Estamos por concluir un año más, el 2012 que también podemos catalogar como año del Bicentenario pues hechos de importancia se dieron hace dos siglos relacionados a la Independencia; seguiremos en el 2013 recordando otros más, nuestro Bicentenario será una larga década más uno en que nos harán reflexionar, averiguar, investigar y aclarar más sobre lo acontecido durante el movimiento de insurrección de México. Volveremos a ver los monumentos levantados al Padre de la Patria, algunos nuevos, otros remozados y unos más... en su continuo movimiento, lo cual nos dice o, al menos así lo interpreto, lo inagotable que es, aun en el recuerdo, aun en el bronce o en el yeso, la imagen del cura de Dolores, del que fuera Alteza Serenísima y tantos títulos más que se le cargaron, de los buenos, como de los malos.
Esto que ahora te cuento o, en todo caso, transcribo para que se conozca un poco más, lo encontré recientemente en la Biblioteca Municipal de Teocaltiche, en los Altos de Jalisco. Es el relato de una estatua más, de don Miguel Hidalgo, que tiende a moverse. Esta vez brinca, por así decirlo, de la ciudad de Guanajuato, seré más específico aun, de la Alhóndiga de Granaditas, a Pénjamo, haciendo a la inversa el penoso recorrido que
las Mujeres de Pénjamo realizaran luego de ser aprehendidas por Agustín de Iturbide. Pero esa estatua era la réplica de una pequeña estatuilla, veamos:
"Algunos estudiosos observaron y no lo han desmentido, existir sólo un retrato de Hidalgo tomado del modelo vivo: la minúscula escultura en madera o pasta ejecutada por el imaginero queretano don Clemente Terrazas a raíz de la batalla en el Monte de las Cruces.
Esta pequeña estatua -que mide unos veinte centímetros de alto- sufrió el siglo pasado (se refiere al XIX) larga odisea que relató circunstancialmente en 1893, el ágil periodista e historiador don Ángel Pola, muerto apenas en 1948; pocas personas conocen el interesantísimo artículo periodístico aunque fue reproducido más tarde; a deferencia de la señorita Amparo, hija de nuestro viejo amigo, debemos la oportunidad de sintetizar a continuación las noticias entonces publicadas.
"El año de 1810 vivía en México un sacerdote simpatizador entusiasta de la Independencia, el Br. José María Sustaeta, en cuyo domicilio de Venero 15 -hoy 4ª calle de Mesones- se reunía un grupo de partidarios de la Insurgencia, artistas y artesanos, cuyos nombres debemos de conservar: los escultores Pedro y Bartolomé Patiño Ixtolinque y Clemente Terrazas; el pintor Pedro Ocampo; y los carpinteros José María Guzmán y Benito Calderón, padre el último del futuro canónigo de la colegiata de Guadalupe, don José Eulalio Calderón, conservador de la tradición y autor parcial de este relato. Al acercarse Hidalgo y sus huestes a la metrópoli finando Octubre de 1810, la conmoción fue inmensa, y habiéndose frustrado la entrada, el grupo de liberales, que grandemente deseaba conocer al caudillo, tomó la decisión de ir a retratarlo, proporcionando el P. Sasueta los elementos necesarios; así salió Terrazas en su busca y lo siguió hasta Acámbaro, donde terminó la cabeza de la futura estatuita, cuya obra continuó al regresar, en su taller de la calle de Tiburcio -hoy segundo tramo de la avenida Uruguay-, cercana al domicilio del mecenas Sustaeta, quien la dirigió y a él se deben la actitud , la vestimenta y otras características bizarras de ella.
La noticia llegó al gobierno virreinal y mandó catear las casas de los artistas. Terrazas hizo principalmente una caricatura de Hidalgo con un lazo al cuello como sugiriendo que merecía la horca, lo cual tranquilizó a los alguaciles cuando la encontraron; mientras, la imagen verdadera, dentro de una caja bien embreada, quedó bajo el entarimado de una accesoria en San Crispín, arrabal de la Palma, por la Merced. Terrazas huyó a su tierra y no sabemos más de él.
"Pasaron los años hasta consumarse la Independencia, cuando el P. Sustaeta desenterró su tesoro y le mandó poner el pedestal que aun conserva, con esta leyenda en cuatro idiomas: latín, español, mexicano y tarasco: "Tributa, ¡oh América! a tu serenísimo Hidalgo, honras y lágrimas. Aquellas porque emprendió tu libertad, éstas por la muerte que padeció".
Colocado al minúsculo monumento sobre una ménsula en el domicilio del dueño en Venero, aquí recibía el homenaje de los patriotas. Informado el emperador Agustín de Iturbide quiso verlo y se lo llevaron, extraviándose a continuación, con gran pena para el P. Sustaeta, que no volvió a verlo. Años más tarde reapareció, y en la celebración de la Independencia, el 16 de Septiembre, era conducido solemnemente al altar cívico que para el caso levantaban en la glorieta principal de la Alameda Central a pocos pasos del monumento a Juárez que sustituye al pabellón morisco trasladado a la Alameda de Santa María; aquí se efectuaban las ceremonias patrióticas de 1897, cuando el infeliz dipsómano Arnulfo Arroyo perdió la vida porque le tiró el sombrero montado al presidente don Porfirio Díaz.
"No sabemos cómo llegó la estatuita, y cuándo, a poder del general Brito, quizá desde que se perdió en el Palacio Imperial. dice la relación de Pola, que en 1850 los herederos la tenían depositada en la Academia de San Carlos proponiéndola en venta. Que la adquirió entonces el Lic. Felipe Solís, director del Instituto Literario de Toluca, y tan pronto la vio don José Arratia la identificaría por su gran parecido a Hidalgo, a quien conoció plenamente Francisco Terrazas como obra de su finado padre.
En 1888, la histórica estatuita errante fue puesta en venta al Ayuntamiento de la Villa de Guadalupe Hidalgo, suburbio e México; nombrada una comisión asesorada por el escultor don Juan de Dios Fernández, que la había conocido cuando estuvo en San Carlos, dictaminó favorablemente, y fue adquirida mediante ciento cincuenta pesos en abonos. Dijo Fernández que los brazos y pierna derecha eran renovados, pero originales las facciones y correspondían a las de Hidalgo, según lo oyó decir muchas veces al antes citado canónigo don José Eulalio Calderón, que aun vivía y conoció al cura caudillo. Consta que en 1893 todavía se hallaba la escultura en el Ayuntamiento de la Villa; su odisea terminó en 1896, desde cuando figura en el Museo Nacional, ahora en Chapultepec". (1)
Es así como don Jesús Amaya Topete nos relata la historia que el periodista Pola escribió para Excélsior a finales del siglo XIX sobre la que se dice ser la primera escultura que se hizo de Miguel Hidalgo. En ella podemos ver como sucede esa cosa tan característica en un buen número de los monumentos que de él se han levantado: la movilidad. Sabemos que -lo acabamos de leer- esa pequeña estatua se encuentra a buen resguardo en el Museo del Castillo de Chapultepec. De ella se hizo una copia a tamaño natural que corrió con la misma suerte:
En esta fotografía de finales del siglo XIX, quizá de los primeros años del XX, vemos la Plaza de Pénjamo, al fondo alcanzamos a notar la Parroquia de San Francisco, del lado izquierdo se ven los portales y del lado derecho la base de la columna que, en aquel entonces, se les solía nombrar como "Pirámides", no tengo el dato de lo que conmemoraba. En ese punto donde se ubicaba sucedió lo mismo que en algunos otros pueblos y villas de Guanajuato, fue derribada para colocar allí el Kiosco que adornaría el Jardín Principal, que en el caso de Pénjamo se denominaba Plaza Hidalgo.
En 1953 se reunieron en Pénjamo algunos personajes de la política nacional. En la fotografía vemos que al centro aparece el sello de lo que se conmemoraba, un Homenaje a Hidalgo, evidentemente era por el Segundo Centenario de su natalicio, fue justo en el denominado y casi mítico "Año de Hidalgo"; en ella vemos al ex presidente Emilio Portes Gil, Ignacio Morones Prieto, Antonio Ortiz Mena, Carlos Lazo y a Luis I. Rodríguez. Como parte central del Homenaje, se develó el monumento que, estando durante varios años en el patio central de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, había sido trasladado a Pénjamo para ser colocado en la plaza frente a la Parroquia y en contra esquina del mercado que, también, fue construido como parte de los festejos del Centenario.
Una pequeña estatua de Hidalgo que luego de moverse de un lado al otro, ahora la vemos en Chapultepec y de ella, una réplica a tamaño natural que luego de estar en Granaditas se movió hasta su destino actual: la ciudad de Pénjamo en el estado de Guanajuato.
Fuente:
1.- Amaya Topete, Jesús. Hidalgo en Jalisco. Gobierno del Estado de Jalisco. Unidad Editorial. Guadalajara, 1985.