada que la conforma pues en la actualidad los terrenos de la Hacienda fueron fraccionados y son ahora lugar de un fraccionamiento de alto nivel.


El ejército Insurgente aunque triunfante pasó a la vez derrotado por Jajalpa, esto sucedió el 2 de noviembre, cuando, temprano, al amanecer el cura Hidalgo decidió no atacar la ciudad de México, temeroso a que se dieran pillajes y venganzas peores de las acontecidas un mes atrás en Guanajuato durante la toma de Granaditas; además, el parque con que contaban era muy poco, una retirada para regresar con más armamento y tomar la ciudad y proclamar la Independencia de México, eso ideó el cura Hidalgo, y esa idea vino a acrecentar el desentendimiento entre él y Allende.


“Hacienda Jajalpa tiene su origen a mediados del siglo XVI. Es fundada en 1556 por Don Diego Marina de Chávez como una estancia para la cría de ganado menor. Posteriormente perteneció a Doña Isabel Moctezuma, hija del Emperador Moctezuma II. En 1845 se convirtió en una hacienda triguera con su propio molino y abastecía a la Ciudad de México y Toluca. Fue propiedad de Don Luis Pliego, el Sr. Rebollar y los doctores Luque y Rebollar. Recientemente la hacienda fue dividida en dos fraccionamientos cambiando su misión de hacienda productiva a paraíso residencial.


Al paso de cuatro siglos La Hacienda ha atestiguado importantes acontecimientos históricos. Durante la guerra de independencia fue bastión de los Realistas que intentaban detener a los Insurgentes, durante la revolución fue escenario de las luchas Zapatistas”. (1)


Fuentes:


1.- Asociación de Colonos de la Ex Hacienda de Jajalpa, A.C.

http://jajalpa.org/index.html



Cuajimapla, Ciudad de México. Cabeza número 71



Desconozco la razón por la cual cada vez que se habla de la Ruta de Hidalgo se dice de 11 estados, solo que, si contamos en realidad cuantos fueron los tocados por la ruta, nos damos cuenta de que son 13, pues aunque solamente haya tocado un punto de la Ciudad de México, debemos considerar al Distrito Federal como parte de la ruta, cosa que igual sucede con Querétaro, en donde su paso fue por Amealco y nunca se menciona a estas dos entidades como integrantes de la histórica marcha.



Siendo Cuajimalpa parte de la enorme ciudad de México, tiene ese ritmo característico de las prisas, habituales en la gran ciudad, pero su aspecto es más bien de un pueblo, un pueblo congestionado de autos en donde no hay un monumento de Cabeza de Águila, pero si existe un pequeñísimo museo precisamente en el lugar en donde estuvieran alojados los principales del ejército Insurgente.




“Mientras los prisioneros españoles y entre ellos García Conde llegaron a la una de la noche a La Venta donde curaron sus heridas. La noche estrellada en el cielo parecía reflejarse en el suelo de Cuajimalpa, con miles de fogatas que hicieron los Insurgentes para mitigar el frío típico de la región. Este paisaje visto desde la ciudad a los citadinos les debió parecer un incendio por la llegada de las hordas insurrectas. A otros alegró la presencia de los insurgentes en las montañas de México.



Este 31 fue el descanso para las tropas rebeldes, abastecerse de alimentos, misas, intentar reparar sus armas y cañones, de revista militar; y a la espera de algún representante del virrey que fuera a dialogar con los caudillos del movimiento. Con el calor del sol, después de varios días de desvelos seguramente los indios y soldados insurgentes trataron de descansar durmiendo para estar listos a la hora de la inminente lucha que se avecinaba con el avance sobre la ciudad.



Las tropas estaban nerviosas y la gente corría a esconderse pero con la llegada de la noche nuevamente se veían desde la ciudad las numerosas luminarias de los insurgentes en la región de Cuajimalpa y con ello la calma de saber que no bajarían a la ciudad”. (1)



Fuentes:


1.- Contreras Esquivel, Otoniel. Miguel Hidalgo y los Insurgentes en Cuajimalpa 1810. Edición del Autor. México, 2009.



Monte de las Cruces, Distrito Federal. Cabeza de Águila número 70

Para la década de los cuarenta del siglo XX, el obelisco que recordaba la hazaña de Hidalgo y su ejército Insurgente mostraba esta reja.

Así lucía el obelisco en la Marquesa en 1909, cuando fue tomada esta fotografía durante el recorrido que el historiador Luis Castillo Ledón realizó al lado del fotógrafo Gustavo F. Solís.


Es en el Monte de las Cruces donde se juntan el Estado de México con el Distrito Federal en su delegación de Cuajimalpa. Dentro de lo que es el Parque Nacional Miguel Hidalgo y Costilla existen varios monumentos, en el artículo anterior dábamos fe del monumento muy al estilo de las Cabezas de Águila que contuvo en su momento un asta bandera.


Encontramos luego el arco que en los años treintas del siglo XX marcó la división entre ambas entidades con un gran arco amarillo de un estilo arquitectónico muy en boga en esa época y es más adelante que vemos dos monumentos más uno frente al otro, el obelisco sobre la roca y el lugar del sacrificio de Santos Degollado durante la guerra de la Reforma. Del obelisco encontramos una historia muy interesante.


“Por ese tiempo, 1875, se estaba construyendo el camino para las diligencias México – Toluca y fue cuando se colocó el Obelisco del Monte de las Cruces en 1795, diseñado por el arquitecto y escultor español Manuel Tolsá, para adornar dicho camino el cual tenía un reloj de sol. Posteriormente, en este sitio se efectuó la Batalla del Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810 donde salió triunfante el ejército insurgente, por lo que se aprovechó este monumento retirando el reloj de sol, y en su lugar, se colocó en 1852 el escudo de armas del ejército de Don Miguel Hidalgo y Costilla y cuatro placas con leyendas alusivas a la gloriosa batalla”. (1)

“Ese primer avance de los Insurgentes resultó infructuoso y debieron retirarse a su base en el llano de Salazar. Algunos opinan que ello abrió la relación entre Hidalgo y Allende por desacuerdos entre quién dirigiría a las tropas en la batalla.


Esta escena es una de las tantas controversias que hay en torno a la historia de don Miguel Hidalgo y Costilla pues se sabe que él desde que inició el movimiento Insurgente no volvió a oficiar una misa.

Más tarde, el plan de ataque Insurgente fue preparado por Ignacio Allende al reconocer el sitio; lo planteó mandando a Jiménez por la izquierda, él al centro y Aldama por el ala derecha. De tal manera, el siguiente enfrentamiento fue a las once de la mañana. Avanzando por la llanura de Salazar en columna, al frente una gran multitud de indios, atrás cuatro piezas de artillería manejadas y cubiertas por las compañías de infantería de Celaya, Valladolid y Guanajuato; en los costados y retaguardia el regimiento de Dragones de Pátzcuaro, Reina y Príncipe, con toda la caballería compuesta de lanceros y demás paisanos armados.


Esa es una escena ligeramente más apegada a la realidad en la que el oficiante es uno de los capellanes que le acompañaban.

Allende movió sus fuerzas con Jiménez por la izquierda hacia “un monte inaccesible por su espesura de pinos y gran pendiente”, (la Marquesa) donde se encontraron con las tropas realistas bajo el mando del teniente Iturbide. Y la derecha con Juan Aldama que avanzó sobre la planicie cortada por zanjas se ocultaba la caballería realista al mando del capitán Bringas, que del choque resultó gravemente herido.



Al caer la noche y sin luna, era una de esas oscuras de fines de octubre, además fría como es típico en Las Cruces. Avanzaban entre la penumbra miles de insurgentes alumbrándose con antorchas, a lo largo del Camino Real de Toluca, como en una peregrinación, cantando alabanzas religiosas, las carretas iban lentamente y a vuelta de rueda por la dificultad del tránsito”. (2)

Fuentes:

1.- Sitio electrónico local de La Marquesa


http://www.paginasprodigy.com.mx/carlosclr100/

2.- Contreras Esquivel, Otoniel. Miguel Hidalgo y los Insurgentes en Cuajimalpa, 1810. Edición del autor. México, 2009.

domingo, 18 de julio de 2010

Monte de las Cruces, municipio de Ocoyoacac, Estado de México. Cabeza número 69



Hay en lo que es el Parque Nacional Miguel Hidalgo y Costilla, en lo que popularmente se le denomina “La Marquesa” y que se localiza en la Sierra de las Cruces, más propiamente en lo conocido como el Monte de las Cruces, un monumento que tiene perdidas las placas en donde se menciona cuando fue colocado y quién lo puso, se localiza en una roca, tan grande como la que apreciamos en esta foto que encontré en Internet, y que se localiza un poco más al sur de lo que vemos. Por su diseño, que mantiene en buena medida ese triangulo trunco que es la estela, base de la Cabeza de Águila solo que no es plano como para sentarla sino un poco inclinado. Se ven dos abrazaderas de metal que seguramente sostenían un asta bandera y dos de los lados grandes se ve el recuadro en donde estuvieron las placas. Quiero pensar que formaba parte de la Ruta de Hidalgo, no lo puedo asegurar pues nadie me supo dar razón. Las fotografías que tomé son parte de las que me fueron perdidas en Temascalcingo. Si tengo la oportunidad de volver al Monte de las Cruces incluiré una que muestre claramente lo que aquí menciono.



Será interesante analizar este mapa, que fue el documento oficial que el Ejército Realista le hizo llegar al virrey Venegas desde Veracruz, al poco tiempo de haberse dado los hechos. Se marcan en él, las poblaciones que fueron fundamentales en el antes y después de la batalla.




Veamos primero el plano completo, para ubicarnos en el área. Hemos seguido la Ruta de Hidalgo, aquí es donde podremos interpretar mejor cual fue el trayecto. Al poniente el Valle de Toluca, al oriente el Valle de México. Al centro la Sierra de las Cruces, escenario de la batalla. Podemos apreciar claramente los Caminos Reales. El México-Toluca; el Toluca-Cuernavaca y Santiago Tianguistenco-El Zarco.




Aquí vemos todo lo que a lo largo de estos días hemos venido recorriendo, comenzando arriba a la izquierda en Ixtlahuaca, siguiendo al sur entramos en el Valle de Toluca una vez que atravesamos el puente de San Bernabé. Llegamos a Toluca, de allí parte el Camino Real que va a la Villa de Lerma, siguiendo al sur de Toluca está el puente de Atenco, y más al sur Santiago Tinaguistenco.




Ahora vemos la zona de la Sierra de las Cruces donde propiamente fue la batalla del Monte de las Cruces.



Ahora vemos el medallón en donde el Ejército Realista se vanagloria de los hechos, pero no menciona su derrota. En la parte de arriba se ven claramente los dos pueblos que existían: Cuajimalpa y Santa Fé.


Fuentes:


Las fotografías fueron tomadas del libro Cartografía Histórica de México.





viernes, 16 de julio de 2010

Ciudad de México, 30 de octubre de 1810.



“A principios del siglo XIX la Ciudad de México era una metrópoli floreciente y próspera, el centro de la vida política, religiosa, comercial e intelectual del virreinato de la Nueva España. El poder real le había otorgado el derecho de llamarse “ciudad imperial, insigne, leal y nobilísima” y, además, a ostentar los títulos oficiales de “Capital, Corte y Cabeza” de Nueva España. En los documentos oficiales y en la propaganda pública se le daba otro título que no fuera el de “esta Nobilísima Ciudad” (1)



Es Carlos María de Bustamante quien nos da la mejor idea de lo que estaba sucediendo en la ciudad de México a donde ya se sabía de la presencia Insurgente a pocas leguas en las colinas de Cuajimalpa, nos describe del terror, del pavor que por parte de los españoles avecindados en la ciudad de México estaban sintiendo, de sus ires y venires para salvar sus tesoros.




“Veíase la agitación en la tarde del 30 pintada en todos los semblantes; el rico ocultaba sus talegas donde sólo Dios y él supiesen de su existencia, los monasterios eran el depósito de las mayores preciosidades, oíanse coches que entre las tinieblas de la noche trasladaban arrastrándose pesadamente cuantiosas sumas a la Inquisición y conventos de frailes, las viejas chillaban, las monjas multiplicaban sus prácticas religiosas, los gachupines bramaban de cólera, y no cesaban de probar sus armas para cuando llegase el instante de la defensa.



Veíanse trasladar de una casa a otra los colchones y muebles de las familias, y se creían seguras transportándose de un lugar a otro, aunque se quedaban en la misma ciudad, y como si en el caso de un saqueo general pudieran escaparse de la rapacidad de una soldadesca desenfrenada; así se tenían por seguros los primeros indios de la isla de Santo Domingo de la rapacidad de los soldados de Colón, cerrando (como dice Muñoz) las puertas de su bohíos con unas débiles cañas. En cierto monasterio de frailes europeos, toda la comunidad estaba armada con puñales para que, llegado el momento de la invasión, cada uno saliese llevando uno en una mano y en la otra un crucifijo.



¡Excelente maridaje, vive Dios! ¡El Señor de la paz y el instrumento de la muerte y del odio! ¡Pero de qué intentonas no son capaces los ilusos y posesos cuando quieren hermanar en un mismo altar a Dios y a Belial!



Distribuyéronse en varias azoteas de conventos grandes pedruscos para que las mismas monjas los dejasen caer sobre las tropas insurgentes al tiempo de pasar por ellos; tales fueron las maquinaciones de una iniquidad vestida con los arreos de una religión de amor que detesta la violencia. ¡Cuántas artimañas para mantenernos esclavos! ¡Cuántos subterfugios ruines para ligarnos por medio de la religión al carro de la tiranía! Al siguiente día se dió en espectáculo de irrisión al coronel Trujillo: al llegar al campamento de México pidió un tambor, y con cincuenta y un soldados, resto único de toda la fuerza que sacó de esta capital, entró por sus calles montado en un mal caballo y vestido con un ridículo traje, que por ser entonces casi desconocido en esta ciudad, muy bien merecía este nombre. Entró (según él decía) triunfante, y no echando bendiciones angélicas por la boca, sino ajos, rayos y anatemas”. (2)



Fuentes:


1.- Lozano Armendarez, Teresa. Vagos, ociosos y malentretenidos en la capital novohispana. Proceso. Bi-centenario, número 16. México, 2010


2.- Bustamante, Carlos María. Hidalgo, las primeras siete cartas del Cuadro histórico de la revolución mexicana. Carta Cuarta. Biblioteca Virtual Antorcha.

http://www.antorcha.net/