Fue durante las Fiestas del Centenario que a la imagen del Cura de Dolores, del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla se le dio una patina de oro en su imagen de bronce, a ella se le agregaron ciertos estudios en los que inicia buena parte de la ahora leyenda de las Paternidades del Cura, mismas que fueron desmentidas luego de varios estudios genealógicos y de profunda averiguación en los Archivos Parroquiales de distintos lugares de México. Correspondió a los festejos del Bicentenario bajar la imagen de Hidalgo de ese pedestal de mármol a la estatua de bronce y ver al personaje como tal: en carne y hueso. Ahora y a distancia de un festejo y del otro, hago un breve resumen de un largo resumen que de una de las obras más comentadas en las Fiestas del Centenario en las que se estudia al personaje pero no veremos propiamente al Pater Patris, sino a su abuelo al que, luego de mucho tiempo, logra localizar De la Fuente en un pueblo del Estado de México. La historia, aunque llena de episodios épicos, en el que no puede faltar el blanquísimo pañuelo, la tierna viejecita y el tranquilo pueblecito, entre otros elementos propios de la narrativa romántica del XIX (aunque fue escrito después); como quiera nos da una buena cantidad de información:
La historia comienza en Tejupilco, al comenzar en el último cuarto del siglo XIX. “Una tarde calurosa de febrero, ya casi “pardeando”, se apeó un viajero de su caballo en la plaza del rústico pueblito, junto a un copudo trueno. La vestimenta de este personaje evidenciaba el hombre citadino, acostumbrado al traje de fino paño, el chaleco formal, la camisa almidonada y la ancha corbata luciendo el infaltable fistol; todo ello a pesar del bochorno de la región, que es considerada la puerta de la Tierra Caliente. El único indicio de que el viajero sabía los terrenos que pisaba, era un sombrero de amplias alas, para defenderse de la resolana” (1). El personaje al que se refiere es José María de la Fuente, autor de uno de los libros “clásicos” del Centenario: Hidalgo íntimo. Andaba en busca de los ancestros de Miguel Hidalgo y Costilla.
“Si se calcula el nacimiento del Br. De la Fuente hacia el año 1843 (como él mismo lo deja entrever en la nota de la pg. 342 de su “Hidalgo íntimo”), concluimos que su labor investigadora abarcó casi 40 años hasta el día de su muerte, acaecida en el año de 1916. Efectivamente, en la pg. 46 del mencionado libro declara que llegó a Tejupilco el 8 de febrero de 1879; pero ya antes había hurgado mucho en los archivos de la ciudad de México y seguramente en los de Guanajuato, Michoacán, Querétaro, Chihuahua y otros, tratando de redondear el verdadero perfil del caudillo insurgente muy incompleto en aquel entonces, sobre todo en lo que se refería a sus antepasados inmediatos. Algunos años antes del 1879, don José María de la Fuente había conocido en la ciudad de Toluca a un curioso personaje, don Román Santín, jefe político de Tejupilco, un pequeño poblado de 2 mil habitantes, situado en una hoya de la Sierra Madre del Sur distante unos cien kilómetros de la capital del estado, Toluca”.
Se dice que otro personaje, que era el Jefe Político de Tejupilco, sería la persona que le pudiera proporcionar la información que buscaba, “Tío Román, como familiarmente se le llamaba, aunque no era un hombre de gran instrucción apreciaba profundamente las tradiciones de su pueblo. Tenía en su poder cinco valiosos documentos que había adquirido de los descendientes de doña María Costilla, hermana de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, padre del iniciador de la independencia”. (2)
El bachiller De la Fuente tenía la idea de que allí encontraría el origen de la familia Hidalgo “y comenzó la esperada investigación, y comenzaron las desilusiones. Por principio de cuentas no existía archivo municipal, pues 6 años antes lo habían quemado unos indios revoltosos en protesta por la imposición de leyes que limitaban sus tradiciones religiosas. Y el archivo parroquial inexplicablemente se hallaba incompleto; no iba más allá del 24 de diciembre de 1644. Y en ninguna de las innumerables fojas que cuidadosamente revisó el doctor De la Fuente aparecía el apellido Hidalgo. Costillas había muchos en los libros de bautismos, matrimonios y defunciones; pero Hidalgos… ni siquiera uno”. (3)
Todo indica que las cosas se complicaran en la pesquisa pues, nuestro personaje, en busca del personaje, “nuevamente, como lo hacía cada vez que se le presentaba una dificultad acudió a tío Román pidiéndole alguna otra pista sobre el inasequible Hidalgo, que en ninguna parte aparecía. Los libros parroquiales a nadie asignaban ese apellido en fechas anteriores al padre del cura Hidalgo, o sea a don Cristóbal, pues ni siquiera de los hermanos de éste fueron registrados con el apellido Hidalgo sino con el de Costilla, o peor aún, con el de Ramírez de Arellano”. (4)
Ocurre entonces que aparece la viejecita y, en efecto, ella es la clave para encontrar el hilo de la madeja que conducirá a esclarecer el enigma sobre el origen del Padre de la Patria: “Y me llevó hasta las orillas del pueblo adonde, en un jacal muy aseado, nos encontramos a una viejecita muy afable, que nos recibió cariñosamente y con marcadas muestras de respeto, tal vez porque don Román era el Jefe Político; y luego que le dijimos el objeto de nuestra visita, nos contestó sin vacilar: oí contar a mi abuelita y a mi señora madre que el amo don Juan había sido hijo de una señora de apellido Costilla y de un padre jesuita que se apellidaba Hidalgo, y que, por haber sido éste sacerdote, no había usado el apelativo de Hidalgo, sino solo el de Costilla que era el de la madre; pero aunque oí mentar los nombre de la señora Costilla y del Padre Hidalgo, no los recuerdo”. (5)
La historia llega a su punto más interesante cuando aparece la carta que Cristóbal Hidalgo, el padre de Miguel Hidalgo, envía a su hermana en Tejupilco el 12 de marzo de 1767 en la que le pide rectificar los nombres de los documentos que requiere para poder ingresar a sus hijos en el Colegio de Valladolid, pues la documentación que él entregó es con los apellidos Ramírez de Arellano y no los de Hidalgo y Costilla. Don Cristóbal le recuerda a su hermana que en una ocasión, siendo niños, encontraron un “fierro viejo” (para herrar) que perteneció a su abuelo Juan Hidalgo. La mencionada carta la transcribe De la Fuente en su Hidalgo íntimo, y, como una cosa lleva a la otra, escarbando más en los documentos que sobrevivieron, da con un de mayor antigüedad, fechado en 1620, referente a la venta de un terreno que era propiedad de doña Jerónima Costilla. Allí da con la punta de la madeja y la liga familiar se puede entender y, más aun, documentar. Pues en aquellos años del siglo XVII un sacerdote tiene un hijo. Se trata del presbítero Francisco Hidalgo Vendaval y Cabeza de Vaca, y de Jerónima Costilla; el hijo llevó por nombre el de Juan Hidalgo y Costilla que resultaría ser el bisabuelo de don Miguel Hidalgo, y sí, en efecto, el que fue un sacerdote que tuvo hijos no fue el Padre de la Patria como se ha comprobado luego de un concienzudo estudio genealógico. El sacerdote que tuvo hijos fue su tatarabuelo, don Francisco Hidalgo Vendaval.
De algo estoy convencido: los estudios sobre la vida de Miguel Hidalgo y Costilla seguirán por muchos años, al menos de aquí a 2021, cuando se conmemore el Bicentenario de la Consumación, seguirán apareciendo más y más cosas, y el mito seguirá creciendo aun más, si hubo o no hubo hijos y si fueron o no tales o cuales personas los tatarabuelos, los penta-abuelos, los hepta-abuelos y así, ad infinitum.
1.- León López, Gabriel. Nido de águila, Tejupilco, cuna de la familia Hidalgo y Costilla. Editorial Garabato. México, 2010. p.21
3.- pp.24-25
4.- pp.31
5.- pp.33
Nota: el libro me parece interesante, si estás interesado en adquirirlo, entra en contacto con la editorial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario