El agua era escasa o nula, la sed abrumadora “… en esta situación se supo que ya estábamos cerca de Baján. Esta noticia reanimó un poco a aquella gente, y entonces Hidalgo y Allende con cosa de seis hombres, se adelantaron con objeto de disponer que en la noria hubiera agua prevenida para la llegada de la tropa. Parecía que las mismas víctimas ayudaran en gran manera a la sabia y admirable combinación que para nuestra aprehensión había estudiado nuestros verdugos, que les salía tan bien, que se adelantó a sus esperanzas. Faltaría cosa de legua y media (7 kms) para llegar a Baján cuando advertimos a la izquierda de nuestro camino a poca distancia dos partidas de caballería, distante gran trecho una de otra, cuyo número no pasaría de veinte hombres cada una, formadas y batiendo marcha.
Luego entendimos que aquéllos serían honores que hacían a Hidalgo, suponiendo que iba en los coches que marchaban por delante. Nada de este aparato nos hizo impresión ni mucho menos ninguna sospecha. Advertimos, sí, que una de las partidas se acercaba a los diez carruajes, y entre ellos parecía tomar empeño en rodear como escolta a uno solo. Con esto nos reíamos del equívoco, porque sabíamos que el señor Hidalgo iba adelante. Paramos un poco rato y se observó que los coches violentaban el paso, y como a una milla, poco más o menos de distancia, se advirtió una descarga muy inmediata a los carruajes, y todavía se entendió era en honor de los generales que en ellos caminaban.
Lo que esto significaba era lo siguiente: el acercase los veinte soldados a un carruaje no era otra cosa que intimar rendición a los que iban dentro, mandándolos bajar a tierra. Esto sucedió con el general Arias y el hijo de Allende, Indalecio, que iban juntos. Este joven, tan resulto y valiente, no pudo sufrir semejante intimación. Por de pronto creyó ser una chanza, como algunas veces había sucedido, más luego que salió de su error tomó una pistola y desde dentro dirigió un tiro al soldado que más se acercaba, en consecuencia de lo cual los veinte soldados dirigieron sus tiros a la caja del coche, dando por resultado la muerte de Indalecio y el romper una pierna al general Arias, que al fin murió aquella noche”. (1)
Fuente:
1.- García, Pedro. Con el cura Hidalgo en la guerra de Independencia. FCE-SEP. México, 1982.
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