Siempre he pensado que para bien, o para mal, México tiene una enorme riqueza histórica, amen de un enrome territorio. Digo que para bien porque sea en sitios por recorrer, que libros que nos relaten la historia de esos sitios son tantos, que difícilmente nos alcanzará la vida para leerlos todos y visitar el territorio nacional. Para mal, porque siendo tan grande nuestro país, de pronto caemos en el regionalismo que nos impide conocer más allá de nuestro entorno.
En lo que fue la guerra de Independencia, de pronto pensamos que el movimiento prosperó en el centro del país y olvidamos que lugares lejanos de la capital del Virreinato, donde se concentraba el poder, fueron ajenos a él, pero no fue así, como ejemplo tenemos lo ocurrido en Chihuahua, sitio en el que, bien lo sabemos, fueron presos y ajusticiados los iniciadores del movimiento insurgente, pero las cosas no terminaron allí pues hasta allá, a las lejanas Provincias Internas en la "Tierradentro", es decir, en el norte, hubo repercusión del movimiento iniciado por José María Morelos, para saber un poco más al respecto, me apoyo en el texto de Luis Aboites.
"Las provincias del septentrión novohispano no mostraron gran simpatía por la lucha del cura Hidalgo iniciada en septiembre de 1810. En Chihuahua hubo pequeños brotes de apoyo al movimiento insurgente, pero fueron más evidentes y elocuentes las muestras de respaldo a la Corona española. Los vecinos principales aportaron sumas considerables para ayudar a reprimir a los rebeldes. Los mineros y comerciantes accedieron a cooperar con el gobierno español: entre todos reunieron 430 000 pesos. Don Ángel Bustamante, rico vecino de Batopilas, donó 100 000 pesos de plata en barras y además prestó, sin cobrar intereses, otros 150 000. Hay pruebas de que diversos sectores populares también apoyaron los esfuerzos contrainsurgentes, pues se organizaron varios batallones de voluntarios. Entre estas fuerzas destaca la de 500 flecheros tarahumaras, reclutados por el padre José Francisco Álvarez en la zona de Valle del Rosario. Esta tropa, junto con soldados provenientes de las compañías volantes y de voluntarios de Cusihuiriachic, Parral y Valle de Olivos, quedó bajo el mando del teniente coronel José Manuel de Ochoa y fue enviada a combatir en Durango, Zacatecas y Guadalajara. Los "Patriotas de Fernando VII", fuerzas integradas por voluntarios para cuidar el orden en sus respectivos lugares, se formaron en Paso del Norte, San Francisco de Conchos, San Gerónimo, San Pablo y Carrizal.
Cabe señalar, sin embargo, que algunos intentaron secundar el movimiento insurgente. El regidor del ayuntamiento de Chihuahua, Salvador Porras, fue acusado de apoyar a los rebeldes, y aunque la acusación no se le comprobó del todo, fue degradado y multado con 300 pesos. En 1812 hubo otro brote insurgente, en esta ocasión en Basúchil, en el Papigochic, encabezado por Rafael Mingura, quien fue aprehendido junto con otros cuatro involucrados. Fueron sentenciados a varios años de reclusión en la Casa del Obraje. El intento más importante fue, sin embargo, la conspiración de José Félix Trespalacios, Pablo Caballero y Gaspar de Ochoa, en noviembre de 1814. En este caso el objetivo era apoyar la lucha de José María Morelos y Pavón, así como lograr el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, expedida en marzo de 1812. Trespalacios, militar y síndico del ayuntamiento de Chihuahua en 1812, fue aprehendido gracias a una denuncia. El mariscal Bonavía, comandante de las Provincias Internas, agradeció la colaboración del ayuntamiento y de los vecinos de Chihuahua. Trespalacios fue sentenciado a 10 años de presidio ultramarino y destierro perpetuo de las Provincias Internas.
Por todo lo anterior, no sorprende que los militares españoles hayan decidido llevar a Hidalgo y a los demás jefes a Chihuahua para juzgarlos y ejecutarlos en el verano de 1811. Sabían que allí la lucha insurgente no contaba con el apoyo popular que era patente en otras partes del virreinato. Este es sin duda un problema historiográfico que hay que aclarar.
Salvo en Texas y Coahuila, en donde sí se trabaron fuertes combates de los que resultaron graves daños a algunos poblados y haciendas, en el septentrión novohispano la independencia se padeció más bien por la suspensión del comercio con el centro del país. Las minas fueron muy sensibles al estado de guerra y a la consecuente interrupción de las comunicaciones. Santa Eulalia, Cusihuiriachic y Parral redujeron sus actividades conforme escaseaban la pólvora y otros bienes. Algunas minas se abandonaron y en consecuencia se inundaron, tal como lo señalaba José Agustín de Escudero en sus Noticias estadísticas. En 1811 tres mineros españoles de Cusihuiriachic decidieron viajar hasta el puerto de Veracruz para adquirir directamente los artículos que requerían sus minas. El vómito los sorprendió allá y los mató, lo que trajo consigo la pérdida de fortunas y suspensión de labores en ese mineral.
Las dificultades de transporte y de comercio trajeron algunas ventajas. Como resultado del aislamiento virtual en que quedó la provincia varios productos comenzaron a fabricarse en Chihuahua. Ante el alza de precios en los productos de algodón, los telares del obraje de la villa de Chihuahua se incrementaron, empezaron a elaborarse diversos artefactos de cobre con materia prima proveniente de las minas de Santa Rita del Cobre; se instaló también un taller de reparación de armas de fuego y comenzaron a fabricarse lanzas y adargas; se abrieron establecimientos para fabricar cigarros, sombreros de castor y vaciado de fierro. Junto con las de Sombrerete y Durango, en 1811 comenzó a funcionar la Casa de Moneda de Chihuahua, que acuñaría unos cuatro millones de pesos de monedas de plata y tlacos de cobre entre el año de su fundación y 1814. (1)
1.- Aboites, Luis. Breve historia de Chihuahua, Fondo de Cultura Económica. México, 1996
No hay comentarios:
Publicar un comentario