Fue hace apenas dos años que tuve la oportunidad de estar presente en el traslado de los restos de don Miguel Hidalgo y los demás héroes de la Independencia que fueron exhumados para llevaros a un estudio y clasificación en el Castillo de Chapultepec. Recuerdo que, entre la multitud que estaba, algunos gritaron vivas, otros arrojaban flores y yo sentí una emoción muy especial y diferente cuando pasó frente a mi la urna que contiene esos restos. Luego la prensa se volcaría en cuestionamientos de qué tan reales pudieran ser las osamentas. Luego me dediqué a hacer el recorrido que esos restos de Hidalgo hizo a lo largo de casi dos siglos y me di cuenta de dos cosas, una que en México seguimos manteniendo un sentimiento muy arraigado a la muerte y lo que representa, la otra, que poco se ha difundido sobre ese culto funerario o necrofilia que hay en el Panteón de los Héroes Nacionales en el imaginario de la colectividad. Apenas me entero de que en 1947, como marco del Centenario de la caída de los Niños Héroes sucedió algo que, nuevamente nos pone frente a osamentas, frente a actos heroicos y frente a los que consideramos los Héroes de México.
Sucedió que el 27 de mayo de 1947 el General Torrea fue comisionado para buscar los restos de los cadetes que conocemos cono Niños Héroes y éstos fueron localizados muy cerca del sitio en donde ya en 1882 se había levantado un Obelisco que los recordaba justo en el sitio en donde, de acuerdo a la tradición, cayó el cuerpo de Juan Escutia envuelto en la bandera nacional. El lugar del hallazgo fue en el llamado Ahuehuete de Miramón. Los restos pasarían a otra comisión, formada por médicos forenses y antropólogos que determinaron el origen de los restos y, por las edades y estado en que se encontraban, se dijo que eran, efectivamente los 6 Niños Héroes los que habían sido encontrados, el ritual del homenaje post-mortem se organizó y para el 14 de septiembre de 1947 los restos fueron conducidos a la Plaza de la Constitución en donde se les rindió homenaje.
Para el homenaje fue construido un catafalco en donde fueron colocadas las urnas, se montarían luego las guardias de honor, la primera por el entonces Presidente de la República, Miguel Alemán. Seguirían luego los altos mandos del ejército, así como un destacamento llegado exprofeso del afamado Colegio Militar norteamericano del West Point, el pueblo allí reunido tuvo al final la oportunidad de pasar frente a las urnas, las cuales fueron luego llevadas a la Sala de Banderas de Colegio Militar de Popotla. Se ordenaría luego, por parte del Presidente de la República, la construcción del Monumento que ahora conocemos como El Altar de la Patria, bajo diseño de Ernesto Tamariz y Enrique Aragón, siendo inaugurado el 27 de septiembre de 1952.
Copia del informe rendido por los Antropólogos al Sr. Dr. Daniel F. Rubin de la Borbolla, Director del Museo Nacional, fechado el 31 de marzo de 1947.
"El jueves 27 del presente mes recibimos de la Secretaría de la Defensa Nacional seis urnas conteniendo material osteológico, de cuyas características informamos a Usted:
Después de hacer la separación e identificación de los diferentes huesos, nos encontramos que entre ellos hay cráneos más o menos enteros y otros fragmentos que corresponden a seis individuos del sexo masculino. Cinco de ellos son fisiológicamente adultos jóvenes y el otro corresponde a un individuo adulto pero de mayor edad que los anteriores. Por medio del estudio de los huesos largos, planos y cortos, hemos podido determinar que también corresponden a seis esqueletos de individuos, pero no podemos afirmar que los cráneos pertenezcan a los esqueletos. Sin embargo, existe la posibilidad de que los cráneos correspondan a los mencionados esqueletos debido a que el número de éstos es también de seis y presentan las mismas características que los cráneos en cuanto a edad y sexo.
De un modo general podemos decir que el estado de conservación de las piezas óseas estudiadas es malo, pues en muchos casos contamos solo con diáfasis y fragmento de huesos planos y cortos, además faltan numerosas vertebras, especialmente cervicales. Esto puede deberse a las malas condiciones en que fueron sepultados los individuos y a una prolongada acción del tiempo.
Existen además varias piezas óseas tales como húmeros, fémures y tibias, que no corresponden a los esqueletos mencionados y que no tienen relación entre sí por lo que podemos suponer que se trata de restos sueltos de otros cadáveres que fueron inhumados en la misma fosa.
Adjuntamos a Usted cédulas provisionales de inventarios en una de las cuales especificamos el número de piezas óseas pertenecientes a seis esqueletos y a los seis cráneos. En la otra anotamos el número de piezas óseas que no tienen relación con las anteriores. Ambas cédulas describen el número de piezas y al lado que pertenecen.
Atentamente.
Los Antropólogos: Luis Limón Gutiérrez (firma). Felipe Montemayor García (firma).
Fuente:
Torrea, Juan Manuel, General. Gloria y Desastre: el sitio de Puebla 1863.