
El ambiente debió haber sido pesado por varias circunstancias, una, la inminente ejecución, luego del juicio que se les haría en Chihuahua, aunemos a eso el clima extremo con noches frescas y días de calor sofocante; añadamos más, era la Semana Santa, días de penitencia y reflexión.

Si verificamos el calendario litúrgico de 1811, veremos que el domingo 7 de abril fue el Domingo de Ramos, ese día Hidalgo y los demás lo pasaron entre la Hacienda de San Lorenzo de las Parras y la Hacienda de Nuestra Señora de Guadalupe de la Peña; el martes o miércoles Santo lo pasarían en la Hacienda de Santa Ana de Hornos, entre el jueves y viernes Santo estarían por El Gatuño y La Vega de Marrufo, quizá alguna celebración especial, de acuerdo al rito establecido para tal ocasión se llevó a cabo, solo que, cabe la duda pues el cura Hidalgo ya no oficiaba, además de que ninguno de los sacerdotes que formaban parte del contingente original de rehenes le acompañaban pues estos iban ya en dirección a Durango por otro camino y, tal vez, los sacerdotes locales estaban instruidos a no dar ningún confort, no físico ni espiritual a los detenidos, sería entonces, una verdadero Calvario el que, por asares del destino, don Miguel Hidalgo estaba viviendo paralelamente ese Viernes Santo de 1811.

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