sábado, 14 de mayo de 2011

Cabezas de Aguila en Chihuahua, casi llegando a su fatal destino, números 250 El Saucillo y 251 Meoqui

   Se dice que en Meoqui fue que pernoctó don Miguel Hidalgo la noche del 20 de abril de 1811, esto se ubica en las actuales calles de Hidalgo y Degollado. Si desde Coahuila me ha sido un poco difícil ir armando la ruta y ubicar la información precisa (en el tendido que desde allí me ha sido imposible seguir la ruta físicamente), es ahora en Chihuahua en donde encuentro menos datos, mas confusión y, una gran desinformación. Esto, con perdón de quienes se llegaran a ofender por el comentario, no me sorprende pues, si nos vamos a la parte histórica, nos daremos una idea del por qué las cosas son como son en el "Estado Grande". Hay un autor, chihuahuense, que lo entiende perfectamente, razón por la cual, me permito transcribir lo que él publicó, me refiero a Alfredo Espinosa. Pero antes veamos la ubicación de las Estelas de Cabeza de Águila:

250 Hacienda de El Saucillo

251 San Pablo Meoqui. (la fotografía corresponde a esta localidad).

"A participios del siglo XIX, el desarrollo de loa medios de comunicación era precario y primitivo. Los edictos del virrey en turno eran la única e incuestionable verdad. La lejanía del centro político y del pobre interés existente por ambos lados por enterarse de los sucesos de la otra tierra, provocaban que no existiera una sintonía nacional.

Desde entonces las autoridades de estas tierras bárbaras han oscilado en dos actitudes ante el centro de la Nueva España: la sumisión absoluta, o -al ignorarlo- se opta por el autoritarismo rampante. En ambas actitudes, solo quien ejerce el poder político decide por los demás.

Cuando el centro ordenó que apresaran a Hidalgo y a sus cómplices, las autoridades realizaron el operativo sin chistar. Les dijeron también que les montaran un juicio para excomulgarlos, que los fusilaran cuidando no dañar la cabeza, los decapitaran y enviaran sus cabezas a la plaza pública para exhibirlos como ejemplos del fin que tienen aquellos que se atreven a desobedecer al rey.

Y el escarmiento se llevó a cabo. Las autoridades de la Nueva Vizcaya lo hicieron sin ningún cuestionamiento.

Conocían de Miguel Hidalgo y Costilla lo que había necesidad de conocer: que era un sacerdote rebelde que había osado levantarse contra la Corona. Y eso era suficiente.

Nadie en Chihuahua sabía que era eso de la Independencia ni para que servía. Los chihuahuenses toda su vida habían sido autónomos; salvo los gobernantes que dependían de la Corona española.

Sin embargo la gente de la Nueva Vizcaya, más que curiosa, desconcertada, miró pasar a un viejo calvo y canoso, adelgazado, de ojos buenos y andar sereno, pensó que no era cosa de Dios eso de matar a un Cura. Pero las autoridades, tigres con los prisioneros y gatos con los del centro, ejecutaban las órdenes.

A don Miguel Hidalgo y Costilla, ese cura viejito que había dedicado unas décimas a su carcelero y había repartido dulces al pelotón que habría de cumplir las órdenes de disparar contra él y agujerarle el pecho, un poco después habrían de llamarlo el Padre de la Patria.

El Padre de la Patria, Hidalgo, había sido apresado, excomulgado, fusilado y decapitado en Chihuahua, porque la ley así lo exigía contra aquellos subersivos y transgresores del orden establecido.
Otra vez, la ley estaba equivocada". (1)

Fuente:

1.- Espinoza, Alfredo. Tierras Bárbaras. Navegaciones sobre la identidad chihuahuense. Plaza y Valdés. México, 2004.

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