domingo, 15 de mayo de 2011

Plaza Zaragoza, Chihuahua. Cabeza número 257

Aunque esta Cabeza de Águila, de acuerdo a mi conteo es la número 257, es la penúltima del recorrido, es una de las dos que existen en Chihuahua, lugar que considero qué, si a Guanajuato le asignaron cuatro estelas, a Chihuahua le deberían también sido asignadas cuatro, dados los hechos tan importantes que en ambos sitios sucedieron. De acuerdo al mapa que aparece a continuación, los puntos más importantes por donde pasaron los prisioneros fueron el Templo de Santa Rita, la Alameda de Santa Rita, la Catedral y las Casas Consistoriales, el Colegio Jesuita y el Templo de San Francisco.

A lo largo de la ruta hemos ido aprendiendo cual fue la importancia que tuvo Ignacio Allende y como fue que, debido a vanidades, el movimiento Insurgente no llegó a buen fin en este inicio de la insurrección, muy por el contrario, esas diferencias existentes entre los caudillos los hizo llegar hasta aquí en calidad de rehenes y en la conciencia de que pronto serían ajusticiados. Sobre estas situaciones veremos lo que Benito A. Arteaga escribió:

"Ninguno de los escritores de la insurrección, a lo menos que nosotros sepamos, entra en pormenores relativos al tiempo en que Allende permaneció preso, por ignorarse tal vez, o por que, como lo hemos manifestado desde el principio de estos rasgos biográficos, siempre fue considerado por ellos como una persona muy secundaria en la insurrección; ni nosotros podemos hacerlo por el primero de estos dos motivos; por lo tanto, y a firmes siempre en nuestro propósito de no escribir sino lo que nos parece absolutamente cierto, sólo diremos que Allende, bien asegurado con cadenas y esposas, fue encerrado en un cuarto oscuro y húmedo del Hospital Militar de dicha ciudad de Chihuahua, en el que sufrió grandes padecimientos.

Fue comisionado para que le instruyese su causa D. Ángel Aveya, administrador que fue de Correos en Zacatecas. Este individuo, según dicen, era muy versado en las fórmulas de la ordenanza militar, en materia criminal; pero sin duda también muy orgulloso, como lo eran la mayor parte de los empleados españoles de aquella época, pues igualmente se asegura por personas imparciales, y es arreglado a lo que hemos oído decir de esta ciudad, desde nuestra infancia, que, abusando de la posición en que lo había colocado su comisión, y seguro de que Allende había sido el principal motor de la independencia, así como de que en aquella vez, encadenado y rodeado de centinelas, no podía hacer uso de sus puños robustos, lo insultó y aun amenazó con los suyos, cosa que no toleró Allende, pues llevado de la cólera y haciendo un esfuerzo violento, rompió las esposas con que estaba atado,y con la cadena que quedó pendiente le dio un fuerte golpe en la cabeza.

Es de extrañarse, y de sentirse al mismo tiempo, que ya que se han publicado varios fragmentos de las causas de Hidalgo, del licenciado Aldama, de don Mariano Abasolo y otros, en los que aparecen su arrepentimiento, su debilidad y sus lágrimas, no se hayan publicado también algunos de los que siguieron contra don Ignacio Allende, contra don Juan Aldama y contra don Luis Malo, que como hemos visto, fueron los primeros que pensaron en la independencia y la promovieron; nosotros estamos cierto de que en documentos tales aparecerían, si no sus verdaderas respuestas, porque en la perversidad e imprudencia de sus jueces, o diremos mejor, de sus implacables enemigos, cabía la adulteración de ellas, y aun estaban en el interés de hacerlo; más si se rebelarían desde luego la firmeza de su carácter y la profundidad de sus convicciones en orden a la grande empresa que comenzaron. Por eso sin duda, guiado Allende de estos verdaderos, pero amargos sentimientos, y siempre persuadido de la justicia de dicha empresa, solía, en su soledad y abandono, escribir con una astilla de carbón en las paredes de su cuarto, varias estrofas que el tiempo borró, y de las que sólo quedó la siguiente:


Triste y obscura prisión
donde inocente yo habito;
si eres casa del delito,
por qué eres hoy mi mansión?



Creemos que si a Allende se le hubiera permitido hacer su defensa, este requisito tan justo, porque lo previenen las leyes; tan natural, porque no ha habido pueblo, aun el más bárbaro en que no haya tenido uso, y tan conveniente al decoro de los tribunales, pues su presencia acaba de justificar y realza sus determinaciones; hoy se tendría un documento precioso que, al mismo tiempo que esclarece su conducto como hombre público (y no hablamos de los motivos y fines de la independencia, por que, aunque pocos y no obstante las diligencias de los realistas para nulificarlos, existen irrecusables datos), diera una idea de lo que él sufrió en su prisión, así de parte de sus jueces como de sus verdugos; más no se le permitió,como tampoco a sus compañaros; y así es que todo quedó entonces en el silencio, así como ahora ha quedado en el olvido.

Nota: Poco tiempo después de la independencia, no reconocía aun y confesaba el mérito de D. Ignacio Allende; el propio soberano congreso de 1823 acordó lo siguiente. 1.- El Gobierno compensará con finca o fincas u otros bienes nacionales a los herederos de D. Igno. Allende el valor del molino de este, que el gobierno español le confiscó. 2.- Esta compensación se entiende del valor líquido percibido por la hacienda pública y también se deducirá el aumento que haya tenido en la venta el justo precio del molino siempre que dicho ecseso haya dimanado de algún privilegio de la hacienda pública. 3.- Siendo esta gracia concedida especialmente en reconocimiento al mérito extraordinario de D. Ignacio Allende, no servirá de ejemplar. Octubre24, 1823.

Fuente:

Arteaga A. Benito. Rasgos Biográficos de don Ignacio Allende. San Miguel Allende, 1852. Edición Conmemorativa. Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, 2003.

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