Ojos de agua e inundaciones era cosa común en el Bajío durante el siglo XIX, aquí una escena en
En el artículo anterior vimos como, un año luego de iniciada la guerra de Independencia, la vida seguía su curso normal. En realidad fue, mayormente en el Bajío donde la lucha continuaba luego de los fusilamientos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, los levantamientos en esta parte central de
Magníficas haciendas se levantaban en El Bajío, conocido como “el granero de México”. Aquí
El movimiento de Independencia encontró en el Guanajuato de 1810 los elementos propicios para comenzar una prolongada guerra, que sacó a flote las contradicciones del desarrollo de la región y que habían entrado en crisis durante los últimos años coloniales.
La insurrección surgió en la región y después se extendió a otras partes, abriendo camino a un número mayor de fuerzas políticas y económicas, unas ya manifiestas y otras latentes, las que al final condujeron a la independencia con respecto al gobierno español.
A lo lejos vemos la laguna de Yuriria, la que se levantara en las ciénegas que provocaban las crecidas del Río Lerma, obra maestra de la ingeniería Agustina del siglo XVI.
Desde que estalló la guerra de España contra
Troje en
El virrey fue depuesto por la conspiración de Gabriel de Yermo, un reconocido comerciante español; pero, a partir de entonces, la inseguridad en el gobierno fue propicia para la ebullición de constantes debates y conspiraciones sobre el futuro político de
Hacia el sur de
El boyante Bajío a finales del XVIII era escenario de una serie de contradicciones sociales, políticas y económicas, lo que facilitó el surgimiento de una revolución armada que enfrentó a distintos poderes. “La historia agraria del Bajío mexicano –afirma Tutino- ilustra un proceso social que transformó una sociedad agraria estable en un terreno abonado para los Insurgentes.” Las condiciones de estabilidad que hacia mediados del siglo XVIII habían prevalecido en la región comenzaron a revertirse. La relativa y amplia posibilidad de ocupación y subsistencia rural experimentó hacia 1785 deterioros considerables, transmitiendo dicho decaimiento hacia las áreas de producción textil y, en pocos años, también la minería entró en crisis.
De igual manera, entre 1808 y 1809 la población volvió a sufrir escasez, con lo que aumentaron los precios no solo de productos agrícolas, que eran la base de la subsistencia de la población, sino también los de los insumos de la industria minera, como el azogue.
Al sur de
Las empresas textiles también fueron vulnerables a los vaivenes agrícolas de finales del siglo XVIII. La falta de empleo rural favoreció una mayor participación de la población agrícola en la producción de textiles, aun en condiciones muy precarias, y convirtió la industria de Guanajuato y del Bajío en una actividad dominada por el trabajo de maquila. La sobreproducción que esto implicó se tradujo en una baja de precios, sobre todo en los textiles, que se vieron más perjudicados por la apertura comercial. Como ya se mencionó, las empresas del Bajío competían en desventaja con las de Cataluña, cuyas exportaciones quedaron exentas de impuestos en 1780 y cuya apertura se extendió hasta 1786. La subordinación de los productos textiles a los mercados externos las hizo aún más vulnerables e inestables.
El río Lerma, Río Grande conocido anteriormente, irriga todo el Bajío, aquí a su paso por Pueblo Nuevo.
Hasta 1810 la minería había mostrado niveles de producción muy importantes, pero no por ello carecía de problemas, asociados principalmente a los costos de producción. Las grandes inversiones, que habían permitido obtener grandes ganancias, tuvieron que ser replanteadas a fin de lograr ahorros, los que naturalmente se buscaron en la mano de obra. En varias ocasiones se suprimió el partido, especie de comisión por producción extra que recibía el trabajador minero además de su salario base, y con frecuencia constituía su principal ingreso. Aunque esto no ocurrió en todas las explotaciones mineras, la amenaza a las tradiciones que habían permitido forjar el esplendor minero del siglo XVIII afectó a los trabajadores de ese sector, que, de ser –con todas las limitaciones del término- “la aristocracia laboral”, pasaron a ser los excluidos de la bonanza guanajuatense.
Al fondo el cono volcánico conocido como
Estas transformaciones en la industria minera y textil y en la agricultura de Guanajuato, en combinación con la crisis española, fueron el detonador de la revuelta armada. La violencia que caracterizó la insurrección de Hidalgo se nutrió en gran medida de la crisis regional. Para los pobladores de Guanajuato la adhesión al ejército insurgente no fue tan diferente a su experiencia, años atrás, de resistirse a la expulsión de los jesuitas.
Haciendo los límites de
El texto ha sido tomado del libro: Breve historia de Guanajuato. Mónica Blanco y varios. Fideicomiso Historia de las Américas. FCE. México, 2000
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