miércoles, 30 de septiembre de 2015

30 de Septiembre de 2015, Año de Morelos, en el CCL Aniversario de su Natalicio

   Creo que todos los que fuimos educados con las primeras ediciones del Libro de Texto Gratuito, que pertenecemos a las generaciones de 1955 a 1960, aprendimos la palabra Natalicio asociada a Benito Juárez por ser esa la palabra usada casi exclusivamente con su conmemoración, sin embargo natalicio es el día en se celebra igual tú nacimiento que el mío y que el de todo ser humano, que estemos habituados a relacionar las palabras con algo o con alguien, esa es otra cosa. El caso es que hoy estamos conmemorando los 250 del nacimiento de José María Morelos y Pavón, justo en este año 2015 que fue declarado como El Año de Morelos.

  Son muchos los monumentos que a él se le han levantado, especialmente en la zona en la que insurreccionó: Michoacán, Guerrero, Morelos, sur de Puebla y norte de Oaxaca, pero uno tiene características muy especiales, tanto que hay un poema que en honor del prócer, de su obra y de su monumento se le ha dedicado. Me llega justo el día de hoy, en el Aniversario CCL de su Natalicio, de parte de autor, el licenciado Gonzalo Ramos Aranda, por emotiva que es, me permito compartirla con todos los que siguen este espacio:

Vigilante de Janitzio

“El prócer Morelos murió sin recelos.”

Magnífico monumento,
te digo mi sentimiento,
cuarenta metros de altura,
de Morelos tu estatura.

Escultura colosal,
coloso sensacional,
toneladas de grandeza,
que dan fe de tu entereza.

Estatua e imagen,
estilo art decó,
mestizo tu origen
que el sol resecó.

Mil quinientos bloques,
el clima da estoques,
la cantera rosa
triunfa glamorosa.

Cuadrícula blanca,
de conciencia franca,
efigie que nos asombra,
el árbol no te hace sombra.

Que estructura original,
tus venas son de metal,
fibras de hormigón, de alambre,
tejidas como el estambre.

Desde Pátzcuaro te veo
y acercarme ya deseo,
el lago rinde homenaje
con lo bello de su oleaje.

Aposento hermosa Isla,
por ella siempre legisla,
Morelos, noble patricio,
vigilante de Janitzio.

Tu mirada altiva
apunta al oriente,
vista fugitiva
hacia el horizonte.

Saludas al cielo,
como rascacielo,
fuerte, cual granito,
puño al infinito.

Su hueco es un mirador
que nos acerca al Señor,
se domina así la cuenca
y al ave que ahí se acerca.

En cabeza, el paliacate,
del villano es acicate,
la túnica que te cubre
es la coraza del pobre.

La justicia que te honra
de la injusticia es deshonra,
fiel Siervo de la Nación,
te brindo mi corazón.

Espada de la victoria,
que empuñas con mano izquierda,
fue recta tu trayectoria,
que este país no se pierda.

No desenvaines el arma,
que brille, al filo de tu alma,
con valor y patriotismo,
la gloria de tu heroísmo.

En tu regazo las leyes,
también un bello rosario,
tú si fuiste rey de reyes,
Dios te hizo el escapulario.

Tu figura acampanada
me recuerda una alborada,
sonidos de libertad
de un pueblo mayor de edad.

La base piramidal
nos transporta a algo ancestral,
esa hermandad de los hombres,
dignos, como tú . . . enormes.

¿Recuerdas Valladolid?,
fue tu cuna de adalid,
haber nacido en Morelia,
diciendo no a la miseria.

¡Hay “Niño” de las entrañas,
dispara balas de salva!,
Michoacán: ¿la paz extrañas?,
que aparezca pronto el alba.

Escaleras de espiral,
la vida del insurgente,
fue venciendo al cruel rival,
postrarse ante tal valiente.

Murales en tu intestino,
proyectan triunfal destino,
no repitamos la guerra,
sembremos con bien la tierra.

Libro abierto, Carta Magna,
¡mi México se desangra!,
Cura Morelos, bendito,
venid, que te necesito.

A esta Plaza, a su atrio,
hacen falta tus principios,
¡ondea lábaro patrio!,
olvidemos los prejuicios.

Retomemos sin temor
“Sentimientos de Nación”,
hagámoslo con valor
y con mucha devoción.

Si la violencia no ceja,
si la impunidad escala,
poner fin al vil Calleja,
la maldad así se acaba.

En espalda ventanales,
cinco en espina dorsal,
tú sí entraste a los anales
de la historia universal.

Cañones de artillería,
llamados León y Leona,
muy prestos, con gallardía,
hacen guardia en tu casona.

A propios y extraños:
no causar más daños,
dentro del recinto,
¡respeto al extinto!

Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Isla de Janitzio, Michoacán, 18 de abril del 2011.
Registro INDAUTOR No. 03-2011-041513462700-01


viernes, 25 de septiembre de 2015

A 205 años de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas.

  Se cumplirán 205 años de la Toma de Granaditas, considerada el primer triunfo del incipiente Ejército Insurgente, se ha dicho que fue una toma gloriosa, que fue ese el verdadero inicio de la Guerra de Independencia. Habían pasado apenas 12 días de la proclamación en eso que ahora llamamos "Grito de la Independencia", ocurrido a las 6 de la mañana, es decir, "la hora prima" del domingo 16 de Septiembre de 1810 pero, por azares y avatares de la vida nacional, desde hace mucho lo celebramos un día antes, el 15 de Septiembre.

  Así como se distorsionó, por un día (si se quiere una horas), del 16 al 15 de Septiembre, igual se ha distorsionado la idea de que fue una victoria lo acontecido en Granaditas el día 28 del mismo mes. En Guanajuato el lunes próximo será día de fiesta, habrá desfile y varias ceremonias y en todos los libros de texto se seguirá diciendo que fue un hecho glorioso... seguimos distorsionando la historia pues lo ocurrido en Granaditas fue casi, casi lo mismo, solo que en Granaditas corrió la sangre, a lo que actualmente sucede en México en el caso de los desaparecidos en el estado de Guerrero: la gente no le cree al gobierno.

  Hace 205 años el Ejército Insurgente estaba en la villa de Salamanca, un día como hoy, 25 de Septiembre, saldría luego a Irapuato y de allí a Burras. Algunos que seguían a Hidalgo lo hacían por el real o medio real que les daría por cada día de trabajo en la guerra, otros lo que veían era la oportunidad de manifestar sus sentimientos en contra de los españoles, en pocas palabras, era la oportunidad de manifestarse en contra del gobierno, solo que aquí sí corrió la sangre. Pero no solo eso, sino que hubo saqueo, robo, amén de insultos y agresiones físicas en contra de ellos, los españoles que venían capturados de por donde pasaba el movimiento de insurrección. Desde Burras, el mismo 28, por la mañana, Miguel Hidalgo le advierte a su conocido (no sé si eran amigos) Juan Antonio Riaño, lo siguiente:

  “[...] yo no veo a los europeos como enemigos, sino solamente como un obstáculo que embaraza el buen éxito de nuestra empresa. Vuestra Señoría se servirá manifestar estas ideas a los europeos que se han reunido en esa Alhóndiga, para que resuelvan si se declaran por enemigos o convienen en quedar en calidad de prisioneros recibiendo un trato humano y benigno, como lo están experimentando los que traemos en nuestra compañía, hasta que se consiga la insinuada libertad e independencia, en cuyo caso entrarán en la clase de ciudadanos, quedando con derecho a que se les restituyan los bienes de que por ahora, para las exigencias de la nación, nos serviremos.

  Si, por el contrario, no accedieren a esta solicitud, aplicaré todas las fuerzas y ardides para destruirlos, sin que les quede esperanza de cuartel”.

  En Burras, Hidalgo preparaba la entrada a Guanajuato, no estaba solo, no me refiero a la presencia de los otros caudillos que iniciaron la insurrección, tampoco me refiero a los miles de indios, labradores en su mayoría, que en las haciendas y ranchos del pueblo de Dolores, la villa de San Miguel el Grande, el pueblo de Chamacuero, la villa de Celaya, el rancho del Guaxe, el de Amoles, el de Sarabia, la villa de Salamanca, las haciendas de Temascatío, La Calera, Jaripitío y Burras se le habían unido, dicen que más de veinte mil. Con Hidalgo, o por ahí cerca, estaban los españoles detenidos en Celaya, Salamanca e Irapuato. Todos serían asesinados, muchos degollados, a casi todos, antes de matarlos los desnudaron, y los horrores que sucedieron allí distan mucho de ser un "hecho glorioso".

  En Guanajuato se darían otros enfrentamientos, uno de ellos en Noviembre, encabezado por Calleja, Allende andaba por ahí, mientras que, Hidalgo estaba en Valladolid, en donde el degüello de españoles fue numeroso y al poco saldría rumbo a Guadalajara en donde lo nombrarían "Su Alteza Serenísima". Un año luego, las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, penderían de cada una de las esquinas de la Alhóndiga.

  Hay por allí un libro que si bien es una novela, relata con escenas próximas a la realidad lo sucedido en la Alhóndiga, cuando, palabras más, palabras menos "corría sangre por la calle que baja al templo de Belén..." La novela se llama El ángel sin cabeza, es de Viki Baum, algo de ella puedes ver aquí.

   “Se derramó por toda la ciudad la confusión y el horror; se devoró por el más atroz saqueo, que jamás se habrá visto entre los más desalmados enemigos; casas, tiendas y los más ocultos lugares fueron destrozados, dilapidados y robados por los insurgentes y plebe amotinada, y las haciendas de platas con sus riquezas y utensilios Muladas y aperos, fueron igualmente el más apreciable pábulo de su insaciable latrocinio. Troya abrasada y saqueada por los griegos, no presentaría más funesto espectáculo que el que daba la vista de Guanajuato la noche del día 28 de septiembre. En las calles, plazas y casas, no se oían más que llantos y alaridos dolorosos por la pérdida de los padres, de los hijos, del os hermanos, de los parientes y amigos que habían perecido y muerto en granaditas. Familias enteras que en aquel día habían amanecido bajo el amparo y asilo de sus padres y maridos y en la mayor opulencia y abundancia, yacían en aquella noche en una deplorable orfandad, viudez miseria y necesidad. Espantosa metamorfosis que hijos ha hecho ver a las claras la caducidad de las cosas humanas.”. (2)



Fuente:

1.- Hernández y Dávalos, J.E. Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821. Tomo II, Comisión para los festejos del 175 aniversario del inicio de la Independencia. México, 1985. pp. 116 y 117

2.- Pública vindicación del ilustre ayuntamiento de Santa Fe de Guanajuato justificando su conducta moral y política en la entrada y crímenes que cometieron en aquella ciudad  las huestes insurgentes agavilladas por sus corifeos Miguel Hidalgo, Ignacio Allende. Boletín del Archivo General del Estado. No. 16. Guanajuato, Julio-octubre 1998, p.21

martes, 22 de septiembre de 2015

Felipe Benicio Montero, capitán del Ejército del Señor Morelos y testigo ocular del Sitio de Cuautla

   Decía mi abuela: "los viajes ilustran" y ya lo creo que sí, pues de no haber visitado Cuautla difícilmente me hubiera enterado de un personaje que se vuelve crucial en esta población y en el capítulo que conocemos como El Sitio de Cuautla, catalogado como el episodio más importante de todos los 11 años que duró la guerra de Independencia. El personaje, amén de su participación activa en el enfrentamiento de insurgentes con realistas, tiene la característica de al ser testigo de los hechos, los relata y nos deja un manuscrito en el que da cuenta de lo ocurrido en los casi dos meses que duró la población en estado de sitio. 

   Se trata de Felipe Benicio Montero, capitán del Ejército del Señor Morelos y testigo ocular del Sitio. "Por lo que hace a Felipe Benicio Montero sabemos, por Ramón Mena, que "se filió en las fuerzas insurgentes poco antes del sitio de Cuautla; combatió en todo él prestando servicios que le valieron el grado de capitán, conferido por el gran Morelos". Nos entera también que murió en su ciudad natal, o sea Cuautla, a los 75 años de edad, en 1853". [ 1 ]

   En 1829, diecisiete años después del Sitio, Ramón Mena hace una primera versión paleográfica del documento, se publica; para 2012, en el Bicentenario del evento, se hace una revisión del documento y se vuelve a publicar, incluso digitalizado con el afán de preservar la memoria de lo acontecido.

   "El manuscrito tiene 94 fojas, principia con la número 5, faltándole las 4 primeras y la carátula, al final faltan fojas, sin que se puedan precisar el número. En algunas se notan huellas de fuego; en efecto, el manuscrito, con otros muchos del mismo autor, era conservado en el Archivo Municipal de Cuautla, que fue dado al fuego por los revolucionarios en la época de la intervención. Una piadosa mano, entre documentos sin importancia, salvó el manuscrito de referencia que de la sucesión de un señor Gómez, obtuvo don Lucio G. Montero, nieto del autor; [en ese] entonces el manuscrito estaba completo. Su autor lo facilitó a don Lucas Alamán cuando escribía su Historia; con posterioridad, don Lucio lo facilitó a don Ignacio M. Altamirano y a don Guillermo Prieto, respectivamente"

  "El autor fue hombre de excelente memoria y de gran probidad. Don Teodoro Montero, otro de sus nietos, que mucho se le parece por cierto, refiere que ya anciano don Felipe hablaba constantemente del Sitio, con prolijidad de detalles, interesantes algunos y desconocidos hoy. Don Felipe Benicio se filió en las fuerzas insurgentes poco antes del sitio de Cuautla, combatió en todo él prestando servicios que le valieron el grado de capitán, conferido por el gran Morelos. [Antonio López de] Santa Anna reconoció dicho grado, para lo cual tuvo don Felipe que enviar sus despachos, que fueron destruidos así como otros documentos de la secretaría particular de Santa Anna en 1854. Murió el redactor del Sitio de Cuautla en su ciudad natal a los 75 años de edad, en 1853.— Ramón Mena."

   Si te interesa leer todo el documento, entra aquí.


Fuente:

1.- Antonio Peñafiel, Ciudades coloniales y capitales de la República Mexicana. Estado de Morelos, México, Secretaría de Fomento, 1909, p. 125. Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 173.

domingo, 20 de septiembre de 2015

El movimiento de Independencia en Chihuahua, 1811-1814

   Siempre he pensado que para bien, o para mal, México tiene una enorme riqueza histórica, amen de un enrome territorio. Digo que para bien porque sea en sitios por recorrer, que libros que nos relaten la historia de esos sitios son tantos, que difícilmente nos alcanzará la vida para leerlos todos y visitar el territorio nacional. Para mal, porque siendo tan grande nuestro país, de pronto caemos en el regionalismo que nos impide conocer más allá de nuestro entorno.

  En lo que fue la guerra de Independencia, de pronto pensamos que el movimiento prosperó en el centro del país y olvidamos que lugares lejanos de la capital del Virreinato, donde se concentraba el poder, fueron ajenos a él, pero no fue así, como ejemplo tenemos lo ocurrido en Chihuahua, sitio en el que, bien lo sabemos, fueron presos y ajusticiados los iniciadores del movimiento insurgente, pero las cosas no terminaron allí pues hasta allá, a las lejanas Provincias Internas en la "Tierradentro", es decir, en el norte, hubo repercusión del movimiento iniciado por José María Morelos, para saber un poco más al respecto, me apoyo en el texto de Luis Aboites.

  "Las provincias del septentrión novohispano no mostraron gran simpatía por la lucha del cura Hidalgo iniciada en septiembre de 1810. En Chihuahua hubo pequeños brotes de apoyo al movimiento insurgente, pero fueron más evidentes y elocuentes las muestras de respaldo a la Corona española. Los vecinos principales aportaron sumas considerables para ayudar a reprimir a los rebeldes. Los mineros y comerciantes accedieron a cooperar con el gobierno español: entre todos reunieron 430 000 pesos. Don Ángel Bustamante, rico vecino de Batopilas, donó 100 000 pesos de plata en barras y además prestó, sin cobrar intereses, otros 150 000. Hay pruebas de que diversos sectores populares también apoyaron los esfuerzos contrainsurgentes, pues se organizaron varios batallones de voluntarios. Entre estas fuerzas destaca la de 500 flecheros tarahumaras, reclutados por el padre José Francisco Álvarez en la zona de Valle del Rosario. Esta tropa, junto con soldados provenientes de las compañías volantes y de voluntarios de Cusihuiriachic, Parral y Valle de Olivos, quedó bajo el mando del teniente coronel José Manuel de Ochoa y fue enviada a combatir en Durango, Zacatecas y Guadalajara. Los "Patriotas de Fernando VII", fuerzas integradas por voluntarios para cuidar el orden en sus respectivos lugares, se formaron en Paso del Norte, San Francisco de Conchos, San Gerónimo, San Pablo y Carrizal.

  Cabe señalar, sin embargo, que algunos intentaron secundar el movimiento insurgente. El regidor del ayuntamiento de Chihuahua, Salvador Porras, fue acusado de apoyar a los rebeldes, y aunque la acusación no se le comprobó del todo, fue degradado y multado con 300 pesos. En 1812 hubo otro brote insurgente, en esta ocasión en Basúchil, en el Papigochic, encabezado por Rafael Mingura, quien fue aprehendido junto con otros cuatro involucrados. Fueron sentenciados a varios años de reclusión en la Casa del Obraje. El intento más importante fue, sin embargo, la conspiración de José Félix Trespalacios, Pablo Caballero y Gaspar de Ochoa, en noviembre de 1814. En este caso el objetivo era apoyar la lucha de José María Morelos y Pavón, así como lograr el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, expedida en marzo de 1812. Trespalacios, militar y síndico del ayuntamiento de Chihuahua en 1812, fue aprehendido gracias a una denuncia. El mariscal Bonavía, comandante de las Provincias Internas, agradeció la colaboración del ayuntamiento y de los vecinos de Chihuahua. Trespalacios fue sentenciado a 10 años de presidio ultramarino y destierro perpetuo de las Provincias Internas.

   Por todo lo anterior, no sorprende que los militares españoles hayan decidido llevar a Hidalgo y a los demás jefes a Chihuahua para juzgarlos y ejecutarlos en el verano de 1811. Sabían que allí la lucha insurgente no contaba con el apoyo popular que era patente en otras partes del virreinato. Este es sin duda un problema historiográfico que hay que aclarar.

  Salvo en Texas y Coahuila, en donde sí se trabaron fuertes combates de los que resultaron graves daños a algunos poblados y haciendas, en el septentrión novohispano la independencia se padeció más bien por la suspensión del comercio con el centro del país. Las minas fueron muy sensibles al estado de guerra y a la consecuente interrupción de las comunicaciones. Santa Eulalia, Cusihuiriachic y Parral redujeron sus actividades conforme escaseaban la pólvora y otros bienes. Algunas minas se abandonaron y en consecuencia se inundaron, tal como lo señalaba José Agustín de Escudero en sus Noticias estadísticas. En 1811 tres mineros españoles de Cusihuiriachic decidieron viajar hasta el puerto de Veracruz para adquirir directamente los artículos que requerían sus minas. El vómito los sorprendió allá y los mató, lo que trajo consigo la pérdida de fortunas y suspensión de labores en ese mineral.

  Las dificultades de transporte y de comercio trajeron algunas ventajas. Como resultado del aislamiento virtual en que quedó la provincia varios productos comenzaron a fabricarse en Chihuahua. Ante el alza de precios en los productos de algodón, los telares del obraje de la villa de Chihuahua se incrementaron, empezaron a elaborarse diversos artefactos de cobre con materia prima proveniente de las minas de Santa Rita del Cobre; se instaló también un taller de reparación de armas de fuego y comenzaron a fabricarse lanzas y adargas; se abrieron establecimientos para fabricar cigarros, sombreros de castor y vaciado de fierro. Junto con las de Sombrerete y Durango, en 1811 comenzó a funcionar la Casa de Moneda de Chihuahua, que acuñaría unos cuatro millones de pesos de monedas de plata y tlacos de cobre entre el año de su fundación y 1814. (1)

Fuente:

1.- Aboites, Luis. Breve historia de Chihuahua, Fondo de Cultura Económica. México, 1996

viernes, 18 de septiembre de 2015

Más de mujeres participando en la Guerra de Independencia

   Hace cinco años, cuando festejamos el Bicentenario, un tema recurrente en todos los investigadores de la historia nacional que estudiaron la guerra de Independencia fue la presencia de mujeres durante el conflicto. Mujeres que participaron activamente en el movimiento, si bien no en las filas, sin en actividades indispensables para auxiliar a aquellos que sí lo estaban. En este blog logramos contabilizar casi mil de ellas, si bien no todas con nombre, algunas con apodo, y la mayoría dentro de un conjunto, como, por ejemplo “las mujeres de Pénjamo”, o “las mujeres de Miahuatlán”, otras más como “la mujer de…” es decir, la esposa de un hombre del que sí tenemos su nombre, como quiera, como la mujer de la anotamos en la lista, lista que pensé estaba ya concluida pero no es así, pues ahora que estamos estudiando la participación del Generalísimo Morelos, aparecen otras damas que, de un modo o de otro, participaron en el movimiento insurgente. Agregamos así a una más, siempre con el problema de encontrar imágenes que vayan acorde con el tema:

 Almonte, Brígida.- Mujer nacida, se cree, en Nocupétaro, Michoacán, de la que se enamoró José María Morelos, con quien tuvo un hijo, Juan Nepomuceno, que murió en el parto. Si bien ella no participó activamente en el movimiento, la incluimos, como incluimos a la madre de Hidalgo y a la madre de Morelos por haber sido ella la madre del comandante del grupo de niños llamados Los Emulantes, activos en el llamado Sitio de Cuautla.

 Armendáriz, María Gertrudis. Natural de Silao, casada con Manuel Hidalgo y Costilla, por tanto, cuñada de don Miguel Hidalgo, tuvo cuatro hijos: Ana María, Juana Nepomucena, Rosalía y Agustín. El 4 de junio de 1809 muere Manuel, la viuda, al año siguiente padece, al igual que toda la familia, la persecución por parte de la autoridad virreinal, fue detenida y puesta presa, junto con sus hijos en la Acordad, sus bienes les fueron confiscados y quedó en la miseria. Trabajaba en la costura a fin de mantener a sus hijos, apoyaba en lo que su escaso ingreso le permitía con la causa insurgente, adquiriendo algunas armas que remitía. Murió en prisión, el 16 de noviembre de 1815, sus hijos fueron puestos en libertad y enviados a Corralejo con su tío José María.  

  La esposa de Francisco Ayala. De ella no conocemos su nombre y se le menciona dentro de la biografía que Alejandro Villaseñor hace de él: “Este insurgente pertenece al número de los muy poco conocidos, y á reparar en parte tal injusticia, van encaminadas estas pocas líneas.

  No se tienen pormenores acerca de sus primeros años; y únicamente se sabe que era acomodado, que gozaba fama de hombre de bien y era bastante considerado de las autoridades por haber desempeñado el puesto de Capitán del Tribunal de Acordada. Y en ese empleo, con pocos hombres había purgado el valle de Cuautla de ladrones y bandidos, mostrando siempre un valor que rayaba en temerario.

  Al estallar la guerra de Independencia, Ayala vivía retirado con su familia en la hacienda de Mapaxtlán, que era propiedad suya; simpatizó con la revolución, pero no tomó parte en ella, detenido indudablemente por el cariño que profesaba á su familia. El Comandante realista de aquel departamento, Don Joaquín Garcilazo, lo quiso obligar repetidas veces á que con sus dependientes se alistara en las filas de las tropas reales, y Ayala asistió constantemente bajo diversos pretextos, con lo cual se hizo sospechoso á las autoridades, que en todo criollo veían á un enemigo. Por aquellos días el Comandante realista Moreno derrotó y dió muerte en la hacienda de Jalmolonga, al guerrillero J. Toledano, encontrándose sobre el cadáver del Insurgente unas cartas del jefe independiente Don Ignacio Ayala, encargado del mando del Veladero por Morelos. Sin atender á la diferencia de nombres y lugares, guiado únicamente por las sospechas infundadas que abrigaba, Moreno dispuso apoderarse de la persona de Don Francisco Ayala, reuniendo al intento una partida de soldados, con los cuales llegó á Mapaxtlán el 16 de Mayo de 1811, á las 2 de la tarde, y quedándose con la fuerza á corta distancia, mandó á dos españoles para que se informaran en dónde estaba el que iba á aprehender.

  Ayala comía tranquilamente con su familia, muy ajeno á lo que le iba á pasar; al acercarse los dos exploradores á la puerta, les instó para que entraran; los espías rehusaron y dieron la señal convenida con Moreno para avisar la presencia de Ayala. Avanzó entonces el jefe realista mandando á su gente que hiciese fuego sobre la casa; las balas atravesaban fácilmente las débiles paredes, y una de ellas hirió mortalmente á la esposa de Ayala. Este, viéndose acometido, y mirando correr la sangre de su compañera, tomó sus pistolas y con ellas se dirigió á la puerta; de un tiro dejó muerto á sus pies á uno de los españoles, llamado Piñaga; el otro huyó, y quedando franca la puerta, pudo montar Ayala en su caballo, y con la espada en la mano, abrióse paso por entre sus aterrorizados enemigos, que no se atrevieron á seguirlo, conocedores, como eran, de su gran valor. Los realistas volvieron después y dieron fuego á la choza en que yacía la mujer moribunda con un niño de corta edad en los brazos. Ayala rondó por las inmediaciones de Mapaxtlán hasta informarse en aquella noche de que su esposa y su hijo habían sido salvados por un criado y se ocultaban en una barranca Con esta noticia, no quiso alejarse mucho de aquellos lugares, y se ocultó en el pueblo de Nenecuilco; pero se hizo público su escondite por habérsele reunido doce de sus rancheros, que mucho le querían, y sus dos hijos. Moreno, sabedor de la presencia de Ayala en aquel pueblo, reunió de nuevo su fuerza y marchó resuelto á apoderarse de él. Al llegar á Nenecuilco Ayala y los suyos se habían posesionado de una vivienda contigua a la iglesia y de las bóvedas de la misma iglesia, dejando amarrados los caballos en los árboles del cementerio, y desde allí hacían un fuego certero, aunque lento, contra los que se acercaban, economizando cuidadosamente las municiones. Así se defendieron largo tiempo, hasta que acosados por el hambre y con pocos cartuchos que quemar, Ayala y los que le acompañaban bajaron resueltamente al atrio, tomaron sus caballos y acuchillaron á los más atrevidos que atrás se quedaron al emprender la fuga Moreno con su partida. Ayala se dirigió á Huichilá, cerca de Tenextepango, siempre con el ánimo de saber de su esposa y de su hijo: informáronle qué aquélla había muerto en Cuautla después de tres días de padecimientos, y que el niño había sido recogido por una persona de confianza. Tantos males gratuitos no podían quedar sin ser vengados. Ayala se dirigió á Chilapa, en donde estaba Morelos, á quien se presentó, é hizo la relación de sus desgracias. El caudillo insurgente escuchó á Ayala con bondad, le nombró Coronel y le comisionó para reclutar tropas. En efecto, reunió un pequeño escuadrón y siguió desde entonces á Morelos, portándose en todos los encuentros más bien como soldado que como oficial, dando muestras á cada paso de un valor brusco y temerario, que indicaba cuando menos el absoluto desprecio con que veía la vida.

  Concurrió al sitio de Cuautla, donde estuvo á las órdenes de Galeana; salió al frente de los que le rompieron, y en Chiautla dé la Sal fué de los primeros en incorporarse, como punto señalado para la reunión. Después de la salida de Chiautla mandóle Morelos á hacer una correría por diversos pueblos del valle de Cuernavaca: en su marcha se vió atacado de unas calenturas que le obligaron á detenerse en la hacienda de Tenequilpam, cerca de San Gabriel. Varios días permaneció postrado por la enfermedad, hasta que de improviso le avisaron que los realistas se acercaban. Esto ocurrió en Junio de 1812. Armijo, con 150 lanceros y la Compañía de Cuautla. Fue quien se presentó sobre la casa de Ayala. Tenía éste á la sazón muy pocos compañeros, y aunque cogidos por sorpresa, rechazó, con treinta hombres, á los asaltantes, y se mantuvo firme en su posición casi todo el día: sus dos hijos habían muerto, algunos de sus compañeros estaban tuera de combate, y sin embargo. Ayala, continuó resistiendo, sin cejar un punto. 

  No pudiendo los realistas penetrar en la casa, le prendieron fuego; Ayala tuvo que retirase delante de las llamas hasta quedar reducido á un pequeño espacio, en donde, por el incendio y por las balas, perecieron aún otros de sus compañeros. Acobardado el resto, huyó como pudo, y Ayala continuo combatiendo, sólo, hasta que consumido el último grano de pólvora, le hicieron prisionero. Armijo marchó para el pueblo de San Juan, y á la entrada de Yautepec mandó fusilar á Ayala, y colgar su cadáver y los de sus hijos en los árboles del camino.

  Así terminó la breve pero gloriosa carrera de Ayala, que en aras de la patria derramó su sangre y la de sus hijos. Como hemos dicho, era hombre de valor á toda prueba, honrado, sumiso á sus jefes, querido de sus soldados, sabiendo comunicarles el valor que le animaba. Ayala habría sido un famoso guerrillero, pero le faltó la sangre fría, que nunca debe perder un jefe, y exponía su vida hasta perderla, como sucedió, lo que motivó que su historia de insurgente fuese tan corta. (2)

 Soravilla de Romero, María Dolores.- La madre del padre Juan de Dios Romero fue también una señora muy patriota, y por haber facilitado importantes recursos á los insurgentes, estuvo detenida en poder de los realistas más de ocho meses, en Valladolid. Por tanto, el nombre de la señora Soravilla no debe ser olvidado, y es muy justo que figure entre los nombres de las más distinguidas heroínas que aparecen en la historia de nuestra Independencia. (3)

 Garcia de Trespalacios, Ana María.- Esposa del Coronel Insurgente José Félix Trespalacios, quien operaba en Chihuahua. Sin estudios de abogacía, salvó a su marido de ser sentenciado a muerte por parte de las autoridades virreinales (4).  El intento más importante fue, sin embargo, la conspiración de José Félix Trespalacios, Pablo Caballero y Gaspar de Ochoa, en noviembre de 1814. En este caso el objetivo era apoyar la lucha de José María Morelos y Pavón, así como lograr el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, expedida en marzo de 1812. Trespalacios, militar y síndico del ayuntamiento de Chihuahua en 1812, fue aprehendido gracias a una denuncia. El mariscal Bonavía, comandante de las Provincias Internas, agradeció la colaboración del ayuntamiento y de los vecinos de Chihuahua. Trespalacios fue sentenciado a 10 años de presidio ultramarino y destierro perpetuo de las Provincias Internas. (5)

Fuente:

1.- De la Fuente, José María. Hidalgo íntimo. pp 116-117

2.- Villaseñor y Villaseñor, Alejandro. Biografías de héroes y caudillos de la independencia. Tomo II. Biblioteca de Autores Mexicanos, No. 76. Imp. V. Agueros Editor. México, 1910. pp. 135-140

3.- Villaseñor, Op. Cit. Pp. 161-166

4.- Reyes Gutiérrez, Dulce. Más heroínas de la Independencia de México, Agencia Mexicana de Noticias. Artículo.

5.- Aboites, Luis. Breve historia de Chihuahua, FCE. México, 1996 (Edición electrónica, sin paginación.)

viernes, 11 de septiembre de 2015

Dos monumentos a mujeres en la Independencia en Michoacán

   Seguimos sorprendiéndonos con lo que vamos encontrando, pensé el tema estaría agotado pero no es así, llego, casi que por casualidad al álbum fotográfico de un paisano que en su visita a Nocupétaro y ese reencuentro con sus raíces, nos va deleitando con una serie de gráficas de la vida cotidiana del lugar y, de pronto, aparece una que es por demás singular: el monumento que a primera vista se antoja ser un homenaje a la madre, como en tantos pueblos de México hay, pero no es así, se trata de una mujer muy especial y de un niño, su hijo, que ocupa varias páginas en la historia nacional. Se trata del monumento a Brígida Almonte, y el pequeño que va de su mano es, ni más ni menos que Juan Nepomuceno Almonte, héroe y villano a la vez.

  Brígida Almonte fue la esposa de José María y Morelos, esposa no consignada en libros parroquiales por evidentes razones, tampoco pasó como una barragana, y que Morelos mantuvo en el recuerdo pues, a pesar de que murió durante el parto, él la siguió anotando como viva en los padrones de la feligresía de Nocupétaro en el curato de Carácuaro.

   El otro monumento está en Erongarícuaro, se trata de la heroína local, María Luisa Martínez, de ella, más abajo podrás leer algo de su historia.





jueves, 10 de septiembre de 2015

Placas de la Ruta de Hidalgo por Chihuahua

   Ni son todas las que están, ni están todas las que son. Eso lo aclaro desde ya, se trata de algunas placas cuyas fotografías me han hecho llegar lectores de este espacio electrónico por allá en el Estado Grande, Chihuahua. Si alguien más quiere colaborar con este tipo de imágenes, me las pueden hacer llegar al correo: oficina.utt@hotmail.com  desde ya, gracias.










miércoles, 9 de septiembre de 2015

La Campana de Nuestra Señora de los Dolores de Cuautla.

   2015 fue declarado el Año de Morelos, esto para recordar el Bicentenario de su sacrificio. Por motivos varios justo en estos meses he tenido la oportunidad de visitar sitios emblemáticos en la vida del Caudillo, de todos he dado cuenta: Morelia, Ecatepec, Carácuaro, ahora andamos por el rumbo de Cuautla, llego al lugar por la terminal de autobuses que está justo a espaldas de la Parroquia de Santiago Apóstol, santo patrono de la localidad, frente a ella, como es tradición se localiza la Presidencia Municipal, al lado derecho hay una casa, actual museo, se dice que allí estuvo hospedado el Generalísimo durante el episodio que conocemos como Sitio de Cuautla.

   Es común ver en todas las casas municipales de la República que exista una campana, esto no es precisamente una regla. Lo es en el caso de las sedes del Gobierno Estatal pues como parte del programa de festejos del Sesquicentenario, cada capital de Estado recibió una réplica de la emblemática Campana de Dolores. Algunas Presidencias Municipales las han colocado pues se vuelven la parte central de la Noche del Grito, ceremonia que se convirtió en una de las fiestas cívicas más importantes del país.

   Pero en el caso de Cuautla, la cosa cambia un poco y toma tintes interesantes que vuelven única esta característica, ya que la campana que allí se guarda ni es réplica, ni fue mandada hacer para la ceremonia del Grito, sucede que es la única campana que sobrevivió luego en Cuautla luego del Sitio y fue colocada allí, como símbolo de libertad y más aun, para recordar la gesta heroica. No es una campana más, se trata de la Campana de Nuestra Señora de los Dolores, colocada en 1784 en el templo de la Gaulupita.