domingo, 6 de junio de 2010

Cuesta del Tecolote, Guanajuato, Guanajuato. Cabeza número 14.

Sobre las Cabezas de Águila colocadas en Guanajuato hay mucha confusión, o, mejor dicho, mucho desconocimiento. Tal vez sea por el agobio que sus habitantes tienen ante los tumultos de turistas que en Semana Santa, puentes y el Festival Cervantino, que al hacerles la pregunta de la ubicación de las Cabezas, la respuesta es unánime: “No lo se”.


En uno de los foros que abundan en Internet supe de la existencia de una Cabeza, en el periódico local aseguraban que solo existe una de las cuatro Cabezas que en 1960 se colocaron en la ciudad. Dimos ya cuenta aquí de la que aparentemente se colocó en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, en lo que antes era el parque conocido como “Las Terrazas” en lo que actualmente son las escalinatas que se usan como teatro al aire libre durante el Festival Cervantino y otros eventos multitudinarios.


Ahora vemos la que se ubica en la que fuera la entrada a la ciudad a principios del siglo XIX, la llamada Cuesta del Tecolote, lugar por donde entró el contingente. “A la una de la tarde comienza a entrar el ejército Insurgente por la calzada, compuesto en su mayor parte de indios armados de hondas, flechas y unas cuantas armas de fuego; la caballería compuesta de rancheros con lanzas y espadas y machetes, y los soldados del Regimiento de la Reina y el de Infantería Provincial de Celaya, “como quien espera una diversión”. (1)


Se dice que al entrar en Guanajuato eran ya de 60 a 80 mil los agrupados en torno al cura Hidalgo, un número impresionante si consideramos que la ciudad contaba en ese entonces con algo así como 50 mil el encuentro debió ser en verdad caótico y de dimensiones descomunales. “La ciudad y Real de Minas de Guanajuato había aumentado muy considerablemente en población. Mientras que en 1803, junto con sus agregados: Marfil, Santa Ana y Santa Rosa, habían 55,631 habitantes de todos sexos y edades. En 1810 eran aproximadamente 70,000 los que moraban en esta ciudad y sus contornos”. (2)


Uno de los testigos que hubo, aunque era muy joven, fue Lucas Alamán, el cual comenta lo sucedido antes de que apareciera el Pípila en acción. “Los españoles entre tanto, no escuchando mas voz que la del terror, arrojaban los unos dinero por las ventanas, por si la codicia de recogerlo podía aplacar a la multitud; otros pedían a gritos que se capitulase y muchos, persuadidos de que era llegada su última hora, se echaban a los pies de los eclesiásticos que allí había a recibir la absolución”. (3)


“Puede decirse que los insurgentes tomaron la ciudad de Guanajuato el 28 de septiembre por la tarde, gracias al arrojo heroico de “Pípila”, muchacho minero llamado Juan José de los Reyes Martínez Amaro, hijo de San Miguel, quién prendió fuego a la puerta del Castillo de la Alhóndiga de Granaditas, abriendo paso a las enardecidas fuerzas insurgentes que dolidas por más de tres centurias de esclavitud estaban resultas a ofrendar sus vidas” (4)


“El ataque fue furioso, terrible y sangriento entre ambos contendientes. Los insurgentes después de apoderarse de la Alhóndiga pasaron por cuchillo sin misericordia a todos los ahí concentrados. El nombre del Pípila Juan José de los Reyes Martínez Amaro, perdura en una estatua que se levanta en uno de los cerros más elevados de la ciudad, (cerro de San Miguel), con la inscripción de “AUN FALTAN MUCHAS ALHONDIGAS POR QUEMAR” (5)


“Calcúlase variamente el número de muertos que hubo por una y otra parte; el de los insurgentes se tuvo empeño en ocultarlo y los enterraron aquella noche en zanjas que se abrieron en el río de Cata, al pié de la cuesta. El ayuntamiento en su exposición, lo hace subir a tres mil; Abasolo en su causa dice que fueron muy pocos; esto no me parece probable y lo primero lo tengo por muy exagerado. De los soldados murieron unos doscientos, y ciento cinco españoles”. (6)


“Los cadáveres de estos fueron llevados desnudos, asidos por los pies y manos o arrastrando, al próximo camposanto de Belén en el que fueron enterrados; el del intendente estuvo por dos días expuesto al ludibrio del populacho, que quería satisfacerse por sí mismo de la fábula absurda que se había hecho correr, de que tenia cola porque era judío, la que no dejó por esto de conservarse en crédito; fue después sepultado con una mala mortaja que le pusieron los religiosos de aquel convento, sin recibir el honor que hubiera debido tributar a sus restos mortales un vencedor generoso”. (7)


Fuentes:


1.- De la Fuente, José María. Hidalgo íntimo. Apuntes y documentos para una biografía del benemérito cura de Dolores d. Miguel Hidalgo y Costilla, Editorial Económica. México 1910. (Citado por José Antonio Martínez Álvarez)


2.- Rionda Arreguín, Isaura. Acta Universitaria. Universidad de Guanajuato. Vol. 13, No. 1. Enero-Abril, 2003.

http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/416/41613102.pdf


3.- Alamán, Lucas. Historia de Méjico. Editorial Jus. México, 1972


4.- Jiménez de la Rosa, Felipe. Ruta de Hidalgo 1810-1811. Pluma y Lápiz de México. México, 1960.


5.- Ibid


6.- Alamán, Lucas. Ibid


7.- Ibid.



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