lunes, 28 de julio de 2014

Las exequias más solemnes del siglo XIX, las de Agustín de Iturbide.

    Si bien la idea de Cabezas de Águila es la Ruta de Hidalgo 1810-1811, no podemos dejar de nombrar a un personaje de la Independencia que, al inicio de la misma estaba de parte de los realistas y al finalizar la guerra se volvió el Consumador de la ansiada independencia y no solo eso, Agustín de Iturbide se proclamó Emperador. Imperio efímero pues no había cumplido un año cuando fue exiliado y, al volver a México fue fusilado. A todo esto agreguemos una mera curiosidad: la Consumación ocurrió el 27 de Septiembre de 1821, día en que Agustín de Iturbide cumplía justo 38 años pues él nació en Valladolid el 27 de Septiembre de 1783. ¿Casualidad que la entrada del Ejército Trigarante haya sido justo ese día o fue una satisfacción que el consumador se ofreció?

    Era 1823, estando en el exilio, Iturbide escribe su Manifiesto en el cual dice que todo lo que hizo fue siempre pensando por el bien de la nueva nación. El 19 de julio de 1824 fue fusilado en Padilla, actual estado de Tamaulipas, allí mismo fue enterrado. Luego, e 6 de agosto de 1838 se decretaría su exhumación y el traslado de sus restos a México. En 1970 fue construida una presa que inundaría a Padilla, el cementerio en donde fue fusilado y en donde fuera exhumado quedó bajo las aguas, de algún modo, el que en 1838 se hayan trasladado sus restos serviría para rescatarlos del olvido, el destino final de ellos sería la capilla de San Felpe de Jesús en la Catedral Metropolitana de la ciudad de México.

  "Conociendo sin miedo de errar en esta vez, el congreso actual decretó el 6 de agosto de ese año, que las cenizas de D. Agustín de Iturbide fuesen ecshumadas del cementerio de Padilla, trasladas á la Capital de la República para el 27 de Septiembre, Aniversario del día más puro, el más bello cuantos ha alumbrado el sol; de aquel día en que el ejército consumó una obra gigantesca, conducido por un genio, y era saludado en las calles de México con lágrimas de regocijo por un pueblo agradecido".

    "Los ministros de lo Interior y de la Guerra, D. José Joaquín Pesado y el general D. José Morán, comunicaron sus órdenes para el digno cumplimiento de decreto tan deseado. El ministro de lo Interior espidió un correo estarordinario a Ciudad-Victoria, y acompañó a las órden dada al gobernador de Tamaulipas, una instrucción del lugar y términos en que se debían encontrarse los restos del Sr. Iturbide para asegurarse de su identidad, de cómo y con qué solemnidades los debía ecshumar, a quien y con qué seguridades los debía entregar, &c. El Sr. gobernador pasó a Padilla en persona, acompañado de su secretario, todas las autoridades y de otras personas de Ciduad-Victoria, y citó a varios curas y jueces de los contornos para presenciar aquel acto, al que concurrieron además gentes de todas las poblaciones de aquel país. Al proceder a la ecshumación se encontraron esactas las señas dadas en la instrucción del ministerio,y el interior del sepulcro y los restos en los términos que allí se describían.

   "Por el ministerio de la Guerra se dio órden al comandante general de San Luis Potosí que hiciese marchar de aquel punto hasta Padilla una partida de tropa para que recibiese, escoltase y condujese bajo su responsabilidad los restos del Sr. Iturbide, hasta entregarlos en México, y al mismo tiempo se autorizó al gobernador de Tamaulipas  para que en caso de que esta partida no llegase a tiempo , pidiese otra de la guarnición más inmediata. El día 22 de agosto, a presencia del gobernador del departamento, de las demás autoridades civiles y eclesiásticas, y de un numeroso concurso, se hizo la ecshumación, y hasta los habitantes de aquel pueblo, que tuvo la desgracia de ser el teatro del horrendo sacrificio, honraron la memoria de su libertador, dice el parte, con manifestaciones públicas de aprecio y veneración

    "Al estraerse los restos de la fosa, se hizo un inventario formal de ellos; se encerraron en una urna de madera forrada de terciopelo negro, con galones y franjas de oro y con la lleve de esta se entregó al oficial D. Arcadio Cantón, que con una partida había venido a Padilla de la sección del ejército del Norte en Soto la Marina, llamado por el gobernador para que los condujese hasta donde encontrara al oficial enviado de San Luis con el mismo objeto, y que no había llegado ese día. Se pasó la caja a la Iglesia Parroquial, donde con asistencia de las autoridades de la Capital y de la Villa se cantó un solemne responso. Concluido este acto se pasó al alojamiento del gobernador donde quedó custodiado por una guardia de la tropa de Yucatán. De todos estos hechos se levantó una acta autorizada, de que se remitió copia auténtica al gobierno supremo.

    "El día 23 salieron los restos de Padilla, comenzando su viage a México, a cuyo fin se dispusieron unas andas y una mula con gualdrapas negras. En Ciudad-Victoria se les hicieron honras fúnebres con toda la pompa que correspondía. Se enlutó el salón de la Junta Departamental, se levantó un catafalco en la iglesia, se visitó de negro a la tropa, que hizo a su vez la descargas y demás honores militares. El día 28 salieron los resto de Ciudad-Victoria, desde cuyo punto hasta México atravesaron doscientas leguas. (...) Se honraron las cenizas en San Luis, en Querétaro, en San Juan del Río, en Tula, &c. Luego se supo por parte oficial del comandante de Cuautitlán la llegada a aquel punto de os restos de Iturbide, el día de 23 de septiembre, los habitantes todos de la Capital se prepararon para recibirlos".

   La reseña señala que pasaron luego por el pueblo de Santa Isabel, era el 25 de Septiembre, seguirían luego a la Villa de Guadalupe en donde habría una solemnidad, luego continuarían a la garita de Peralvillo para continuar a su destino: el templo de San Francisco. "En una capilla interior del Convento de San Francisco se depositó la caja con las correspondientes seguridades bajo la responsabilidad del Guardián, llevándose la llave el Prefecto, después de haberla ceñido con unas fajas a las que puso su sello, y quedando además bajo custodia de una numerosa guardia. Por la estrechez del tiempo y por ser tan plausible como el del 27 de septiembre el aniversario del juramento de la Independencia, se difirieron los honores fúnebres del Primer Gefe para el 27 del siguiente mes de octubre".

   "Así es que al entrar de frente en aquel magnífico templo, los concurrentes quedaban asombrados al aspecto imponente y magestuoso que se presentaba á su vista. El fondo de la iglesia estaba vestido de negro desde las bóvedas hasta el pavimento: lo estaba igualmente en toda su altura las cuatro columnas del centro del crucero, resaltando más en aquel inmenso fondo oscuro un haz de tres banderas trigarantes, atada y colocada en cada una de las columnas á cierta elevación . Los colores de todas estas banderas estaban en armonía con un grandioso pabellón tricolor suspendido bajo la media naranja, cuyo círculo tenía veinte y una varas de circunferencia y del cual salían abriéndose cuatro fajas también tricolores de más de cuatro varas de ancho á colocarse sobre los capiteles de las columnas enlutadas en que se hallaban las banderas.

"Terminaba este pabellón por su estremo superior en un penacho trigarante. Como para disputar la altura al pabellón, se levantaba un suntuoso catafalco a más de treinta pies de elevación, su base tenía seis varas por cada lado del cuadrado con tres o cuatro gradas: encima un pedestal, y sobre este la esbelta pirámide. En la cúspide trunca de su cono se colocaron los restos de D. Agustín de Iturbide dentro de una urna de cristales y bronce dorado. cerrada con una cubierta de lo mismo, que tenía encima los trofeos en que se miraban erguida el águila nacional: todo el conjunto de cortes y molduras era de un trabajo acabado.

   "Los huesos se dispusieron de manera que formaban un cuadrado tejido y piramidal, comenzando por los fémores y los radios y acabando por las clavículas, atadas todas las piezas menudas y fragmentos: encima se colocaron los restos que ecsistían de la cabeza: el occipital, los dos parietales, el hueso macsilar superior y los fragmentos del inferior: completándose con cera las partes que faltaban del cráneo: todo esto asentado sobre un almohadón de terciopelo negro.

   "En la cornisa superior del cuerpo que servía de base a la pirámide, se pusieron los despojos del Sr. Iturbide: el sombrero y manto de la órden de Guadalupe: su propio uniforme de general mexicano, su banda, su bastón, su sombrero y su espada". Fue así como, el 24, 56 y 26 el catafalco se mantuvo en el templo de San Francisco, ese día 26 de octubre, salieron rumbo a la Catedral, dicen que miles de personas llenaban la antigua calle de San Francisco y la de Plateros hasta llegar al Zócalo, que todos vestían luto y que los edificios mostraban gallardetes negros, que la procesión fue la más solemne nunca antes vista, con caballos aderezados todos en negro, que era tal la multitud que, cuando la urna entraba en Catedral, las últimas personas salían de la procesión en el templo de San Francisco, ese día 26 hubo una solemnidad y el 27 de Octubre de 1838 se cantaría en latín una misa solemnísima, las exequias de Agustín de Iturbide. Fue en una de las presidencias de Santa Anna que se decreta la exhumación de los restos, pero es diez años después que se publica la crónica de los ceremoniales.

Agustín de Itrubide

Autor de la Independencia Mexicana
Compatriota, llóralo.
Pasagero, admíralo.

Este monumento guarda las cenizas de un héroe.
Su alma descansa en el seno de Dios.

Fuente:

Descripción de la solemnidad fúnebre con que se honraron las cenizas del héroe de Iguala, Don Agustín de Iturbide en Octubre de 1838. Lo escribió por órden del Gobierno Don José Ramón Pacheco, y se publica por disposición del Exmo. Sr. Presidente  General D. José Joaquín Herrera. México. Imprenta de I. Cumplido. 1849

sábado, 19 de julio de 2014

Una anónima mujer de Salamanca que participó en la Guerra de Independencia. 1812

   Son varias las menciones que en este espacio electrónico he transcrito de distintos historiadores en donde hacen mención de la participación de mujeres durante la guerra de Independencia. Regularmente anotan la participación femenina dentro de las actividades que son propias (que no exclusivas) de la mujer, tales como cocineras, enfermeras, incluso enterradoras. Se dice que eran seductoras en el entendido de la palabra en su primara acepción pues su seducción consistía en convencer a los soldados realistas para que se pasaran del lado insurgente, se dicen que eran adictas, sí adictas a la causa de la Insurgencia. Algunas de ellas fungían como correos transportando correspondencia oculta entre sus ropas de uno a otro lado donde se ubicaran las fuerzas insurrectas. Se dice que algunas aportaron sus bienes para mantener la causa y, además, algunas de ellas participaron activamente en los combates.

   De estos relatos, de cuando la mujer empuña las armas han sido más bien pocas las referencias que hay. Una de esas pocas las da Lucas Alamán en su Historia de Méjico la cual transcibimos a continuación. hechos ocurridos en Salamanca, Guanajuato, capítulo en el que los personajes principales son Albino García del lado Insurgente y García Conde del lado realista. Era el año de 1812.

   “Caminó García Conde con el convoy sin dificultad hasta Salamanca, pero apenas hubo entado en aquel pueblo (11 de abril de 1812) se encontró rodeado por todas partes: Albino (García) había reunido en momentos toda su gente, y sus compañeros, excitados por el atractivo de tan rica presa, habían acudido sin tardanza en número de cuatro a cinco mil hombres. (Diego) García Conde tuvo que reforzar sus avanzadas para impedir que los insurgentes penetrasen en la población, y aunque pensó salirlos a atacar con dos secciones, dejando otra para resguardo de los reales y cargas creyó que se aventuraba mucho quedando éstas con corta defensa en una población que toda ella le era hostil, por lo que resolvió a todo trance emprender la salida con el convoy y continuar su marcha. 

   La noche se pasó por una y otra parte con las armas en la mano y al amanecer comenzó a salir el convoy, llevando la vanguardia el mismo García Conde con dos cañones, los granaderos y guardias de prevención de la Corona y cuarenta dragones, custodiando de preferencia el parque, los caudales, los tabacos y otros efectos del rey. Seguía la carga de los particulares protegida por el Teniente Coronel Villalba con infantería de la Corona, y la retaguardia la cubría el Teniente Coronel Mora con el resto de la División. Los insurgentes rompieron el fuego no sólo fuera de la población, sino desde las bocas calles y azoteas de ésta, tomando parte en la acción hasta las mujeres, pues una de ellas mató con un tiro de fusil desde una torre a un músico de la Corona. Los arrieros despavoridos huyeron dejando las mulas solas; éstas caían muertas o corrían espantadas por las calles, aumentando el desorden, y los soldados teniendo que recogerlas y que levantar las cargas caídas por el suelo, no podían atender a la defensa. 

   Había avanzado no obstante García Conde a más de un cuarto de legua del pueblo, cuando se le avisó que el cordón que formaban las cargas caídas por el suelo, no podían atender a la defensa. de los particulares había sido cortado por los insurgentes, los cuales se habían apoderado de muchas de ellas, y que Villalva para poderse sostener había tenido que replegarse a la plaza del pueblo. Con tal noticia mandó inmediatamente el Capitán don Agustín de Iturbide con treinta dragones, a restablecer el orden de la marcha del convoy y viendo que tardaba fue el mismo García Conde con un cañón y quince granaderos en su auxilio, cuyo momento aprovecharon los insurgentes para atacar vivamente por todas partes a la corta fuerza que bajó las órdenes del Teniente Coronel Cayre había quedado cubriendo en la vanguardia el dinero y carga del rey. 

   Corrió en el pueblo la voz de que García Conde había sido muerto y destruida la vanguardia, y en ésta se esparcieron rumores igualmente funestos respecto a la topa que quedaba atrás: Villalva, sobrecogido por la noticia de la muerte del Comandante y de la pérdida de la vanguardia, confiesa ingenuamente en su parte que llegó a tener entorpecida la facultad de discurrir, pero volviendo sobre sí, tomó providencias acertadas para contener los avances del enemigo por la retaguardia y el lado del río; Iturbide, con la serenidad que acostumbraba en los momentos de mayor peligro, restableció la marcha de la carga, y García Conde pudo volver a sostener a Cayre que a todo esfuerzo se defendía. Así se logró que acabase de salir el convoy, cubriendo con infantería las bocas calles por donde tenía que pasar y sosteniendo su marcha con caballería, y con pérdida de una carga de reales del rey y de porción de efectos de particulares, llegó en aquel día a Irapuato...” (1)

   Efectivamente, una anónima mujer empuñaba las armas, estaba en una torre, esa era la de la Parroquia de San Bartolomé, la única con que contaba y sigue contando la barroca construcción. Actualmente la conocemos como la Parroquia Antigua ¿Quién habrá sido? No se sabe, es imposible dar con su nombre. Habrá quien diga que era Tomasa Eséves, por ser ella la única mujer de la época que vivía en Salamanca de la que tenemos su nombre, pero eso es de dudar ya que, considerando su edad, cuando ocurrió este pasaje, ella apenas contaba con 16 años y llevaba menos de un año de haber casado.

  Luego, el 5 de junio de 1812, Albino García sería detenido en Valle de Santiago y conducido a Celaya en donde el 8 del mismo mes es fusilado y su cabeza cortada y exhibida públicamente como escarmiento a todos los que apoyaban el movimiento de insurrección, el brazo que tenía sin movimiento, razón por la cual se le conocía como "El Manco", le fue cortado y exhibido en la plaza central de Salamanca, también como escarmiento, pero esto no funcionó como tal, ya que, para el año siguiente Salamanca estaba catalogada como una de las plazas más peligrosas para los realistas en toda la Nueva España.

(2)

Fuentes:

1.- Alamán, Lucas. Historia de Méjico. Editorial Jus, México, 1942, tomo III, pp116-117. Citada por Rojas Garcidueñas en Salamanca. Recuerdos de mi tierra guanajuatense. Editorial Porrúa. México 1982. pp.76-77

2.- Hamnett, Brian. Revolución y contrarrevolución en México y el Perú. Liberales, realistas y separatistas, 1800-1824" y Reseña de "La política española en una época revolucionaria, 1790-1820. FCE. México, 2012, edición electrónica. Sin paginación.