Fueron dos los fusilados hoy hace doscientos años en Chihuahua, el Mariscal Francisco Lanzagorta y el Coronel Luis Gonzaga Mireles. Apoyándonos nuevamente en Villaseñor y Villaseñor, veamos sus vidas:
Francisco Lanzagorta.
Fue uno de los conspiradores de Querétaro. Tenía el empleo de Capitán de Regimiento de Sierra Gorda, acantonada en las cercanías de aquella ciudad, y por su amistad con Allende, pronto se mezcló en la conspiración y asistió a las juntas en casa del bachiller Sánchez y del abogado Lazo, para lo cual hacía diferentes viajes.
En los documentos que existen en el Archivo General consta que Lanzagorta era un activo agente de la revolución en Querétaro que asistía a las reuniones en casa del licenciado Parra, que disponía de dinero suficiente para buscar adeptos, que hablaba con mucho entusiasmo del próximo levantamiento y que el 12 de agosto de 1810 salió violentamente de Querétaro llamado por Allende, que era algo pariente suyo y llevaba doscientos y diez y ocho marcos de plata que le entregó dicho licenciado Parra. Desde ese día no se le volvió a ver en la ciudad.
Acercándose ya el día que quería estallar la revolución fue destinado a proclamarla en San Luis Potosí que era su ciudad natal y lugar de residencia de su padre; parece que el mismo Hidalgo fue el que le dio esa comisión pues según la relación de fray Gregorio de la Concepción, salió de Dolores el 13 de septiembre, y en 24 horas se puso en San Luis, donde entregó al mencionado religioso la carta, proclamas y demás papeles que llevaba. Era bastante peligrosa la comisión de Lanzagorta por encontrarse gobernando la provincia Calleja, que apenas tuvo noticia de lo ocurrido en Dolores, empezó a alistar su ejército y a tomar las medidas conducentes para combatir la revolución.
Una de las primeras que dictó fue la aprehensión de todos los sospechosos, debida, según informó el Virrey, a haber descubierto una conspiración tramada por algunos oficiales, que habían ofrecido a los Insurgentes pasarse con los cuerpos que mandaban, en el momento de una acción, descubrimiento que había hecho por la fidelidad de un sargento. Lanzagorta fue uno de los primeros aprehendidos el 18 de septiembre; y en seguida Zapata, y otros, como el lego Herrera, que fue encontrado en el camino; todos fueron llevados al Convento de San Juan de Dios, donde fray Gregorio vivía. Mientras Calleja permanecía en San Luis, organizando su ejército los afectos a la Independencia se mantuvieron quietos, pero habiendo salido el 25 de octubre con sus fuerzas a socorrer la capital, empezaron los ánimos a mostrarse inquietos y adquirieron nuevos bríos cuando supieron que Iriarte con sus tropas estaban cerca.
El lego Herrera, comisionado de Hidalgo de acuerdo con el lego Villerías, con fray Gregorio, con don Joaquín Sevilla y Olmedo, oficial de lanceros de San Carlos, que de antemano estaba comprometido con Allende a sublevarse, y con Lanzagorta, organizaron la revolución, en la noche de 10 de noviembre la hicieron estallar, y sacando de la cárcel a los presos aumentaron el número de los pronunciados. A las tres de la mañana estaba consumado el motín reducido a la impotencia y herido el comandante realista Cortina y se había enviado un correo a Iriarte para que entrase a la ciudad. Entrado este, ordenó el saqueo, aprehendió a los legos y a Sevilla, que se oponían a él y se dispuso a salir de San Luis, llamado por Allende, dejando como Comandantes a los mismos presos y a Lanzagorta.
Pero este se dirigió en busca de Allende, el que lo comisionó para que propagase la revolución en el norte, confiriéndole el grado de Mariscal y ordenándole que obedeciese a Jiménez que llevaba el mando general de la región. Acompañó a este jefe a la batalla de Aguanueva, a la ocupación de Saltillo y de Monterrey, y a la acción de Puerto del Carnero. En seguida se incorporó a la comitiva de los generales, mandando las tropas presidales, que eran las mejor organizadas que tenía el ejército. Con ello cayó prisionero y conducido a Chihuahua, se le formó una rápida sumaria que terminó con la sentencia de muerte; fue de los primeros fusilados, perdiendo la vida el 11 de mayor de 1811, en unión del Coronel Luis G. Mireles, uno de los incorporados en San Miguel.
Lanzagorta no cometió ninguno de los excesos a que se entregaron muchos de los jefes independientes, y en cuanto pudo, procuró organizar y dar instrucción a su tropa, comprendiendo el provecho que se podía sacar de ella al comparar la gran diferencia que había entre los soldados disciplinados de las Companías presidiales que se le habían unido, con las chusmas de indios desordenados y cobardes, que formaban el ejército de Iriarte y que en su mayoría eran de Mezquitic. su subordinación a Jiménez, que tuvo demasiada confianza en Elizondo, lo perdió, como perdió a todos los caudillos de la primera época de la revolución.
Luis Gonzaga Mereles
Aunque sea en unas cuantas líneas, merece un recuerdo este constante compañero del caudillo don Miguel Hidalgo. Era vecino de Dolores y uno de los primeros partidarios que tuvo el párroco al que ayudaba en sus tareas industriales y agrícolas; cuando estalló la revolución no vaciló ni un momento en seguirla, y fue de los que acompañaron a Hidalgo a apoderarse de la cárcel en la madrugada del 16 de septiembre. Sin cargo alguno nuevo todavía se encargó de mandar la gente que estaba en contacto más inmediato con el caudillo, al que acompañó a Guanajuato y Valladolid. En la provincia de Acámbaro recibió el nombramiento de Coronel, y con tal carácter mandó un batallón en las Cruces, a las inmediatas ordenas de Aldama.
Después de Aculco fue de los que se dirigieron a Guanajauto en compañía de Allende; contribuyó a la defensa de la ciudad, a las órdenes de Jiménez, y fue de los últimos que abandonaron la plaza, dirigiéndose a Zacatecas; en la hacienda de El Molino fue despachado el 2 de diciembre, en compañía de Jiménez, de Malo y de Carrasco a extender la revolución a las Provincias del norte, lo que le dio la oportunidad de asistir a la batalla de Agaunueva y ocupación de Saltillo y Monterrey. Durante toda esta campaña dio muestras de ser hombre de orden y de capacidad, y no cometió ningún acto reprobable. Cuando los caudillos se acercaban recibió ordenes de irlos a encontrar y con ellos entró a Saltillo, donde permanecieron varios días, mientras arreglaban su viaje a los Estados Unidos.
El 21 de marzo tenía el mando de una pequeña fuerza que antes de que pudiera haber uso de sus armas fue rodeada y desarmada, quedando prisionera. Mireles, a quien Cordero conocía muy bien fue designado por éste para ir a Chihuahua, no atreviéndose el jefe realista a sentenciarlo, después de los miramientos que el Insurgente había tenido con él cuando lo tuvo prisionero. Allí no se tuvo en cuenta su conducta que, como la de todos los Insurgentes que conquistaron las Provincias Internas, fue buena y tras de una breve sumaria, fue condenado a ser fusilado; la sentencia se cumplió el 11 de mayo de 1811 y Mireles tuvo por compañeroa de suplicio al Mariscal don Francisco Lanzagorta que había sido su compañero durante la compañía del norte. Parece que influyó en su sentencia la circunstancia de haber sido uno de los primeros que se lanzaron a la revolución, pues observando la lista de las ejecuciones de Monclova, Chihuahua y Durango, se viene en conocimiento de que no se perdonó ni a uno de los que tomaron parte en los sucesos del 16 de septiembre de 1810.
Fuente:
Villaseñor y Villaseñor, Alejandro. Biografías de Héroes y Caudillos de la Independencia. Editorial Jus, México, 1962. Edición electrónica de la Biblioteca Digital Bicentenario.
www.bicentenario.gob.mx